jueves, 23 de octubre de 2008

LAURA TORRADO: Fotógrafa inquietante. Y +

Inquietante por sus fotos y por lo que uno intuye del personaje que nos escruta y retrata, se escudriña a sí misma y nos lo cuenta, con unas calidades cromáticas tan cálidas, contrastadas o diluidas, que nos recuerdan la pasión del barroco y, sobre todo a mí, por la temática reivindicativa de género, y por la fuerza de su propia imagen, a algunas raras artistas mujeres de entonces, como la Artemisa discípula del Caravaggio que pinta a la Judith Bíblica frente a Holofernes. Fuerza de la presencia femenina desafiante, perfiles semíticos, cuerpos triangulados, transfiguración mediterránea, sombras y luces, límpidos horizontes acuosos, o encuadrados interiores teatrales muy bien iluminados, a la manera de los holandeses Veermer o de Hooch, a veces incluso con escenificaciones similares. Desde que conozco la obra de L.T. Zamora me ha parecido muy sugerente y poderosa, tanto por los temas tratados como por la manera de dotarlos de contenido social, psicológico y de género, o por su puesta en escena y la sólida técnica utilizada. Métodos e intenciones que nos acercan al relato conceptual y a veces surreal, y finalmente a una puesta en escena muy moderna del teatro de ideas.
Laura Torrado estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense, donde desarrolla estudios de postgrado. En 1992 se traslada a Nueva York con una beca Fulbrigth para realizar un “Internship” en el departamento de conservación del Guggenheim Museum, y en el Museum of Modern Art. Allí mismo realiza estudios en la School of Visual Arts y en la New York University. Quizás de esa época le haya quedado ese toque reflexivo significante, a la manera de Hoopper, y esos cromatismos enlazados modulados por claroscuros. Pero al contrario que en las obras del maestro americano, inspiradoras de otros muchos artistas en diversos campos visuales y sensibles vinculados a la soledad, los personajes femeninos de esta artista parecen desafiar al espectador, contar su verdad, exponer razones cargadas de fuerza y valor simbólico grupal, mientras que los masculinos parecen querer huir de sus responsabilidades, abstraerse, y disgregarse colectivamente. Por otra parte, el entorno de la familia con sus cargas y valencias sensibles o psicológicas, también centra gran parte de sus trabajos.
Regresa a Madrid en 1995 donde desarrolla su obra artística. Entre 1997 y 2001 residirá entre París, trabajando con la galería Anne Barrault, y la vuelta a Madrid, donde por un período de tres años lo hace con la galería Oliva Arauna. Participa en distintas ferias –Paris-Photo, Feria de Frankfurt, Arco, etc.- y en 2001 recibe el premio Altadis y una beca de fotografía del Círculo de Bellas Artes de Madrid para residir en Oporto. A partir del 2003 comienza a trabajar en la realización de documentales, obteniendo una beca de la Comunidad de Madrid para desarrollar el proyecto audiovisual “Down World”. En el 2004 realiza un taller de dirección de documentales impartido por Michael Rabiger. Ese mismo año desarrollará el proyecto “Otros hogares. Otras realidades” para el que obtiene una beca de Artes Plásticas de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Alicante. Esa indagación en “lo social”, del tema grupal e individual con contenidos realistas trascendidos, simbólicos e incluso oníricos, que tan bien se expresan en las estructuras documentales que maneja esta sensible fotógrafa.
En el año 2005 se publica el número 53 de la colección de fotógrafos españoles de La Fábrica dedicado a su personal propuesta. Participa en el festival Loop ¨06 en Barcelona 2006, y aborda varias exposiciones en galerías españolas, tanto colectivas como personales, continuando tanto con sus fotos de gran o mediano tamaño, y sus montajes documentales o creativos en vídeo hasta la actualidad.
Habría que hablar también de voluptuosidad cercana al exhibicionismo, de sexualidad latente aunque confusa, recelosa, si los contenidos temáticos no estuviesen tan cargados de argumentaciones más serias o profundas, como en los repertorios intimistas donde su misteriosa belleza mediterránea se hace acompañar de su propia familia: Habitación (I-II), La Alcoba, Hogares y Silencios (I-II). O en los más personales: Si te quise (I-II-III-IV-V), El Amante (I-II-III-IV), Escalera (I-II-III-IV), El espejo, Durmiente (I-II). Y especialmente, en ese muestrario de la fuerza y el ser femenino desde lo individual a lo colectivo pasando por el gineceo familiar, donde la conceptualidad deviene en reconocimiento o denuncia. Los grupos de género donde claramente se ataca el tratamiento de “carne fresca” o de “ganado sexual” que una ancestral y celtibérica cultura masculina –quizás más bien musulmana- atribuye a las mujeres: Hamman (I-II-III-IV), Las Mil y Una noches (I-II-III), Las esquinas del espejo, Le mensange (I-II-III-IV), etc. Curiosamente, en todo este repertorio de género y denuncia, ha optado por seleccionar para su mensaje modelos-actrices que no parecen representar el ideal mediterráneo sino más bien noreuropeo, haciéndonos de nuevo recordar los trabajos de los pintores flamencos y belgas de los siglos XVII y XVIII.
Habría que hablar también de esa cualidad prospectiva, descubridora, de sus retratos singulares o colectivos. De la capacidad de la artista para desentrañar en sus modelos personalidades, actitudes, e incluso deseos latentes. Y en eso nos recuerda a los mejores retratistas, desde el siglo XVIII hasta el XX, los que han sabido legarnos la carga crítica y desveladota de sus personajes, como Rembrand, Velásquez, Goya, Picasso, o el mismísimo Bacon con sus desgarradoras revelaciones íntimas. O de las fotógrafas americanas de la primera mitad del XX, como Cindy Sherman o Lee Miller.
Últimamente la fotografía de Laura Torrado sin abandonar sus temas favoritos, básicamente el de la mujer y su realidad social, ha experimentado en la abstracción utilizando menor contraste cromático y evaporación de lo figurativo. También se ha preocupado por las composiciones plásticas matéricas, la aproximación al detalle significante, o la plástica del espacio tanto interior como exterior, -"L' femme dessoleé"-debiendo destacar en toda esta trayectoria de más de 15 años la alta calidad técnica de todos sus trabajos.
Según una de sus críticos, con la que coincidimos ampliamente, las fotografías de Laura Torrado “…son superficies donde suceden cosas (yo diría espacios teatrales); narran algo que ha veces no entendemos o no se muestran de manera evidente. Se diría más bien que nos conducen a lugares, a estados de ánimo, a un tipo de exploración donde nos reconocemos a nosotros mismos.”
Y aún más. Con esa capacidad para definir escenarios y acontecimientos, como comentábamos, narraciones cargadas de simbología, aunque sean espacios de quietud inestable, sin palabras, pero con actitudes y lenguaje corporal explícito (*), es probable que la artista evolucione hacia trabajos y formatos experimentales más vinculados a la escena, el cine y el teatro: imagen, texto, y sonido de forma conjunta pero seguramente no habituales, donde su apreciable porte de trabajo en equipo se consolide y crezca .
Le falta a la artista, dentro de esa vocación narrativa hasta ahora dedicada casi en exclusiva a lo esencial femenino –aunque ella parece estar lejos del feminismo estricto- una mayor profundización en lo masculino que ha tocado hasta ahora muy lateralmente, pero con mucha fiereza. Le falta quizás comprender al hombre más allá del arquetipo aparente que ha venido manejando, desnudarlo en suma para mostrarlo en su verdad o debilidad. Personalmente, no me importaría participar en esa búsqueda.

(*) La artista parece conocer los secretos, dramas y dependencias de la expresión corporal humana a partir de técnicas y teorías de sensibilización perceptiva, quizás como en las prácticas chamánicas, artes orientales, o desde la más occidental Bionergía.
Antonio di Luca
consultor artístico
colectivo arte_qdarte / 2008