jueves, 23 de agosto de 2007

ELLOS, la PROFE, y.....los OTROS.

(Cuento de cuentistas)


I / Prosiga, señor Secretario...

Ellos dicen, explican, prometen, juran, que cada vez que venía a la clase de su grupo, no dejaba de alabar las azañas de "los otros". Poco a poco, los componentes de ese segundo grupo generado a partir del rebosamiento y casi duplicación del cupo fijado inicialmente, pero que en realidad era primero por el día de la semana -martes- en que debía reunirse, al tiempo que adquirían a los ojos de aquellos cierta consideración por esa alabanza continua, provocaban también oscuro rechazo, frustración, envidia quizás. Mientras que éste, el de ellos, el de verdad, el auténtico dicen que podríamos decir, dado que agrupaba a los veinte primeros anotados y pagados, que se quejaba, se sentía ofendido, herido, y reclamaba, era el segundo, porque su día de clase, reunión o trabajo -los miércoles- era consecutivo, posterior. Y para colmo de males, decían además: "¡El otro, lógicamente, había comenzado antes!"
Parte de esa confusión, mal entendimiento, tensión justificada, se debía a esa fenomenología equívoca entre cadencia de la reserva de plazas, "numerus claussus" del grupo -obligado a ser reducido por la capacidad de la sala donde debía celebrarse el taller- día inicial de celebración, y milagro de multiplicación final de participantes, con la consiguiente necesidad de creación de dos, y tres si hubiera sido posible, conjuntos de alumnos. Al final, estos, cual subconjunto incluido dentro del primer límite, los que habían llegado antes, los que se vivían con los derechos básicos, se inscribieron con premura y además pagaron con anticipación responsable, fueron a parar al día de la semana que se estableció desde un principio, sí, pero que resulto ser posterior. Los otros, los que desbordaron el número inicial previsto, y obligaron a los organizadores, a la propia responsable del curso, a crear ese "otro" y segundo grupo, por conveniencias de aquella pudo comparecer y celebrar su clase justo el día anterior.
Paradigma babélico de la confusión entre grupos y tiempos asignados, cada uno con sus derechos históricos y días de celebración del curso, que vino así a complicar y ensombrecer el ambiente, dando la apariencia de que el otro, el segundo, se adelantaba en todo porque se reunía el día previo. Estas cosas suceden, no son aparentemente importantes, pero producen alteraciones de la normalidad causal, de la concatenación lógica de los hechos, de la sucesión veraz, lineal, de tiempos y acontecimientos que no conviene airear demasiado. Y sobre todo disturban el propio orgullo de los participantes, el amor propio, la lucha del yo por su circunstancia y privilegio. De esto se quejaban los alumnos del primer grupo, y único que debía haber sido en buena lógica. De esto, y según ellos, de muchas otras extrañas actitudes que se achacaban a la curiosa forma en que F.L, la Profe, intentaba darles ánimos, proponerles temas, trabajos, escenarios futuros para poder convertirse en hábiles narradores, apoyándose en el control y conocimiento que podía ejercer en esa confusa y misteriosa ambivalencia de vaivén entre ambos grupos y momentos a la que solo ella tenía acceso. Que si el otro, el del día anterior, se adelantaba en todo -cosa que por otra parte no era nada extraña pues ya venía mecánicamente dado, claro- que si los alumnos del otro ya habían leído los textos de los grandes narradores traídos como ejemplo, y parte de los propios, los que debían aportar de su propia cosecha. Que si a los del otro se les ha ocurrido tales y cuales cosas. Que si algunos de los del otro han sabido descubrir y describir el intríngulis de tal cuento, y así. Así casi todos los días de clase que se sucedían semana a semana. ¡Uff, era cabreante!
Algunas personas del grupo del segundo día de la semana, el que en origen había sido concebido como el único posible, es decir, los de éste grupo, el primero en rigor, comenzaron a vislumbrar, a tratar de entender, quizás a presuponer, que algo oscuro se ocultaba detrás de ese ir y venir de noticias y alabanzas que desgranaba la Profe cada día. Si bien estos recibían el continuo meritaje subliminal de las heroicidades literarias de los otros, integrantes desconocidos del, por un lado, segundo grupo, pero primero en el percurso semanal, quien sabe si con ellos no sucedía lo mismo en sentido inverso. Hay que considerar que si bien el tercer día de la semana en que se reunía el primer grupo venía después, también era cierto que transcurría antes que el segundo de la semana siguiente en que se reunía el otro, lo que podría haber dado pie a que la Profe reprodujera sus comentarios pero ahora en sentido inverso, es decir a favor del aquél. ¿Pero quien, sin mantener contacto habitual entrambos grupos, como la misma F.L. disponía y hacía, podría saber si eso era cierto, comprobarlo, certificarlo?. Era prácticamente imposible, y por lo tanto imposible también matizar el grado de ansiedad que producía en el primero que todo lo bueno sólo viniera del segundo. Algunos de los componentes de éste primer grupo comentaron que, por simple curiosidad, habían intentado colarse en las sesiones del otro, el día anterior, o al menos hablar con alguno de sus componentes, intentar sonsacarles si recibían también, por parte de la Profe, punzantes elogios respecto de ellos mismos, es decir del grupo del día después. Para tal averiguación, entre otras dignas aventuras del Dr. Watson emprendidas en comandita, intentaron convencer al ordenanza encargado de pasar lista que se habían equivocado de día, y tratar así, previamente, de colarse en la clase aún a sabiendas de que los descubrirían. Pero eso, acotan, tampoco fue viable, y vino a añadir una nueva carga a la creciente frustración que experimentaban, además de tener que afrontar ciertos equívocos y momentos vergonzantes. Poco a poco se fueron convenciendo más alumnos del primer grupo (y ya saben que segundo por día de la semana, el tercero), que algo oscuro existía en ese venir, y posible ir, de noticias que acompañaban a F.L, la Profe, tal que pajaritos inocentes y cantarines revoloteando en su derredor. O que simplemente todo era producto de ese, su particular entusiasmo de enseñante, de experta dedicada a su tarea con las complejidades y esfuerzos que el asunto demanda, contenta en fin ante los buenos resultados que el bi-curso de ida y vuelta denotaba.

II / Vaya concluyendo, señor Secretario...

Todo comenzó prácticamente ya en la segunda clase -del primer grupo, el segundo día, que era el tercero y miércoles de la semana- cuando la Profe se apareció con varios ejemplares de un manual sobre técnicas narrativas y problemas anexos del oficio de escritor de brevedades, producto destilado desde su propia experiencia y editado algunos años atrás. Entonces fue cuando ella les dijo aquello de que los otros, los del grupo del día anterior, ya lo habian comprado, y que tan sólo quedaban algunos pocos ejemplares. Curiosamente, razonaron después, lo mismo que vino a repetir el penúltimo día de clase, pero ya sólo con los dos libros que exhibía en la mano derecha, mostrándolos alternativamente a uno y otro lado del extremo menor de la gran mesa ovoide sobre la que se distribuían los alumnos. -Ya lo veis; me quedan estos, nada mas- repitió al menos tres veces, dando a entender que se agotaba algo fundamental para el oficio de escritor, y que harían mal en perdérselo.
Cada día de clase sorprendía a los alumnos del primer grupo -segundo por el día de la semana en que se celebraba, como recordará usted, Señoría- con cuestiones similares. Azañas literarias que evidenciaban las dotes como narradores de los alumnos del otro grupo, haber estos entendido perfectamente la oscura trama de un cuento de Poe, o de Katherine Beauchamp-Mansfield -y mira que es difícil- o ponerse a organizar con gran entusiasmo la posibilidad de continuidad del taller, pero ahora fuera de la tutela del Centro que los acogía. De forma que los de éste grupo fueron poco a poco cayendo en la consideración de sí mismos como unos zoquetes y lerdos totales, incapaces de que se les ocurriese algo, convencidos de que sólo escribían cosas absurdas, y así se dieron a reprochárselo unos a otros, como si estuviesen en plena sesión de terapia liberadora de la dura carga de culpa que se les asignaba. Cuando faltaba una sesión para el buen término del curso, de las cinco o seis previstas, llegó la Profe con la noticia de que "los otros" habían terminado de leer y digerir todos los cuentos, los propios y extraños, los de los grandes y los de los aprendices. Y vino a decir tal cosa cuando los de "éste grupo" eran plenamente conscientes de que a ellos, cuanto menos, les quedaba por trabajarse la tercera parte de todo el material. ¡Menudo fiasco! Hubo uno de los alumnos de éste primer grupo que ya mosqueado por tanta diligencia y efectividad de "esos otros", llegó a preguntar, casi con la inocencia confusa de un sospechante habitual herido en su amor propio, que si los otros existían de verdad, y que si era así serian pocos, o en todo caso jóvenes y talentosos alumnos universitarios de la carrera de letras, o sea, listos hasta la indecencia y además entrenados. -Pues no- respondió F.L. con la mayor de las naturalidades, -son como vosotros. Pero casi nadie pareció creerse aquello, y dicen que fue en ese momento cuando a la mayoría se le colocó la duda en la frente, como sucede con las series malas de la televisión, pero que al mismo tiempo sirve para entender de que va todo eso que hasta entonces no comprendías ni leyendo tres veces el comentario avanzado por las revistas especializadas del medio.
En la siguiente clase, la última, la Profe llegó feliz y campechana anunciando que los del otro grupo, aprovechando el tiempo que les sobraba a raudales, habían confeccionado un listado con los nombres, teléfonos y direcciones de e-mails de todos sus participantes, que lo habían distribuido y que también habian organizado ya la posible extensión de las clases fuera del centro, en un coqueto y adecuado bar literario de las proximidades, donde pensaban continuar con su experiencia ávida de conocimientos "ad inifinitun" sobre los laberintos de la narración, o por ahora y mientras tanto, cuanto menos. -Ya se los advertí el otro día. ¿Y ustedes, por qué no hacen lo mismo?- concluyó F.L., a manera de clara incitación a la homología funcional. Era evidente que la Profe pretendía dar a entender que todo era idea y cosa de los alumnos del martes que ella aceptaba gustosa. Que las clases, mejor dicho reuniones, taller de lecturas, consejos y aporte de material técnico de trabajo, comenzarían a partir del primer día del siguiente mes, con turnos alternos para uno y otro grupo, si estos, claro, los del primero, los del miércoles, querían, se apuntaban, asistían y, sobre todo, pagaban. Ante tal envite -lo tomas o lo dejas, y si lo dejas eres pánfilo, aletargado, cobarde ante los retos de la vida- una reacción mezcla de envidia, desconfianza, y preocupación por el futuro se apoderó de unos cuantos, quizás también incluida la clásica mayoría silenciosa. Quizás se sintieron heridos en su amor propio, y en todo eso que trae aparejado el que a uno, unos cuantos en éste caso, se les diga que otros están a hacer lo mismo, pero antes, más y mejor, y que por lo tanto son más listos. Sí, porque el afán de competencia está presente, aunque soterrado muchas veces, en todo el mundo, y que si se produce entre personas de distintos grupos tiene además ese oscuro resorte de respuesta que nadie menciona, pero que va creciendo en el interior de todos y cada uno, contradecido por el recurso al amparo en la conocida farsecilla interior: "Yo no voy a decir nada, no vayan a creer que a mí esto me afecta, que me preocupa". Nadie quiere mostrar su sentimiento, y el asunto sigue creciendo, corroyendo las defensas interiores de los destinatarios, cosa de lo que se encarga el mismo mensajero inicial, aparentemente desinteresado pero leal, que lanzó el desafío, y que controla las claves de la situación. Y todo termina por reventar.
Fue entonces, esa misma noche, la última del curso oficial, cuando después de confeccionar apresuradamente, con grandes lagunas, tal lista propia de alumnos, y de recibir a cambio, de manos de la Profe, una especie de citación con días, fechas, lugar y precio del cursillo de continuidad -"¡Exagerado!", apostillaron unos cuantos con gestos y palabras mudas al comentarlo- cuando esos cuantos, y alguno más de los de éste grupo primero, quizás los más desconfiados, o los más interesados y valientes, quién sabe, resolvieron ir a consultar, a rogar si fuese necesario, que un investigador privado, amigo de uno de ellos, tratara de averiguar algo al respecto, de saber que ocultas razones navegaban por el interior de ese aparente laberinto. A pesar de la insistencia del grupo, de la mediación de su amigo, del intento de comprensión de esa alterada e inusual petición, el hombre, con criterio claro, razonado, se negó.

III / ¿Se negó usted...?

Bueno, sí, me negué al principio, porque aquello era absurdo. Incluso creo que les dije que en toda esa historia no parecía haber nada extraño, que seguro respondía al interés verdadero y profesional de F.L., así como que, lo más probable, todo sería producto de la propia sugestión que en ellos causaba la lectura de tantos textos intrigantes y sutiles, o que se les había subido a la cabeza y luego bajado al esternón, la gravedad confusa, misteriosa y real al mismo tiempo, de los cuentos de Borges, del que yo mismo era, soy, lector seducido y voraz. Y para que hablar si hubiesen leído al mismísimo Pessoa o a cualquiera de sus heterónimos. O al espléndido William Le Qeoux. Pero al final, encabezados por la locuaz y sutil palabrería de mi amigo, al que tantos y tan buenos momentos y favores debo -sí, es cierto, tuve que reconocer- lograron convencerme. ¿Cómo pagarme?, insistieron luego hasta casi aburrirme. Les tranquilicé. La verdad es que en mi fuero interior no pensaba ocuparme demasiado del tema, seguía considerándolo una tontería, un complot de vanidades y coqueterías. Pero probablemente convencido cuanto menos de que algo divertido sacaría de todo aquello, opté por alegar que si tenían razón no les cobraría nada, pero que si estaban confundidos deberían invitarme a una magna cena, no solo a mí, sino tanto a la propia y hábil F.L., la famosa Profe, como a "los otros", pues convencido estaba, elucubré, en que aquellos eran tan reales como ellos mismos. Y remachando mi plena confianza en la absoluta normalidad de los hechos, les advertí que, de forma inequívoca, se verificaría entonces el merecido desagravio de F.L. -¡Hombre, seguro!-, apostillé observando divertido los gestos de incredulidad y desazón de los que me rodeaban, y dando así por zanjado el tema con ese aire de suficiencia psicoanalítica que asumo cuando me interesa o el tema lo requiere.
Para tal cometido aportaron al momento el dichoso listado, elaborado con premura, con los nombres y breves datos de todos los alumnos participantes en el grupo, adjuntando al mismo una somera descripción de F.L., su perfil profesional y humano, a medias extraído de una enciclopedia literaria, a medias recopilado por ellos mismos. Se me indicó además quién era la persona responsable de la organización del curso dentro del Centro, la misma que había confeccionado la lista de participación donde sólo ese primer grupo figuraba en un principio, y dibujaron sobre la marcha un pequeño plano esquemático del edificio, con indicación de la sala donde el curso tenía lugar, la forma de acceso, la de control de asistencia, los días y las horas de celebración y, por último, el nombre y la dirección del bar donde se planteaba hacer el taller de continuación. Todo ese batiburrillo de datos y sospechas me hizo sonreír otra vez. Aquello bien aparentaba ser el juego de unos niños enfadados, prestos a devolver el golpe de un jugador de mayor solidez. El compromiso de investigación estaba sellado, muy a mi pesar, y tuve que asumir, o intentar demostrar, que estaba resuelto a acometer la tarea con diligencia y brevedad, pues, como repetían de forma machacona mis ahora clientes, tan sólo unos pocos días quedaban por delante.
Pasé todo ese fin de semana tratando, con total desgana, de aproximarme a las coordenadas esenciales del tema, pero sobre todo analizando de que manera breve y elegante podía zafarme del asunto sin que fuera demasiado evidente, y responder al mismo tiempo al compromiso adquirido. Convencido estaba, repito, que el caso no tenía sustancia ni misterio que destapar, así que la mejor manera de acabar pronto era emprender una bien planeada campaña de acceso a los datos sustanciales. Traté entonces de adentrarme y esclarecer el por qué del comportamiento de ese grupo donde se integraba mi amigo. A él lo conocía bien, sabía que podía haber adoptado un rol, el que siempre le gusta jugar en estos casos, el de provocador interno. Lo hace por divertirse, por poner a prueba a los demás, y a veces sólo por fastidiar, sobre todo a los responsables de grupo, sean líderes, profes, tutores, jefes o jefazos, maestros...., etc. Eso también me animaba, fue lo que en definitiva me empujó a aceptar el caso. Seguro que todo era una farsa, un montaje canalizado por él a partir de algunos datos o elementos que a la mayoría de las personas se les escapan, pero que mi amigo es capaz de descubrir y aprovechar, e incluso ver más allá de la realidad aparente buscando evidenciarla, o quizás tergiversarla. Por eso éramos tan amigos. No sólo me divertía su actitud, aunque a veces resultara chocante, puede que hiriente, pero en mi caso, sobre todo, me ayudaba a encontrar pistas, rastros, que normalmente eran difíciles de desentrañar.
Bien, tratemos Señoría de entender el comportamiento del grupo más allá de las inducciones o trampas a las que pudo haberlo empujado mi amigo. A menudo se atribuye a las personas hechos y comportamientos sin hacer un esfuerzo mínimo en descifrar las causas o antecedentes que los motivan. Las personas aparentan así ser dueñas de sus actos y destino, otorgándoles la difícil facultad divina de haberse encontrado o realizado como seres plenos, de haber llegado a comprender su Yo profundo y actuar en conciencia y consecuencia. Pero la mayoría de las veces, la que ahora me ocupa incluida, no suele ser así, y las personas actúan por simple inercia, sin voluntad, ni mala ni buena, tan sólo impulsadas por los entrenados resortes de su actividad habitual, del movimiento de vaivén generado por el grupo en el que se incluyen, o del adiestramiento personal en un determinado nivel de comportamiento, y aún de un particular "metiere". Es difícil sustraerse a esa inercia vivencial, a lo condicionado. Por otra parte creo sinceramente que, en el caso de F.L., no parece existir un comportamiento anormal, ajeno a una cierta deontología profesional. Dedicada a la literatura desde hace tiempo, si bien su perfil no se corresponde con el de una "literata" en el sentido estricto del término, diría que por origen y desarrollo de su dedicación más bien es una "especialista literaria". Ha llegado a ello, indudablemente, por su preparación cultural, pero sobre todo por su trabajo inicial como experta en contratos de edición, por su instrumentación subsecuente como consejera y revisora de ediciones, en corrección de pruebas, su variada participación en jurados de concursos y premios literarios, y finalmente por sus diversos cargos ejecutivos en varias editoriales. Actividades todas que poco a poco han ido ampliando su conocimiento, gusto propio, interés y formación en la escritura, en la expresión literaria, bien en el ensayo y análisis de otros textos, bien como personal autora en la narrativa pura, ya se trate de textos breves o de novela, y reconozco que a veces con gran calidad y carácter. Finalizado o mediado ese proceso, era casi obligado que experimentara y aplicara sus conocimientos en el campo educativo. Evidentemente, ese matiz de natural dedicación a la práctica y difusión de todo ello, a su capacidad para reconocer la valía de un texto, a la de negociar publicaciones, compras de originales, intercambio de derechos, ha ido modelando su propio comportamiento ritual, esa cualidad que, según sus alumnos, tiene de colocar o sugerir una idea, un tema, una acción vinculante. Todo ha ido coincidiendo, sumándose en esa natural estrategia para convencer y operar con determinados valores y situaciones en el amplio, dificultoso, mercado literario. Algunos de los componentes del grupo han llegado a insinuar también que toda esa actitud respondía, responde, a su pertenencia cultural, en el sentido de lugar de nacimiento y formación en un particular contexto socio histórico y cultural. Sí, quizás haya algo de eso también, tuve que aceptar, pero advirtiendo que no era bueno barajar los tópico habituales que rigidizan la comprensión de un ser humano.
Era palpable que F.L., la Profe, había estado construyendo, en las cinco o seis semanas del curso, un perfecto tejido, una urdimbre de motivos personales, llamadas de atención, intereses vehiculados, que no compartían o entendían sus ocasionales pupilos. Mejor dicho, la mayoría de ellos, al menos los de éste conocido y aquí presente grupo primero, no tenían opinión concreta al respecto, ni siquiera elementos claros de juicio para poder construirla, según pude comprobar a través de mis propias investigaciones. Como mucho se sentían molestos por esa actitud, y suponían, por pura intuición, que sus propios intereses no habían sido valorados. ¿Y "los otros"?, se empeñaban en acotar. Averiguarlo sería una de mis primeras tareas. Mi amigo completó el cuadro de datos y señales haciéndome una pequeña pero deliciosa interpretación del aspecto físico de F.L., junto a las sensaciones que su presencia deparaba. Pido disculpas de antemano, en nombre de ambos, si en todo ello puede observarse cierta desviación de tono machista.
-Mira, está claro que la mujer proviene de la burguesía culta catalana, y posiblemente haya completado su formación en algún país europeo de nuestro entorno, o en varios me atrevería a decir. Francia e Inglaterra, quizás Suiza-, aventuró mi amigo con su habitual seguridad a prueba de errores. -Además, creo que traduce perfectamente en una o dos de esas lenguas. Por su aspecto y forma de vestir la podríamos confundir con alguien procedente de cualquiera de esas culturas. Tiene un cuerpo y unas maneras expresivas que la acercan mucho a la imagen que tenemos de las grandes divas literarias del período entreguerras del siglo pasado, una chica del grupo de Bloomsbury, tipo Virginia Wolf, o cercana a sus admiradas y más modernas Clarice Lispector y Katherine Beauchamp-Mansfield. No es que sea bella, pero a sus cuarenta y pico años mantiene un cierto atractivo quizás aportado también por ese aire de sexualidad ambigua que la acompaña, que se expresa además a través de su cuerpo, carente de curvas marcadas, tornado hacia lo andrógino, con la cadera estrecha, el trasero firme y bajo, y los senos medianos, ligeramente respingones pero caídos, señal de ausencia de sujetador. A veces me recuerda a la inquietante Greta Garbo de la primera época, o a la joven Katharine Hepburn, pero con menos pasión que estas, y más "seny", si puede decirse. Su forma de vestir tiene, como en las citadas, algo de varonil, con suéter ajustados muy del gusto anglosajón, aunque use faldas, siempre largas y entubadas que marcan sus nalgas, todo ello siempre en tejidos y colores naturales, ligeramente contrastados con azules y rojos. Su comportamiento, al menos con los que hemos sido sus alumnos circunstanciales, demuestra seguridad, pero también una equívoca cortesía que torna pronto en firmeza y autoridad si la situación lo requiere. Parece compartir a un nivel de igualdad las alternativas del momento, tratando de acercarse a la gente, pero demuestra que sabe perfectamente cual es su papel y situación en el contexto del grupo. Y eso es todo lo que puedo comentarte.
-Pues bastante, tuve que reconocerle a mi amigo mientras terminaba de tomar nota de esas cualidades tan bien explicadas por él. -¿Fuma; está casada?-, pregunté como colofón sin saber bien para qué.
- Lo ignoro. Pero si he podido observar que lleva un ancho anillo en el anular de la mano izquierda que recuerda vagamente a uno de matrimonio, aunque más sofisticado. Quiero decir culto, con cierta apariencia medieval, poco estridente, sencillo, quizás en oro de varias tonalidades.
El lunes siguiente, poco antes de media tarde, decidí comenzar las pesquisas acudiendo al Centro donde se impartían los talleres. Me había propuesto resolver el asunto en uno o dos días. -No más, me dije a mí mismo. La persona encargada, una chica de mediana edad, agradable, sosteniendo aún cierto aire de muchacha marchosa de suburbio, me miró con extrañeza cuando le pregunté sobre el curso.
- Terminó esta pasada semana. Creo que ha llegado un poco tarde-, me dijo con sonrisa y mirada algo burlonas, mientras no dejaba de preocuparse por anotar algo a mano en unos listados que sacó del ordenador.
- ¡Que pena!-, solté sin saber qué decir exactamente. -Me lo recomendó un amigo, Antonio. ¿Le suena?
- ¿Antonio?. Si no me dice el apellido... ¡Había cuatro Antonios en el curso!.
- ¿Cuatro?-, no era el dato que yo tenía. -Perdón...; Evangelista.
- ¡Hombre, el Tony! Sí claro; el también se acuerda siempre a último momento. Me llama dos o tres veces hasta que se decide, así que le mantengo la reserva, pero en ocasiones no puedo hacerlo. Por cierto, para este taller recuerdo que fue el último que anoté en espera de confirmación. Curiosamente, esta vez se decidió pronto.
Aquello me dejó un poco escamado. Los del grupo me habían comentado que la lista de prenotados era tan larga que se había organizado un segundo grupo, "el otro" grupo. Mi amigo, por su parte, me explicó que el mismo no sabía si era el primero de la otra lista, la de preanotados tardíos, o el último de los veinte iniciales, pero que de todas formas se lo habían confirmado pronto.
- Entonces..., ¿no hay otro grupo?-, traté de indagar.
- ¿Otro grupo?. No, que va, imposible. Sólo se autorizó un grupo de veinte personas porque no había ni sitio ni días para más. Aparte de eso, a F.L. no le gusta tener grupos grandes ni complicarse la vida. Si me perdona, ahora vuelvo.
- Tranquila-, le aseguré. La muchacha cogió los papeles, se levantó y salió hacia el pasillo con un gesto gracioso. No pude dejar de mirarla mientras se escurría por la puerta. Era atractiva. ¿Pizpireta quizás? Bueno, graciosa y bien formada. Advertí que sobre la mesa, cerca de mi mano, reposaba la libreta de tapas azules y espiral donde mi amigo decía que ella inscribía inicialmente a las personas en los distintos cursos, para luego confeccionar la lista final por ordenador. La abrí por la mitad en la forma menos llamativa que pude, y pasé las hojas lentamente. Casi en las primeras páginas un rubro en letras de imprenta anunciaba: "Taller F.L.", y las fechas de celebración. Había al menos tres páginas con nombres escritos en lápiz, en líneas apretadas y bien trazadas sobre la primera. Reconocí varios pertenecientes a las personas que habían estado en mi despacho. Al final estaba el de mi amigo, anotado con bolígrafo. Un poco más abajo, al otro lado de una raya trazada a lo ancho, aún se podía ver el rastro borrado de su propio nombre en lápiz. No recuerdo si al principio o al final de esa lista, quizás sobre un paréntesis o llave lateral que abarcaba aquellos nombres y apellidos, había un pequeño rótulo también en bolígrafo: "Grupo Miércoles", ponía claramente Las otras dos páginas estaban casi completamente cubiertas de nombres también escritos a làpiz. Sin embargo y al contrario que en la precedente, estos registros aparecían como más separados, transcriptos en líneas irregulares y en varios casos con notas o números adosados entre paréntesis, como si fueran datos, o claves de referencia. Por ejemplo, al lado de alguno de ellos decía: "Nº X: esta sí", o "Nº Z: no sabe". Al final de esta segunda lista -contados los nombres, arrojó un total de veinticinco- había una anotación entre paréntesis escrita a mano, con bolígrafo de color rojo y en grandes caracteres: "(¿OTRO GRUPO? ¿Cuándo?. Hablar con F.L. Ella insiste)". Era suficiente.
Detrás de la puerta escuché una voz, parecía la de la muchacha. Al mismo tiempo, alguien hacía girar el picaporte. Puse el cuaderno en su lugar. Era ella, con su figura menuda y esas buenas razones que la precedían para que uno se quedara mirándola. Hizo un gesto, como tratando de indicarme que no esperaba encontrarme allí, o que ya era hora de que me largara, o que no fuera tan descarado mirándola. O todo eso al mismo tiempo.
- ¿Algo más?-, preguntó con cierto énfasis mientras se sentaba, como para confirmar que con ese gesto ya me lo había advertido, y que volvía a adueñarse de "su" espacio.
- Bueno, no. En fin; es evidente que ya no hay remedio. Me voy; gracias por todo... Perdón, sí, una última pregunta-, se me ocurrió en ese momento. -¿Qué clase de personas asisten a estos cursos?
- El Tony me suele preguntar lo mismo. Normalmente son personas de edad media o mayores; como usted mismo, como su amigo-. Me hizo un guiño, no sé si de complicidad, de condescendencia, o de perdón, y continuó: -Hay pocos jóvenes. La mayoría quieren hacer algo, aprovechar el tiempo; a veces tan sólo matar el aburrimiento, o encontrar almas gemelas. Algunos son jubilados. Otros, los que ya tienen cierta experiencia, quieren mejorar. Otros pocos repiten, pretenden publicar algo, o están camino de su primera novela. Bueno, al menos eso es lo que dicen- Y como dando el asunto por terminado, me ofreció: -Déjeme sus datos, así podré avisarle personalmente la próxima vez-
Lo hice. La saludé agradecido y salí. Mi siguiente cometido iba a ser visitar el café-bar donde supuestamente tendría lugar el Taller de Continuación. Estaba próximo al Centro, a pocas manzanas; cerca de la Filmoteca, me había comentado mi amigo. Comprobé que a escasos cien metros, pero el local estaba cerrado, y no había cartel alguno que indicara el por qué. Supuse que porque era lunes, día de descanso generalizado, y porque otros locales de la zona, los más coquetos, alternativos, modernos, aparecían también cerrados. Era una esquina. El local tenia aspecto de estar allí desde el siglo diecinueve, con sus cierres metálicos de persiana, y esa característica fachada guarnecida de madera repintada a través de los años, extendiéndose sobre jambas y dinteles. El nombre que dominaba la cornisa de cristal decorado por el trasdós parecía sugestivo: "El Sueño Eterno". Recordé la película de 1946: Hawcs, Bogart...; ¿Baccall? "The big sleep", menos mal que en este caso habían acertado con la traducción. El original en inglés había sido trastocado en alguna versión al castellano por "El Gran Sueño". Volví al asunto. Me disgustaba desaprovechar el tiempo, y más con esa absurda historia. Lo único que conseguí averiguar era lo que se anunciaba en unas orlas pintadas en arabescos negros sobre los laterales de la entrada. En el de la derecha ponía: "Tertulias, Lectura de Poesía, Cuentos, Teatro". En el otro: "Música, Cine, Videos, Performances". Bueno, al menos coincidía con la posibilidad de celebrar en el local reuniones de literatura, que era de lo que se trataba en este caso, el que tenía ahora entre manos. Volví al día siguiente, casi a la misma hora, aunque no me gustara la idea porque era martes, el supuesto día en que debía reunirse el "otro grupo". Pero el café seguía cerrado. ¿Se cumpliría la paradoja del nombre?. Lo pregunté en un bar que hacía esquina, justo enfrente, con la encargada y escasos parroquianos absortos en el diario partido de fútbol que transmitía la televisión. Sin mucho entusiasmo, la que parecía la dueña me dijo que era el día de descanso de "El Sueño Eterno". -¡Será porque siempre está cerrado!-, bromeé a manera de respuesta, más para mí mismo que para la ya desentendida señora, preocupada ahora por el culito de Beckham. Repetí el test del día anterior, recorriendo las calles vecinas arriba y abajo. La mayoría de los locales estaban abiertos. Entonces recordé que mi amigo me había advertido que el taller se había postergado hasta el mes siguiente, es decir, hasta la semana siguiente. -Sí, pero que tiene eso que ver con lo de que siga cerrado-, razoné para mí.
Como en respuesta a tales dubitaciones, sonó el móvil. Era Antonio. La Profe acababa de enviar un mail a todos los alumnos del curso, y al parecer, incluso a los misteriosos, desconocidos alumnos del "otro grupo". Porque en buena lógica, venía a decir mi amigo, deberían corresponder a ellos los nombres que aparecían en la dirección del mail junto a los de su propio grupo, los que yo conocía.
-¿Estás seguro? ¿Qué pone en el mensaje?- quise comprobar.
-¡Por supuesto!-, a Antonio le sienta fatal que alguien dude de su palabra. -En el mail F.L. nos informa que se ha cambiado de lugar de reunión para el taller de continuidad. Bueno, ¡está claro que lo ha cambiado ella!. Ahora es en un local de la zona de Ópera.
-¡No jodas!-, solté de forma espontánea. -Es el segundo día que compruebo que "El Sueño Eterno" está cerrado. No hay avisos, ni nadie de por aquí sabe nada al respecto. Todo es muy extraño-, concluí.
-¿Qué piensas hacer?-, preguntó mi amigo.
-Dame la dirección exacta. Me voy para allí ahora mismo. Por cierto, ¿cómo se llama?
El nombre era absurdo. Antes de acercarme caminando hacia el nuevo lugar, quise comprobarlo y situarme con la ayuda de una pequeña guía de la ciudad que siempre llevo conmigo. Algo me llamó entonces la atención, pero al principio no logré entender que era exactamente. Una sensación de coincidencias, o de relaciones, algo que no conseguía dilucidar con la razón. Repetí la misma acción varias veces, pero está claro que tales sensaciones son poco digeribles por el cerebro, hay que pescarlas al vuelo, y si no dejarlas hasta que reaparezcan por sí solas, y lo pillen a uno desprevenido, sobre todo al de arriba, el eterno pensante. Mientras caminaba se me ocurrió jugar con las analogías entre ambas localizaciones. ¿Por qué antes Lavapiés y ahora Ópera?. ¿O Cibeles primero?. ¿Qué había de igual, o de distinto, entre ellas? ¿Cuáles eran sus relaciones? ¿Tendría todo algo que ver con el propio domicilio de F.L.?. Un investigador debe agotar todas las suposiciones, incidir en todos los vericuetos, expuse para mi propia satisfacción profesional. Mi amigo ya había comentado que, según la versión de la Profe, "El Sueño Eterno" había sido propuesto por el "otro grupo", Y ahora quedaba patente por el mail que era la propia F.L. quién cambiaba de sitio, de lugar de celebración del taller. ¿Por qué? ¿Y por qué en Ópera ahora?
Seguí atando cabos, que yo creía sueltos, mientras atravesaba la Plaza Mayor y enfilaba ya hacia Independencia. Ahí se me atravesó otra visión o percepción fugaz. -¡Claro, Independencia, y antes del Leal!-, me entusiasmé. ¡Leal e independiente!, buena divisa para un escritor, pensé. Perdón Señoría, para los que no me sigan sé que todo es muy complicado. Independencia, hacia dónde me dirigía, era la calle donde estaba el nuevo lugar de la cita, el café-bar del taller trasladado, justo al lado de Plaza Ópera. Del Leal acababa de dejarla atrás, era la calle donde se situaba "El sueño eterno". ¿Comprenden?. Bueno, en ese momento yo tampoco, y si bien intuía que había cierto mensaje oculto en ello, me era imposible descifrarlo del todo. ¿Y el nombre del nuevo lugar, el del café-bar hacia el que me encaminaba?. -"El soporte horizontal. ¿No te parece extraño?"-, había dicho mi amigo. Sueño eterno y soporte horizontal. De hecho existía una relación funcional un poco cómica, ¿pero además qué? Ya estaba frente al local, era una taberna, y también parecía antigua, o muy bien reambientada. El lugar era estrecho y profundo, dividido en dos niveles. En el primero, que ocupaba casi por entero una barra colocada en diagonal, había un tipo con cara de sueño, del de verdad, empeñado en poner en marcha la cafetera, y no parecía que lo lograra. La parte superior del local, tres o cuatro escalones más arriba, bordeada por pequeñas mesas redondas y sillas a juego, las del clásico modelo Thonet, tenía más ambiente de restaurante que de café de tertulias. Me di cuenta que todo el local olía a guisos, aperitivos ibéricos, y agridulces sustancias. Ignoraba si eso sería bueno o malo para reflexionar sobre Maupassant o de Quincey. El tipo no sabía si atender a la máquina de café o a mí, en ese ir y venir, espalda y cara, a que lo obligaba la colocación inversa de la dichosa cafetera exprés. Me lo explicó un día mi amigo Antonio. Nos encontramos en un café de La Gran Vía, no recuerdo bien con que motivo, esperábamos a que nos sirvieran acodados en la barra, cuando en este caso fue una camarera quien nos dio la espalda al tiempo que hurgaba en la máquina los cortados que le habíamos pedido. Recuerdo perfectamente sus palabras:
"-Los gallegos no han entendido nunca como se colocan estas máquinas. Las ponen al revés, en el contra mostrador, cuando se han inventado y diseñado para mostrarlas de frente, con su mejor fachada cara al público, y los puertos de servicio hacia el interior. Entonces el que te está sirviendo se queda de cara a ti, así de paso vigila lo que sucede en el local, y no mostrándote el culo. Bueno, en el caso de esta chica no importa, al contrario, se agradece. No conozco ningún país en el mundo aparte de España en que la coloquen de esa forma. Incluso en Barcelona, en San Sebastián, en Vitoria, y qué decir en toda Europa, en Argentina, en Brasil, en Portugal, en Inglaterra, y por supuesto en Italia, que son los inventores, las máquinas se colocan como debe ser, con su bonito diseño cara al público, en el propio frente de la barra. Por que si no es como si te mostraran el cuarto de baño mientras hacen sus necesidades".
Y sí, tenía razón, ahora lo entendía mejor. Al hombre le pedí un descafeinado de máquina con leche. Me inventé una historia. Le dije que me habían citado para una tertulia literaria que se celebraba esa tarde. -¿Aquí?-, me preguntó en medio de su continua ida y vuelta con la máquina. -Tendrá que esperar, no está caliente-, justificó. -¿No se celebran tertulias aquí?-, insistí. -Bueno, sí. No estoy muy al tanto. Creo que hay una, o dos. Hoy debe haber una, al menos. En todo caso es más tarde-, concluyó. Pero le seguía preocupando la cafetera que no arrancaba. -Entonces vuelvo más tarde- le tranquilicé. Luego le pregunté si conocía a F.L., pero no tenía ni idea. Tampoco la tenía sobre la dichosa máquina al revés. Antes de irme volví a dar un vistazo al local. Por las dimensiones del edificio y su profundidad, debería tener una salida o ventanas a la calle de atrás, la que llaman de La Escalinata. Curiosamente lo pude confirmar al instante. Eso y lo del extraño nombre. Antes de acceder a la sala del fondo, sobre el frente de uno de los muros que angostaban el paso en el arranque de los peldaños interiores, había un barroco marco ovalado con su cristal. Protegida por el mismo, hacia el centro, había una antigua foto color sepia de lo que parecía una bodega, con sus grandes portones de madera y cristales sucios, y sus correspondientes contrapuertas, vencidas y llenas de papelitos y rótulos en tiza, y unos cuantos parroquianos mal trajeados y peor encarados, sentados o de pié, junto a la entrada. Reconocí la calle de La Escalinata. El local se situaba justo detrás de las largas barandillas que protegen la bajada, o subida, por la gran escalera; en el oscuro y deslizante hueco entre ambas construcciones se situaba la gente. Un gran rótulo pintado sobre el capialzado de la entrada ponía claramente: "El Barandal-Casa de vinos". Bordeando la foto se podía leer el discurso explicativo: "Este era el local original en una foto de finales del siglo XIX, con entrada principal desde la calle de La Escalinata y acceso de servicio por Independencia. El nombre actual de "Soporte Horizontal", es una derivación etimológica del vocablo que aparece en la foto. Los actuales dueños han querido mantener esa ligazón y memoria haciéndola más actual. Madrid 1978". Saludé y me fui, contento de seguir atando cabos, pero también preocupado, porque ya me iba costando creer que el tema lo dejaría listo esa misma noche, o al día siguiente, a más tardar. ¿Y ahora, dónde?

Me faltaban algunos datos, rastros, pistas, señales que me ayudaran a dar el golpe de mano definitivo al tema, que me abrieran las puertas de la percepción, cielo e infierno, como decía el gran Huxley. Por ahora tenía una lucecita que me rondaba, y además eso de Leal e Independiente. ¿Y la calle donde se sitúa el Centro? Alcalá, Al-halá..... ¿Y el domicilio de la Profe...? Por pura intuición, o arrastrado por la marea de caminantes, me dirigí calle del Arenal arriba, hacia Puerta del Sol y luego a Alcalá-Al-halá-El Dios. Aquello era una vorágine de personas de todas las razas y procedencias agitadas en el discurso contrapuesto de las compras y la curiosidad de escaparate en pleno final de mes. ¿Dónde los castizos?. Algunos de los más antiguos estaban sentados en los bancos del abanico abierto de Sol, recordando, quizás aprendiendo, o comprendiendo, de la revuelta de las colonias y demás protectorados de ultramar. Puerta del Sol, ahí se iluminaba y ventilaba el oscuro laberinto de callejas, baricentro escorado de España. Entonces me di cuenta que también era el baricentro escorado de algo más próximo, de eso que me rondaba desde que hube consultado el plano de la zona. Me detuve, encontré un hueco entre los viejos castizos que miraban deslumbrados el mundo del futuro a través de la puesta de sol que colaba sus últimos rayos vespertinos entre arreboladas nubes, justo detrás del reloj de la Casa de Correos, y me senté. Yo también estaba asombrado, más aún, ciertamente trastocado. El paisaje era casi como lo había descrito Alvaro Pombo en una de sus novelas madrileñas. Se acababan de abrir las puertas, no sólo la del Sol, que también; un rayo se deslizaba por el plano de Madrid que yo abría en ese instante, iluminándolo con luz reveladora. Saque un lápiz y tracé tres líneas rectas, las más cortas entre dos puntos, las que unían sucesivamente el Centro de Artes Bellas con El Sueño Eterno, y a éste con Soporte Horizontal, y por fin a éste último otra vez con el Centro, con el mismo sentido de recorridos en el que habían surgido las pistas y datos aportados por F.L., y por lo tanto, en igual sentido a como yo mismo lo había realizado caminando. El sol todavía blanquecía ese pequeño espacio del plano. Las líneas trazadas conformaban un triángulo isósceles. Dos de ellas, la segunda y tercera, parecían iguales en tamaño; la inicial, la que unía el Centro con el primer café-bar era, aproximadamente, un tercio más corta. Y yo estaba allí, casi en el baricentro de la figura, en la Puerta del Sol, camino de Al-halá.
Ahora el acertijo, la cuestión, el tema, el asunto a que me había visto abocado por el requerimiento de los compañeros de mi amigo Antonio, los de "éste grupo", el primero pero segundo, comenzaba a despejarse. Había elementos como para explicarlo, pero aún me faltaban otros, unos pocos, para dar por cerrado el caso, para comprobar que no me había dejado llevar de las narices por mi propia imaginación. Completé el circuito hasta la misma entrada del Centro, por si fuera dable observar alguna señal más. Luego fuí a mi despacho y comencé a ordenar los materiales de análisis. El mapa de Madrid, los nombres de los lugares y calles, su localización y significado simbólico. Y ya puesto en razón geométrica medí las distancias, tracé el baricentro del triángulo hallado, ahora ya con regla y escuadra, describí el sentido del recorrido, y comprobé finalmente que el razonamiento podía mantenerse en pié. Bien, pero necesitaba encontrar el significado profundo de todo aquello, algo más que me ayudara a descifrarlo, y a coser con rotundidad todas sus partes. Llamé a mi amigo.
-Necesito saber el domicilio de F.L., y meterme en su página web, si la tiene- No quise adelantarle nada, no fuera a patinar en el último momento.
-Tenemos suerte. En ese último mail que envió para comunicarnos que se cambiaba el lugar del Taller de Continuidad, la Profe incluyó su domicilio particular, su teléfono móvil, y la dirección de su web. Anota....
El nombre de la calle donde se situaba su domicilio particular, que al parecer también usaba como lugar de clases y trabajo, resultó reveladora. Las piezas seguían encajando. Busqué la calle en el plano, la situé con un punto, y uní este con el centro de la Puerta del Sol. Era mejor de lo que yo presuponía. La línea trazada se elevaba 34º sobre una horizontal imaginaria que uniera el este con el oeste, pasando por Sol, como si fuera el horizonte terrestre de Madrid. Exactamente, el domicilio de F.L. se situaba en la misma dirección y altura que el sol naciente en el equinoccio de verano. Por otra parte, el barrio o colonia a la que pertenece su domicilio se levanta sobre un suave cerro tan alto como la misma Puerta del Sol respecto a la media madrileña, pero en este caso del otro lado del antiguo arroyo del Albroñigal, ayer Avenida de La Paz, hoy M-30. Y final y principalmente, la calle se llama Monte Parnaso, es decir, ¡la morada de las Musas en la mitología de la clásica Grecia!. Y para colmo de circunstancias simbólicas, el par de números que componían la cifra asignada a su domicilio, no sólo eran los mismos del ángulo solar aludido, sino que, sumados tal que enteros en la tradición de la cábala representaban, exactamente, siete. ¡El número de la divinidad! Todo eso me dispuse a acotarlo y explicarlo en un nuevo dibujo que entregaría a mis literarios clientes para que lo pudieran comprobar por sí mismos. Se adjunta como prueba. Bien, ya casi había llegado al final, pero aún...

IV / ¿Sí?..¿Pero aún qué?

Tony E. (Grupo 1º): ¿Puedo hablar? Gracias. Sí, mi amigo, el Investigador me llamó aquella tarde. Él era el detective privado al que habíamos encargado averiguar en menos de una semana que misterio se escondía detrás de la actitud y las palabras de F.L., la Profe, cada tarde que celebrábamos el curso de narración breve en el Centro de Artes Bellas, y sobre todo en su aparente e insistente interés, desde el principio, por mantener un taller de continuidad ad infinitum una vez acabado aquél, que resultó ciertamente breve, pero al menos económicamente accesible. Y lo hizo justo una semana antes de que el, o los, taller, talleres, fueran a dar comienzo, y justo también una semana después de que le soltáramos tal embolado de una forma casi patética, infantil. Queríamos saber si la propuesta era seria, porque todo lo que la había desencadenado era muy extraño. Y sobre todo, ¿existía el otro grupo? Bueno, cualquiera se puede imaginar que una persona especializada en profesión o conocimiento alguno tenga la voluntad, quiera, o se decida, a extender la posibilidad de entregar su saber y experiencia a otros menos preparados, bisoños, incluso torpes para la susodicha profesión o estado del arte de turno. Eso no era nada de extrañar, lo que nos mosqueaba era la forma en que ella lo hacía patente. Bien, sí, desconocemos casi todo de las artes literarias. ¡Ah, eternos sospechosos habituales, que poco esfuerzo gastamos en entender a los otros! Fue entonces cuando los compañeros me instaron a contactar con él.
Ferrán A. (Grupo 1º): ¿Me permite señoría?. No estoy de acuerdo. Fue Tony quién comenzó a intrigar y mal disponernos con la Profe. Algo se traía entre manos. Creo que al resto no nos preocupaba el tema demasiado. Fue él quién intentó que prescindiéramos de F.L. y trabajáramos por nuestra cuenta. Es más, personalmente a mí me interesaba el Taller de Continuidad, sobre todo si era la misma Profe quién lo organizaba y conducía. No veo la utilidad de los grupos de neófitos, por lo general lo único que hacen es discutir y perder el tiempo. Habitualmente suele haber uno más listo que pretende dirigirlo e imponer sus criterios.
Bizcaia M. (Grupo 1º): A mí me encantaría poder escribir, pero no tengo tiempo y sí muchas ocupaciones. Necesito aprender. ¡Ay, perdón...!. Bueno, creo que Tony lo hizo con buena voluntad.
Su Señoría: Un momento. Ruego a los presentes que se atengan al tema. A ver, ¿quién tiene algo concreto que decir?. Les recuerdo que estamos en Acto Previo de Conciliación por Demanda de Protección al Honor que ha presentado la señora Flora Lexaus, a la que ustedes llaman F.L., o la Profe. Antes de que el señor investigador nos deleite con la culminación de su explicación, ¿hay alguien que haya asistido al Taller de Continuidad propuesto por la señora? ¿Nadie?. Perdón, un momento. Por cierto señor Secretario, ¿Hay alguien en la sala en representación del supuesto Grupo 2º? ¿Nadie tampoco? Esto sí que es curioso. Bien, prosigamos...
Antonio M. (Grupo 1º): Señoría, creo que la clave la podríamos encontrar en los mensajes por correo electrónico que nos remitió la señora F.L., y en la propia convocatoria del Taller de Continuidad que nos entregó en su momento. Particularmente he leído casi todo lo que ella ha publicado, de forma singular sus cuentos y relatos, así como algunos artículos de prensa sobre el tema de la mujer escritora y la condición femenina en su actual situación. Soy un gran admirador suyo. Pero aparte de ello, por mi profesión, tengo preparación y experiencia suficiente como para desentrañar mensajes subliminales o subconscientes en los textos más aparentemente inocuos o planos. Y con esto no quiero decir que este sea el caso, ni mucho menos.
Su Señoría: Estupendo. Eso sí que es interesante. De todas formas prefiero que dejemos su opinión al respecto en suspenso, hasta escuchar la historia completa que nos ha tejido el señor investigador. Creo que podrá aportar algo a la cuestión. Gracias. ¿Algo más?
Felicitas P. (Grupo 1º): Perdón Señoría, con su Venia. Me permitirá que exponga mi opinión, es muy sencilla y creo que profesional también. Soy Abogado del Estado, jubilada, he escrito mucho debido a mi profesión, textos jurídicos, claro, que además compartía con la traducción de textos similares desde el alemán. Y no sé por qué, supongo que por eso mismo, a mis años me ha sobrevenido la pasión por recordar y narrar historias. Cierto que la mayoría se basa en esos intríngulis legales que me ha tocado atender, traducir, o preparar para las varias oposiciones que tuve que asumir, y un poco de imaginación ha hecho, solamente a veces, y es lo que tengo que mejorar, el resto. Tengo mucho que aprender en literatura, y tengo la voluntad y el deseo de hacerlo, pese a mi edad, ya ve. Pues bien, usted me permitirá, repito, que exprese mi opinión. No creo que haya aquí, en el hecho denunciado que nos ocupa, y le ruego que disculpe este atrevimiento, ninguna cuestión punible o meramente sancionable. Como suele pasar en muchas ocasiones, se han acumulado, o concatenado en este caso, situaciones y hechos prácticos que es difícil interpretar sean causa de la mala voluntad o predisposición a cometerlas de alguno o varios de los actuantes, yo misma incluida. A veces, la propia sustancia del contexto causal, fenoménico, reconduce comportamientos y acciones más allá de las propias voluntades de los actores emisores. La misma materia del tema en cuestión, la literatura, la narración breve, la especulación imaginaria de hechos y circunstancias, crea un buen caldo de cultivo donde la realidad más evidente se torna especular y confusa, cuando no distorsionada. Opino que entonces, hasta los textos no literarios que se producen bajo esas condicionantes, se tornan partes de la atmósfera generada, de esa suma común de energías y voluntades que algunas prácticas orientales que trabajan sobre la percepción llaman Prana. En cuanto a la supuesta voluntad o capacidad tergiversadora, o manipuladora de hechos y circunstancias -aunque creo que esta palabra es un poco exagerada- que se atribuye a nuestro compañero Tony E., no la creo posible. Es más, yo me atrevería a decir que ha tenido en todo momento una actitud constructiva y amistosa.
Su Señoría: Mis respetos querida colega. La admiro, sinceramente. Me encantaría poder hacer lo mismo que usted, pero ya ve, aún no me he jubilado, aunque lo estoy deseando. Le agradezco su estimable aportación, la tendremos en cuenta en su momento. Si nadie tiene algo más que agregar a este intermedio argumental, yo le rogaría al señor investigador que acabe con su explicación, y nos alumbre con el resultado de su trabajo sobre el caso. Luego daremos el turno de palabra a la demandante. ¿Sí...?
Tony, E.: Perdón Señoría. Una cuestión previa por alusiones reiteradas. Gracias. Reconozco haber intentado asumir un cierto liderazgo en el tramo final del curso en el Centro. Es verdad que, cómo se ha comentado al principio, tengo habitualmente un particular interés o manifiesta actitud en contradecir, criticar, o boicotear incluso, los lineamientos y propuestas procedentes del responsable de turno, en este caso, los de la señora F.L. Cuando se planteó la oferta de un Taller de Continuación, automáticamente pensé, creí, que la favorecía más a ella que a nosotros, e intenté generar una contra propuesta que nos tuviera como beneficiarios mayores, propiciando en primer lugar nuestro acceso colectivo a la posible, en todo caso deseable, edición de un libro de cuentos cuyo tema podría ser aquello que habíamos compartido hasta entonces, es decir, el propio curso, sus alternativas, circunstancias, y personajes. Eso ha sido todo. El Taller de Continuidad trabajaría sobre algo concreto, algo que incidiría en nuestro propio reconocimiento de capacidades, limitaciones, y entendimientos de la experiencia, pero con el horizonte puesto en la búsqueda de algo final, como hubiera sido la referida edición disfrazada de la necesaria zanahoria del cuento. La señora F.L. debería asumir el papel de guía técnico, y asesor o agente literario. Reconozco así mismo que, para hacer más apetecible el tema, tal vez para crear un relativo estado de ansiedad e interés entre
mis compañeros, alboroté un poco con el asunto de "el otro grupo", que ya había sido canalizado, puesto sobre la mesa, por la propia Profe como recurso dialéctico de conflicto con objetivos similares. Todo eso fue oportunamente transmitido a todo el grupo, y por supuesto a la señora Flora Lexaus, la Profe.
Su Señoría: Bien. Gracias por su franqueza señor E., lo tendremos en cuenta. A ver si nos aclara toda la cuestión de una vez, señor investigador. Adelante
N.A.S. (Investigador Privado): Gracias señora... Perdón, Su Señoría. En primer lugar me permito expresar que este intermedio de aportaciones de los actuantes ha ayudado a clarificar la mía propia, a hacerla más completa. No es que haya resuelto la continuidad de mi discurso, cortado anteriormente por esa aparente vacilación final. Simplemente, y como acaba de exponer la letrada Felicitas P., con total ecuanimidad, me ha permitido sumergirme en esa comunión participada que requieren y provocan las historias compartidas. Aficionado a la buena literatura, como veo aquí que lo son casi todos, confieso que he sido quizás el primero, en magnitud pero no en prevalencia, en dejarme arrastrar por los configurantes externos de esta historia que, coincidirán los presentes conmigo, en particular usted Señoría, ostenta severos atributos literarios. Pues bien, antes de que me interrumpiera la demanda de Su Señoría, -"¿Y bien, qué?"-, o algo parecido, trataba yo de recordar exactamente lo que había leído en la página web de la señora demandante. Sí, era lo que necesitaba para tratar de configurar una explicación que sumara todas las piezas del rompecabezas. Ahora dispongo de algunas más, las que generosa u obligadamente han ido desgranando algunos de los aquí presentes. En dicha página se puede acceder a la biografía, la bibliografía, las críticas y los artículos y opiniones de la demandante. En todo ese material se refleja de alguna forma su perfil humano y profesional. Ya sabemos que tan sólo es una síntesis argumental, pero es suficiente. Aquí se han aportado determinados datos y comentarios al respecto, inspirados tanto por esa misma lectura como por la propia experiencia del contacto directo con ella durante las cinco o seis semanas del curso en el Centro. Es una personalidad compleja y rica, de una amplia cultura con matices franco-anglosajones adheridos a su pertenencia genética a la raíz catalano-castellana que la alumbra. La descripción intuitiva por observación de mi amigo, aquí comentada, es casi correcta. En las entrevistas y artículos publicados en la web citada sobresalen una clara ironía junto a una sólida formación política y firmes principios feministas, no sin un cierto resquemor, pozo de amargura, que parece querer hablarnos de malas experiencias amorosas, de un pasado de niña feliz, y de un espíritu juvenil de rebeldía dominado o contradecido por las circunstancias. Pero por encima de todo alienta una férrea voluntad, una límpida añoranza o necesidad del cumplimiento de grandes ideales. En lo comentado tanto por Tony, como por algunos de los aquí presentes, queda patente también su espíritu democrático, moderno, contradecido en parte por la firmeza de su carácter, junto a la solidez de una formación en colegios de la alta burguesía. Queda clara también su empeño y ánimo como enseñante, en tanto retransmisora del conocimiento adquirido. Bien, la observación ya relatada de lugares, nombres simbólicos, recorridos, y tiempos propuestos por ella, vinculados además a su propio domicilio, que suele ser, normalmente, lugar también de estudio y aprendizaje bajo la protección de Las Musas del Parnasos compartiendo morada con Dionisio, y todo ello maravillosamente enlazado a esta ciudad de Madrid, a esa Puerta del Sol, simbólica y real a la vez, nos viene a explicar, según mi entender, todo el asunto. En definitiva, creo que la señora Flora Lexaus, F.L. -la Profe, de forma más coloquial que amable-, ha querido plantear y llevar a cabo un estupendo ejercicio literario cargado de símbolos, rastros, y enriquecimientos prácticos que sólo un esfuerzo consciente, al mismo tiempo que sensible, puede desentrañar. ¿Estaban, están, sus circunstanciales alumnos a esa altura?. Me considero ampliamente gratificado con haberlo podido experimentar yo mismo, participar de él, descubrir sus claves. Quizá no hubiera podido hacerlo si, además de investigador, no fuera también amante de la literatura. En definitiva, creo que a Flora Lexaus sólo se la puede agradecer la invención de éste divertido camino de aprendizaje amparado por los dioses y las musas, y complejo como todo laberinto iniciático.
Su Señoría: ¡Estupendo señor Investigador! Me ha entusiasmado y deleitado con su explicación. Y puede tranquilamente llamarme "señora", porque lo soy, es evidente. Y agregaría que solidaria y partícipe de los planteamientos de nuestra demandante, aunque yo no deba aquí airearlos en demasía. Me refiero, por supuesto, a los que defienden la condición femenina. Bien. Le recuerdo señora Lexaus que usted ha planteado esta demanda por Defensa al Honor basándose, según consta en sumario, en la circulación en red de Internet, inicialmente entre sus alumnos del Curso de Narrativa Breve, de un texto que considera ofensivo y lesivo para con sus intereses profesionales y personales. Cree usted que el mismo le llegó por error dentro de un paquete de direcciones de correo electrónico donde constaban las de la mayoría de esos alumnos y, lógicamente, la de un necesario remitente original que usted dice desconocido, solicitando sea investigado. Presentada como prueba copia de tal mensaje, quiero advertirle que, personalmente, no observo en su lectura nada que se escape a la preservación del derecho de opinión, es decir, a la libertad de pensamiento. Le recuerdo además que en la actualidad, la normativa legal sobre supuestos delitos informáticos de injurias, calumnias u ofensas, es muy confusa y elemental. Advertida necesariamente de todo ello la parte demandante, tienen usted, o su representante legal, la palabra.
F.L., la Profe: Gracias Señoría. Prefiero hacer personalmente la alegación. En primer lugar tengo que decir que el señor Investigador se ha dejado llevar por su fantasía, o quizás por la lectura de demasiadas novelas o cuentos de misterio, publicaciones esotéricas, asistencia a cursos de realización personal, etc., etc. O quizás también, simplemente, por su habitual dedicación a desfacer entuertos mucho más terrenales que nos lo caracterizan como un moderno Quijote, galopando junto al Sancho de turno, es decir "el intuitivo Tony. E."
Señoría, soy una profesional con una amplia y sólida formación y experiencia, con una reconocida y elogiada labor en varios campos de las letras, como fácilmente se puede comprobar no sólo a través de mi página web. En Internet mismo, ya que estamos en eso, hay más de doscientas entradas con mi nombre. También hay críticas, o sea, libre manifestación del derecho de expresión y opinión, que nunca he recurrido. Yo misma, como sabrán -aquí se ha comentado- soy habitual crítica y ensayista sobre otros textos literarios, tanto como sobre asuntos corrientes y mundanos, o políticos, que afecten o no a la condición femenina, pero esta es, ciertamente, una responsabilidad asumida a la que no pienso renunciar. En muchos de esos textos, es verdad que se denota una expresión irónica y hasta mordaz sobre temas y personajes, pero creo que nunca insultante o tergiversadora. Así es que, mi interés en esta demanda, que a lo mejor, seguramente, no es satisfecha, se basa en la perversa interpretación que el texto en cuestión aparecido en Internet hace de mi propuesta. En él, como usted Señoría habrá podido leer, se hace referencia a la misma en relación al Taller de Continuidad, en los siguientes términos: " .... No entendemos el interés de este Taller, ni la forma de llevarlo a cabo, ni la particular preocupación de F.L. en él. ¿Por qué no continuarlo en el propio Centro de Artes Bellas, y al mismo costo?. Por el contrario, se nos propone ahora en sitios incómodos, situados dentro del área central próxima a aquél pero peores en cuanto a comunicación, con un sentido de infinitud o continuación ad calendas, y a un precio notoriamente más elevado: exactamente 3,33 veces más. ¿Y por qué seguir separándonos en dos grupos? Por cierto ¿existen los alabados componentes del "otro grupo"? Y además, ¿por qué no se acepta la idea de Tony E. como estructura del Taller? ¿Qué se nos oculta detrás de todo ello?... (...)"
Mi profesionalidad me impide andar jugando con estas cosas, si las planteo así será por algo. En el Centro no había sitio ni tiempos inmediatos disponibles. El primer local, El Sueño Eterno, fue recomendado por un componente de lo que aquí se ha dado en calificar como "el otro grupo", que vive cerca y era habitual cliente. Resultó que en este caso la persona ignoraba que dicho local había cerrado definitivamente por las mismas fechas. Fue necesario elegir otro, y recordé que yo solía asistir a unas tertulias musicales en un café-bar próximo al Teatro Real -a cuyas funciones asisto regularmente- justamente el llamado Soporte Horizontal. Por problemas personales, hacía tiempo que no concurría a tales reuniones, por lo que desconocía que el lugar se había convertido en Taberna-Restaurante, con los inconvenientes que ha citado aquí nuestro impagable señor Investigador. Es evidente que queda abierta la realización de un nuevo Curso de Narrativa Breve en el propio Centro de Artes Bellas, pero eso no sólo depende de mí. No se trata pues de "eternos retornos", ni de estar bajo la advocación del Divino encarnado en Alá, como prefiere desbarrar el señor investigador. Finalmente, hay que atribuir también a la exuberante fantasía mistérica de este señor el que yo viva en la calle Monte Parnaso. ¡Mi calle se llama Olimpo!. Y el que a mi domicilio le haya correspondido, en términos cabalísticos según este señor, el número entero siete, o que se sitúe en la misma relación angular a la Puerta del Sol que éste astro respecto a la tierra en el equinoccio de verano, es pura casualidad, no exenta de los habituales errores trigonométricos. Este señor debe pasarse los días entre el Ecocírculo y Nueva Frontera, y así es como entiende las cosas. El tema del "otro grupo", "segundo pero primero",.. etc., es otra equivocación bobalicona de las personas que han querido montar esta historia. Nunca existió como tal en lo referente al Curso de Narrativa. Como bien se ha informado, en este caso, el sin par investigador, pero no ha querido incorporar como dato cierto a su paradoja explicatoria, la señorita encargada del área, que tiene, aparte de los reconocidos atributos físicos que babosea el señor investigador, la excelente condición de ser una persona sencilla y real, le dijo claramente que no podía haberse creado otro grupo. Ni yo tengo la capacidad suficiente para ello, ni había lugar ni tiempos disponibles en el Centro. Lo que sí asumí, porque siempre me pareció una responsabilidad derivada, era la reclamación y oportunidad de integrar a esos "otros" que se habían quedado fuera, en un Taller de Continuidad, pero en grupo y día distinto, debido sencillamente a que su, digamos "entonación literaria circunstancial", sería siempre menor que la del auto proclamado aquí "Grupo Primero". Y eso es todo Señoría.
Su Señoría: Bien, señora Flora Lexaus, buen alegato. De todas formas le recomendaría que fuera usted algo menos ferviente, o debería decir fervorosa. ¿Ve?, eso no lo tengo muy claro. Aún compartiendo, como he expresado anteriormente, sus sentimientos y actitud, debo llamarle la atención respecto a ello. Nada ganamos convirtiendo a la sociedad en un campo de batalla de géneros por no poner la suficiente atención en comprender al otro. A pesar de lo que usted diga, y puede que tenga razón en parte, no se le puede reprochar al señor Investigador el intento de ser comprensivo y cordial con usted. Ni tampoco a los integrantes del Grupo Primero, en particular al señor Tony E., el derecho a ser celosos de sus derechos o contraprestaciones.
Bien, si nadie tiene algo más que aportar a este Acto de Conciliación Previa, en ausencia de los posibles y avisados testigos del denominado "otro grupo", requiero de las partes actuantes, o de sus representantes legales, la declaración firme de si están dispuestos a acordar la resolución de esta demanda por satisfacción recibida. En caso contrario se procedería a dictar, por este Tribunal de lo Civil, Acto Resolutorio. Tiene la palabra la parte demandante.
Abogado Flora Lexaus: Señoría, en representación de mi cliente, encontramos satisfacción plena en el Acto de Conciliación aquí producido a través de las declaraciones de las personas implicadas que nos resultan atendibles. En consecuencia se retira la demanda, renunciando a cualquier acto o recurso jurídico vinculado a la misma.
Su Señoría: ¡Estupendo! ¿Ven qué fácil? ¿Qué dice la parte demandada?
Abogado Grupo Primero: Nos complacemos así mismo en la declaración de parte. Mis clientes quieren agradecer a Su Señoría su sabia participación. A la demandante quieren expresarle su reconocimiento, así como rogarle sepa disculpar los errores que hayan podido conducir a este Acto. Gracias Señoría.

V / En vista de todo lo cual ...,
Dispongo: Queda pues concluido y resuelto satisfactoriamente para ambas partes el
Acto Previo de Conciliación por demanda de Ofensa al Honor de F.L. contra
El Primer Grupo, sin perjuicio del Segundo Grupo, ausente en este acto,
pero que pudo haber sido el primero por día de la semana.

Considerando:
Que es dable concluir con la consideración de algo que el señor Tony E. dejó a medias
-y el señor investigador no supo llegar a descubrir- en su explicación de
por qué, los llamados por aquél, en tanto que argentino oriundo, genéricamente
como "gallegos", decidieron en su momento invertir el orden de colocación previsto
para las máquinas de café exprés industriales, aún a sabiendas de que
los machos ibéricos se dedicarían a ver el culo de las camareras yendo, y luego
sus tetas viniendo, lo cual no es del todo malo y ha dado pié a incontables romances,
barra interpuesta, bien de medio cuerpo, bien de cuerpo entero, y viceversa.
Lo cierto es que, recurriendo al citado eufemismo, los "gallegos",
quizás movidos por un resorte ancestral oculto, prefieran mostrar lo que hacen
en lo que sería el envés de las cafeteras, y no ocultarlo detrás de elegantes
y vanos frontispicios, no vayan a creer los parroquianos, los otros,
los del otro lado, que pretenden engañarlos.

Firmado: Su Señoría: Doña Tal y Cual / Mayo de 2004
Por la transcripción, Norberto Spagnuolo)

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