Núcleos urbanos periféricos, grandes aglomeraciones post suburviales, municipios tradicionalmente gobernados por la izquierda en el llamado “Cinturón rojo de Madrid” (Villaverde, Leganés, Getafe, Parla, Coslada, Vicálvaro, Alcorcón, Móstoles), cuyo sino urbano ha sido y es difícil, y muchas veces vano o repetitivo, con necesidad de superación del caos del crecimiento inicial, ese subdesarrollado Big-Bang urbano. De municipios rurales castellano-manchegos, a integración en la conurbación metropolitana. Ese rastro histórico de desorden y crecimiento, alocado y sub-urbano, de tejido malamente densificado y confuso, ha venido a tratar de ser re-organizado, mejorado y elevado a la altura de ciudad con perversas recetas de crecimiento económico, integración de trabajo, residencia o servicios débilmente apoyados, y ofertas de suelo público –muchas veces casi gratuito- para grandes equipamientos zonales o sub-regionales: delegaciones administrativas comunales, hospital, universidad, centros comerciales, oficinas, servicios, terminales de transporte, etc., hasta llegar a saturar el espacio-territorio disponible, y prácticamente consumirlo en menos tiempo del que lleva la democracia en ejercicio. Aspectos todos generadores de pulsiones, con la aparente búsqueda de equilibrio entre necesidades, usos y actividades, sumados a la necesaria recuperación de plusvalías sociales y, supuestamente, redistribuibles.
Por otra parte, la gestión política de algunos de esos municipios ha pasado en los últimos períodos electorales a manos del centro derecha, luego de haber estado administrados desde el inicio de los ayuntamientos democráticos por la izquierda: PSOE, PC, IU. En el albor de esa pérdida de la confianza popular en una determinada gestión, ha jugado un importante papel la renovación de las tradicionales capas sociales residentes, con la aparición de nuevos habitantes vinculados a la entronización de grandes instalaciones de servicios públicos, administración, equipamientos y empresas. Es decir, que se ha pasado de la reivindicación básica de clase -campesinos y obreros- a la búsqueda de un nuevo confort, bienestar social, viviendas más baratas que en la gran metrópoli, y posibilidades de empleo cercano y de calidad. La nueva e histórica expulsión trans-metropolitana.
Esto ha generado la necesidad de nuevas infraestructuras, servicios, comercio, cultura, etc., para unas capas sociales con más exigencias respecto a la calidad de vida y el medio ambiente. Es decir, la mejora y ampliación vinculable de parques, jardines, plazas, espacios de juego y deportivos, viales, imagen urbana, iluminación, etc., todo ello sobre un tejido complejo, desestructurado, inconexo, en definitiva desorganizado, que ha sido ampliado a golpe de estrategia política circunstancial, o de presión inmobiliaria, pero no resuelto es sus falencias.
En alguno de esos momentos de rotura en la continuidad de la gestión política, un personal amigo, diseñador urbano y experto en ordenación y desarrollo del territorio, fue llamado por el regidor de uno de esos municipios con perspectivas de reventar en crecimiento, ordenación y sutura urbana, para actuar de manera urgente como una especie de “ángel regenerador” de heridas e imagen producidas por el caos urbano del nuevo “desarrollismo democrático”, amparado en el lema: “Quién crece más, tendrá más recursos para mejorar el nivel de bienestar social”, paradoja que nunca se alcanza de verdad. Mi amigo comprendió que sólo se le pedía que aportara soluciones a la imagen puntual para reparar, en una parte mínima pero de importancia estratégica, un desbarajuste que llevaba más de 40 años produciéndose, y que se había acelerado en los últimos años merced a las demandas reales de crecimiento, pero también a las necesidades de supervivencia política del tradicional partido y gestores actuantes. Al parecer, lo que le convenció del todo de que eso era casi imposible, inútil, y conflictivo, y de que una cierta seriedad profesional le impedía asumirlo, era que al mismo tiempo un cualificado y conocido equipo de urbanistas madrileños estaba terminando de redactar el último Plan General de Ordenación Urbana, amén del preexistente equipo técnico del Departamento de Urbanismo y Obras municipales. Por eso resultaba evidente, decía mi amigo, que para sobrevivir a los tiempos la gestión política necesitaba de una cierta renovación de la imagen urbana, o de la entronización de una nueva con mayor atracción, coqueteo de esquina pública, florecer de rincón urbano abandonado, y espectáculo popular de diseño y gasto vía electoral.
Por ese entonces, y también antes, en alguno de esos municipios (Getafe parece haber sido el pionero), se emprendieron campañas y acciones similares de Arte y Diseño urbano aunque inicialmente insufladas por otras perspectivas político-sociales, que en alguno de ellos -y todavía es moda- aún continúan para disimular la pobreza y horror generalizado del verdadero urbanismo entronizado y su consecuente arquitectura.
Finalmente, acordemos que lo urbano no se cualifica, enaltece o reduce su impacto más que por la concienzuda exploración y razón previa de su puesta en el espacio, es decir, a través de un cuidadoso, responsable, profesional y, en todo caso, popularmente consensuado planeamiento democrático. Todo lo contrario de lo que se viene haciendo normalmente en España desde hace bastante tiempo, incluyendo la segunda mitad del actual período democrático, y que últimamente empeora. Para colmo, nuestro país ha perdido al galope los rastros cultos y finamente populares de su espacio urbano, así como su riqueza y diversidad construida histórica, y se ha ganado a pulso la destrucción de todo ello, sustituido por implantaciones de interés meramente especulativo o político.
Desde luego, ningún Arte Urbano por maravilloso que sea, podrá rescatarla de ese desastre, y sólo servirá de consuelo circunstancial, de engaña votantes, de aportación cultural mediocre o de perfil bajo, vana, de relumbrón y lujuria del famoseo, por más buena voluntad que se ponga en ello. Lo cual no es óbice para que aparezcan, alguna vez, intervenciones que sí pueden encadenar mejoras en ese sufrido espacio público donde señorea el ciudadano de a pié, que es la aglomeración urbana y aún la rural. Pero ¡ojo!, que no todo el campo es orégano. Como mucho pastito. ¿Entonces? Entonces, como sucede en la mayoría de estos artefactos del Arte Público útil en los espacios urbanos, la lectura de su ser y estar pierde carga de profundidad y permanece en la anécdota, en el puro espectáculo – oscuro mal de nuestros días- con cierto aire de cuento infantil congelado en el tiempo, imagen tergiversada de las 1.000 y Una noches, o parque temático al más puro estilo Disney-World. Aunque en el caso de las obras que nos ocupan, esa sensación generalizada sea superada por la consolidación expresiva de las puras formas.
Como ejemplo, uno de los profesionales que más intervenciones ha hecho en esas lides y municipios, ha sido el artista plástico, profesor, teórico y divulgador del arte y la arquitectura, Don Ángel Aragonés, también vinculado a una de las organizaciones de artistas plásticos más activa en Madrid y España. Él y su equipo han venido participando con sus obras en varios de esos municipios extra madrileños, pero también en el área centro de la propia capital desde el comienzo de la Democracia. Al principio sólo eran pinturas murales dentro de aquella primigenia idea de animar, con modernidad y temas populares, las olvidadas medianeras ciegas y los oscuros rincones de la ciudad herida, donde la reelaboración y sutura urbanística podría aún tardar demasiado, así como en los nuevos y solitarios espacios públicos de reciente construcción.
Desde los tiempos de bonanza económica y afán de figurar en el “¿Quién es Quien?", de la gestión municipal urbana, Aragonés ha venido interviniendo además en grandes espacios, parques, ejes viales, plazas, etc., con todo tipo de propuestas y artefactos de arte y diseño urbano útil, se supone. Este profesional es un polifacético artista plástico que ha desarrollado sus capacidades expresivas con la delectación de un hombre del Renacimiento, claridad de ideas y formal adscripción a una definida línea de pensamiento y emoción cultural, transmitida además a través de numerosos cursos y clases asumidos con dedicación profesoral en diversos foros y espacios populares de formación. Es además un pertinaz y gran dibujante, de los de cuaderno de campo en ristre, así como un espléndido conocedor de la historia del arte mundial, o las dominantes corrientes y representantes del arte español, que suele incluir de manera casi automática o subconsciente, y con carácter de homenaje admirativo, en la forma y contenido de sus propios trabajos. Estos incluyen, en cualquiera de las técnicas y cualidades expresivas utilizadas, esa dependencia primordial con el dibujo continuamente practicado, y fundamental vinculación a una espiritualidad alegre, juguetona, y al mismo tiempo crítica, todo ello residuo poético aposentado de su pensamiento político y de su capacidad discursiva o coloquial de estructura tertuliana.
Las actuaciones de Aragonés y equipo en el medio urbano han resultado a veces espectaculares en cantidad, diversidad de motivos y espacios tratados: grandes ejes urbanos, tanto de vehículos como peatonales, plazas, parques, equipamientos, etc. En cuanto a la calidad constructiva de las mismas, siendo alta puede incluso llegar a ser exagerada, es decir que puede sobrar material de buen nivel, y cierta redundancia en su uso, dominando la voluntad o deseo de expresión plástica a la necesaria síntesis constructiva y de uso (diseño adaptado y funcional). Por otra parte, aquella vocación de guiño poético y juguetón del que hablábamos, se impone muchas veces a la resultante plástica y funcional, ocultando entonces la forma poética expresiva profunda.
Aragonés es, como hemos dicho, popular difusor de las causas y capacidades formales del arte, así como de sus varias y específicas técnicas, y los numerosos cursos, cursillos, charlas, clases y lecciones que ha venido impartiendo desde hace tiempo, y en particular a partir de los primeros ayuntamientos democráticos desde los conocidos “talleres municipales”, o desde su propia empresa con sus vinculaciones a organismos como UNESCO y otros similares, así lo corroboran, siendo posible rastrear sus efectos en la innumerable parroquia de ex alumnos, prometedores profesionales, sobre todo mujeres –ya se sabe-, con los que nos podemos encontrar, repetidamente, en cualquiera de sus exposiciones o inauguraciones. Bien, sólo esa magna tarea bastaría para concederle honores de Gran Difusor de un arte cercano, reconocible, popular, asimilable aunque a veces no del todo entendible, así como retransmisor de otros reconocidos y famosos órdenes plásticos y artistas de la historiografía cultural nacional, o sea española, pero de claro rastro castizo.
Antonio di Luca
arte_qdarte / 2008
Por otra parte, la gestión política de algunos de esos municipios ha pasado en los últimos períodos electorales a manos del centro derecha, luego de haber estado administrados desde el inicio de los ayuntamientos democráticos por la izquierda: PSOE, PC, IU. En el albor de esa pérdida de la confianza popular en una determinada gestión, ha jugado un importante papel la renovación de las tradicionales capas sociales residentes, con la aparición de nuevos habitantes vinculados a la entronización de grandes instalaciones de servicios públicos, administración, equipamientos y empresas. Es decir, que se ha pasado de la reivindicación básica de clase -campesinos y obreros- a la búsqueda de un nuevo confort, bienestar social, viviendas más baratas que en la gran metrópoli, y posibilidades de empleo cercano y de calidad. La nueva e histórica expulsión trans-metropolitana.
Esto ha generado la necesidad de nuevas infraestructuras, servicios, comercio, cultura, etc., para unas capas sociales con más exigencias respecto a la calidad de vida y el medio ambiente. Es decir, la mejora y ampliación vinculable de parques, jardines, plazas, espacios de juego y deportivos, viales, imagen urbana, iluminación, etc., todo ello sobre un tejido complejo, desestructurado, inconexo, en definitiva desorganizado, que ha sido ampliado a golpe de estrategia política circunstancial, o de presión inmobiliaria, pero no resuelto es sus falencias.
En alguno de esos momentos de rotura en la continuidad de la gestión política, un personal amigo, diseñador urbano y experto en ordenación y desarrollo del territorio, fue llamado por el regidor de uno de esos municipios con perspectivas de reventar en crecimiento, ordenación y sutura urbana, para actuar de manera urgente como una especie de “ángel regenerador” de heridas e imagen producidas por el caos urbano del nuevo “desarrollismo democrático”, amparado en el lema: “Quién crece más, tendrá más recursos para mejorar el nivel de bienestar social”, paradoja que nunca se alcanza de verdad. Mi amigo comprendió que sólo se le pedía que aportara soluciones a la imagen puntual para reparar, en una parte mínima pero de importancia estratégica, un desbarajuste que llevaba más de 40 años produciéndose, y que se había acelerado en los últimos años merced a las demandas reales de crecimiento, pero también a las necesidades de supervivencia política del tradicional partido y gestores actuantes. Al parecer, lo que le convenció del todo de que eso era casi imposible, inútil, y conflictivo, y de que una cierta seriedad profesional le impedía asumirlo, era que al mismo tiempo un cualificado y conocido equipo de urbanistas madrileños estaba terminando de redactar el último Plan General de Ordenación Urbana, amén del preexistente equipo técnico del Departamento de Urbanismo y Obras municipales. Por eso resultaba evidente, decía mi amigo, que para sobrevivir a los tiempos la gestión política necesitaba de una cierta renovación de la imagen urbana, o de la entronización de una nueva con mayor atracción, coqueteo de esquina pública, florecer de rincón urbano abandonado, y espectáculo popular de diseño y gasto vía electoral.
Por ese entonces, y también antes, en alguno de esos municipios (Getafe parece haber sido el pionero), se emprendieron campañas y acciones similares de Arte y Diseño urbano aunque inicialmente insufladas por otras perspectivas político-sociales, que en alguno de ellos -y todavía es moda- aún continúan para disimular la pobreza y horror generalizado del verdadero urbanismo entronizado y su consecuente arquitectura.
Finalmente, acordemos que lo urbano no se cualifica, enaltece o reduce su impacto más que por la concienzuda exploración y razón previa de su puesta en el espacio, es decir, a través de un cuidadoso, responsable, profesional y, en todo caso, popularmente consensuado planeamiento democrático. Todo lo contrario de lo que se viene haciendo normalmente en España desde hace bastante tiempo, incluyendo la segunda mitad del actual período democrático, y que últimamente empeora. Para colmo, nuestro país ha perdido al galope los rastros cultos y finamente populares de su espacio urbano, así como su riqueza y diversidad construida histórica, y se ha ganado a pulso la destrucción de todo ello, sustituido por implantaciones de interés meramente especulativo o político.
Desde luego, ningún Arte Urbano por maravilloso que sea, podrá rescatarla de ese desastre, y sólo servirá de consuelo circunstancial, de engaña votantes, de aportación cultural mediocre o de perfil bajo, vana, de relumbrón y lujuria del famoseo, por más buena voluntad que se ponga en ello. Lo cual no es óbice para que aparezcan, alguna vez, intervenciones que sí pueden encadenar mejoras en ese sufrido espacio público donde señorea el ciudadano de a pié, que es la aglomeración urbana y aún la rural. Pero ¡ojo!, que no todo el campo es orégano. Como mucho pastito. ¿Entonces? Entonces, como sucede en la mayoría de estos artefactos del Arte Público útil en los espacios urbanos, la lectura de su ser y estar pierde carga de profundidad y permanece en la anécdota, en el puro espectáculo – oscuro mal de nuestros días- con cierto aire de cuento infantil congelado en el tiempo, imagen tergiversada de las 1.000 y Una noches, o parque temático al más puro estilo Disney-World. Aunque en el caso de las obras que nos ocupan, esa sensación generalizada sea superada por la consolidación expresiva de las puras formas.
Como ejemplo, uno de los profesionales que más intervenciones ha hecho en esas lides y municipios, ha sido el artista plástico, profesor, teórico y divulgador del arte y la arquitectura, Don Ángel Aragonés, también vinculado a una de las organizaciones de artistas plásticos más activa en Madrid y España. Él y su equipo han venido participando con sus obras en varios de esos municipios extra madrileños, pero también en el área centro de la propia capital desde el comienzo de la Democracia. Al principio sólo eran pinturas murales dentro de aquella primigenia idea de animar, con modernidad y temas populares, las olvidadas medianeras ciegas y los oscuros rincones de la ciudad herida, donde la reelaboración y sutura urbanística podría aún tardar demasiado, así como en los nuevos y solitarios espacios públicos de reciente construcción.
Desde los tiempos de bonanza económica y afán de figurar en el “¿Quién es Quien?", de la gestión municipal urbana, Aragonés ha venido interviniendo además en grandes espacios, parques, ejes viales, plazas, etc., con todo tipo de propuestas y artefactos de arte y diseño urbano útil, se supone. Este profesional es un polifacético artista plástico que ha desarrollado sus capacidades expresivas con la delectación de un hombre del Renacimiento, claridad de ideas y formal adscripción a una definida línea de pensamiento y emoción cultural, transmitida además a través de numerosos cursos y clases asumidos con dedicación profesoral en diversos foros y espacios populares de formación. Es además un pertinaz y gran dibujante, de los de cuaderno de campo en ristre, así como un espléndido conocedor de la historia del arte mundial, o las dominantes corrientes y representantes del arte español, que suele incluir de manera casi automática o subconsciente, y con carácter de homenaje admirativo, en la forma y contenido de sus propios trabajos. Estos incluyen, en cualquiera de las técnicas y cualidades expresivas utilizadas, esa dependencia primordial con el dibujo continuamente practicado, y fundamental vinculación a una espiritualidad alegre, juguetona, y al mismo tiempo crítica, todo ello residuo poético aposentado de su pensamiento político y de su capacidad discursiva o coloquial de estructura tertuliana.
Las actuaciones de Aragonés y equipo en el medio urbano han resultado a veces espectaculares en cantidad, diversidad de motivos y espacios tratados: grandes ejes urbanos, tanto de vehículos como peatonales, plazas, parques, equipamientos, etc. En cuanto a la calidad constructiva de las mismas, siendo alta puede incluso llegar a ser exagerada, es decir que puede sobrar material de buen nivel, y cierta redundancia en su uso, dominando la voluntad o deseo de expresión plástica a la necesaria síntesis constructiva y de uso (diseño adaptado y funcional). Por otra parte, aquella vocación de guiño poético y juguetón del que hablábamos, se impone muchas veces a la resultante plástica y funcional, ocultando entonces la forma poética expresiva profunda.
Aragonés es, como hemos dicho, popular difusor de las causas y capacidades formales del arte, así como de sus varias y específicas técnicas, y los numerosos cursos, cursillos, charlas, clases y lecciones que ha venido impartiendo desde hace tiempo, y en particular a partir de los primeros ayuntamientos democráticos desde los conocidos “talleres municipales”, o desde su propia empresa con sus vinculaciones a organismos como UNESCO y otros similares, así lo corroboran, siendo posible rastrear sus efectos en la innumerable parroquia de ex alumnos, prometedores profesionales, sobre todo mujeres –ya se sabe-, con los que nos podemos encontrar, repetidamente, en cualquiera de sus exposiciones o inauguraciones. Bien, sólo esa magna tarea bastaría para concederle honores de Gran Difusor de un arte cercano, reconocible, popular, asimilable aunque a veces no del todo entendible, así como retransmisor de otros reconocidos y famosos órdenes plásticos y artistas de la historiografía cultural nacional, o sea española, pero de claro rastro castizo.
Antonio di Luca
arte_qdarte / 2008
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