miércoles, 4 de febrero de 2009

Memoria Kharmica de Eduardo Mignogna


No sé, no se dice, quien ha sido el que ha lanzado este Piazzola pre al ¿éter radiactivo?. pero ha dado en el clavo de mis recuerdos juvenil-infantiles con el eduardo mignogna que yo ilustre en estas mismas ¿páginas/bits?. y claro, yo soy el spagnuolo (¿no se nota por la pareja de gn’s?). pues sí, me ha molado un montón esa introducción desde YOU-TUBE del piazzola que frecuentábamos con la maestra sensual y gordita, parecida a la maissa mattarazo. cuantas enseñanzas desde el bandoneón nos caían por entonces. el padre de mignogna era pianista de la orquesta típica de rodriguez, pero se permitía incursiones en otros teclados, y desde allí le venía cierta reverencia hacia ese tango nuevo que iba surgiendo, pero lo cierto es que la mayoría de la opinión popular no entendía esas notas extendidas, ni esa distinta mezcla de sonidos y acordes que piazola desplegaba con su conjunto, la gente hablaba de que eso era más jazz que tango, y que era para minorias tilingas, cuando en realidad se estaba iniciando la fusion porteña desde la música clasica, desde la opera, como siempre ha fantaseado el tango que quería ser, pero ahora acercándolo a las músicas populares más universales, y aquí estamos, por ejemplo con el flamenco fusión y demás. Y Eduardo era por entonces tan apegado a la realidad como lo siguió siendo, sin embargo, tampoco nunca ha dejado de inventarse otra posible realidad que late detras, como si hubiera sabido desde siempre que somos figuritas de papel con numerosos trajes recortables y un corazón absurdo pinchado en medio del pecho lleno de noticias. A Eduardo todo eso le venía de su familia italiana, de su abuelo conductor de tram-ways, de su padre músico casi transhumante, acompañador de historias de la noche desde la dentadura blanca de su piano, y sobre todo de su madre, una de las más próximas y amorosas madres que he conocido. A veces, uno no puedo hacer nada con su genética, sólo darle forma nueva, si puede, y eduardo podía.

Al cabo de una semana se habrá cumplido el primer aniversario de la desaparición de Eduardo Mignogna. Al parecer, el inminente estreno de su obra póstuma, LA SEÑAL, retomada por Ricardo Darin, que se producirá en esos primeros dias de Octubre, servirá de homenaje y recuerdo. Todos esperamos cosas buenas de esta continuidad post morten de la obra de Eduadro, y de su capacidad para concitar la participación y colaboración de amigos y entornos profesionales. Al parecer, en este caso, ha sido fundamental la labor de la viuda de Eduardo, Graciela Arregui, que ha impulsado y apoyado la realización de la película y el trabajo de Darin. A Eduardo le encantaba organizar y colaborar en proyectos con amigos y profesionales partícipes.
norberto spagnuolo di nunzio escribió
Septiembre 29, 2007 a 10:31 am
Sigo, por Eduardo: Habitualmente, o al menos algunas veces, con Eduardo colaboraron en sus películas su hijo adoptivo, Juan Ponce de León Arregui, actor, compositor y músico, que participó creando fondos musicales, y el hijo que tuvo con su primera mujer, Sebastian Mignogna, director de fotografía y realizador. Alguna otra vez, durante una visita a España, llegó a proponerme también a mí participar en alguna de sus películas como director de arte, algo que a mí, a pesar de mi formación, intereses, y actividades -entre otras las de coguionista en series de TV y diseñador de vestuario y escenarios- me pareció excesivo para mi falta de experiencia en esas lides. Con Eduardo crecimos juntos, compartimos juntos muchas experiencias, novias, deportes, fiestas e inventos juveniles asociados. Entre ellos la creación de un Teatro Ambulante de Títeres, para lo que, en compañia de mi hermana, desarrollamos historias, escenario y personajes, y también, ya en otras lides, una empresa de pintura a domicilio, sin olvidar la escritura, en la que Eduardo se embarcó a partir de la adolescencia, o la creación y construcción de algunos juegos, los paseos en bicicleta, etc. Todo ello no fructificó más allá que del ámbito familiar, y círculo cercano de amistades, pero marcaba ya la pauta de nuestras futuras actividades en la vida, que estaba claro iban encaminadas a disfrutar y hacer disfrutar y enriquecer la vida de los demás, o desde otro punto de vista más ambicioso desarrollar trabajos con perfil de servicios sociales. Seguiremos, si nos dejan.

Noviembre 4, 2008 a 9:02 am
Hola a todos, si es que hay alguno por allí. Hoy recuerdo, constato, mastico, los dos años que llevamos, llevo, sin el paradigma vivencial de Eduardo Mario Mignogna Ivañi, cineasta, escritor, soñador infantil y adolescente de paraísos vitales, junto al que compartí muchos de ellos y otros reales, creyendo que eran tambien de ficción. En estos dos años he tratado de redimir nuestra vida en común y nuestras separaciones, sobre todo la última provocada por mí tratando de llegar más allá de las aparentes relaciones. Es evidente que la historia y las complicidades no se pueden mantener encorsetadas una vida entera de evoluciones y desencuentros, pero uno siempre pretende no moverse de su sitio, y que sean otros los que lo hagan. Recuerdo la última vez que intenté hablar por teléfono con Eduardo, sabiendo ya de su grave enfermedad. Fueron pocos dias antes de su internamiento al borde de la desaparición física. Lo llamé a su oficina y la secretaria intentó pasarle mi llamada, pero su respuesta, quizás aún por enfado, quizás por su indefensión ante la enfermedad, y su habitual pudor, quizás por su falta de tiempo para acabar de preparar “La Señal”, hizo que no me atendiera. Ese es uno de los Kharmas que me unen a su postrer recuerdo y que trato de reciclar. Y luego la imposibilidad tambien de hablar con su viuda y su hijo mayor, vulnerados quizás, seguramente, por aquella separación nuestra, más conceptual e ideológica que sensible. Bueno, este recuerdo es tambien parte de mi purga, de mi redención ante él,pero sobre todo de mi imperecedero recuerdo de nuestra vida compartida y enriquecedora, aunque sólo fuese habitual hasta nuestros 40 años.
Publicado en web sobre fallecimiento de Eduardo Mignogna