Esta
supuesta o apostada influencia de Sorolla,
con su serie de pinturas propiedad del museo de referencia, contribuye a
adelgazar y matizar tal pensamiento “nostálgico” en relación a aquella muestra
folclórica que se asomaba al NO+DO de la época para hacérnosla conocer en la Ibero
América de las dictaduras populistas.
Lo
primero que no nos gusta demasiado en esta recreación/reinterpretación, son
esos fondos musicales mayoritarios orquestados para banda sinfónica y que no
proceden de los grandes músicos españoles contemporáneos del pintor (Falla,
Albéniz, Turina y demás), dedicados entonces a la fijación de una cultura
musical sobre la base del folclore tradicional. Creemos que el sonido de éste
espectáculo, salvando los de procedencia popular, no parece que acompañe
adecuadamente, o mejore y realce, el simbolismo de los distintos bailes y
danzas.
Es
por eso que los mejores momentos del espectáculo llegan cuando se recurre a las
verdaderas músicas populares o recreadas por modernos intérpretes y autores de
esa cultura. Así vuelven a hacerse fundamentales para el éxito de esta
propuesta las raíces andaluzas y de alguna otra comunidad de similar fuerza
histórica.
En
cuanto a la misma selección vuelve a hacerse notoria la presencia andaluza, la
mayoría de cuyas piezas responden a la coreografía del director, él mismo, como
dijimos, procedente de esa cultura, donde queda evidente además ese cambio de
matiz más moderno y crítico, como por ejemplo en las obras ubicadas hacia el
final del espectáculo: Nazarenos, Toreros, El Baile. O El Encierro, y Cosiendo
la Vela, en menor y primer término.
Destacamos
que, como siempre es sus espectáculos, Antonio Najarro consigue aunar grupos y
principales intérpretes en un privilegiado nivel de ejecución. Que las coreografías son rigurosas y
expresivas a la par, utilizando magníficamente el espacio escénico con esas
organizaciones que son del particular lenguaje expresivo y figurativo del
director, habiéndolo hecho extensivo a sus colaboradores principales. Estupendos
los movimientos en diagonal, cuadro, abanico y complicaciones con retomas
escénicas ínter mezcladas todas ellas para aumentar la fuerza y expresividad de
los bailes y danzas, donde todos los intérpretes alcanzan protagonismo y
redunda la homogeneidad del conjunto.
Acertados
también el marco escénico a manera de proyección sutil, vaporosa, de los
cuadros mencionados del pintor, rondando el lirismo ensoñador del recuerdo. Bien
iluminada la escena adecuada de coloridos reflejados en la propia vestimenta de
los intérpretes, aunque esta vez en un entorno de figuración realista, más que
simbólica y moderna a la que nos tiene acostumbrados el director en otras recreaciones
fusionadas.
Bravo
otra vez por esta nueva muestra de calidad y seriedad de la compañía dirigida
por el estupendo Najarro en toda su capacidad creativa, que ha hecho extensiva generosamente
al resto de la compañía. Aunque lástima por ese deje de recuerdos de un pasado
expresivo propagandístico.
La
prueba de todo ello, es decir de ambos extremos, es el éxito que esta obra ha
merecido a lo largo de su año y más de existencia.
Norberto Spagnuolo
Madrid,
septiembre 7 de 2014