viernes, 24 de agosto de 2007

NIEBLA REPULSIVA

Norberto Spagnuolo di Nunzio. - Madrid. - 05/02/1997


Hace poco, alguna de las emisoras televisivas que conectamos repuso una película menor que nos aporta ahora una metáfora singularmente ejemplar sobre estos momentos de urbanidad catastrófica a que asistimos: los habitantes contemporáneos de una península muy marinera de la costa noreste norteamericana reciben la misteriosa invasión de una niebla repugnante, que resulta ser el magma ectoplásmico de una desaparecida tripulación, naufragada 200 años atrás y abandonada, sin auxilio a su suerte, a cambio de embolsarse el tesoro que portaban. Esta papilla de fantasmas cabreados acude a vengarse, asfixiando entre su densa corporeidad a los descendientes de aquellos perversos vecinos. Me temo que con lo de la reciente nube-niebla -no tóxica, pero asfixiante- de derivados del cloro amoniacal ha sucedido lo mismo en forma de renovada advertencia a los responsables urbanos de esta ciudad y alrededores. ¿Qué pinta una transmutadora de tales elementos químicos en medio de la urbanidad gigantesca de esta aglomeración, y justamente al lado de una modesta colonia de vecinos?El caos de esta reciente catástrofe, feliz, casual o milagrosamente no consumada en lo peor, no les entrará en el caletre previsor a nuestros munícipes, porque suponen que la ciudad debe pagar estos altos riesgos merced a su alta rentabilidad final. Es decir, al tesoro que sólo atesoran unos pocos.Insisten, con la reciente aprobación de un plan general que consolida la aparatología del crash definitivo y tienden a convertirnos, solamente, en una niebla pugnante de consumidores.-

jueves, 23 de agosto de 2007

ELLOS, la PROFE, y.....los OTROS.

(Cuento de cuentistas)


I / Prosiga, señor Secretario...

Ellos dicen, explican, prometen, juran, que cada vez que venía a la clase de su grupo, no dejaba de alabar las azañas de "los otros". Poco a poco, los componentes de ese segundo grupo generado a partir del rebosamiento y casi duplicación del cupo fijado inicialmente, pero que en realidad era primero por el día de la semana -martes- en que debía reunirse, al tiempo que adquirían a los ojos de aquellos cierta consideración por esa alabanza continua, provocaban también oscuro rechazo, frustración, envidia quizás. Mientras que éste, el de ellos, el de verdad, el auténtico dicen que podríamos decir, dado que agrupaba a los veinte primeros anotados y pagados, que se quejaba, se sentía ofendido, herido, y reclamaba, era el segundo, porque su día de clase, reunión o trabajo -los miércoles- era consecutivo, posterior. Y para colmo de males, decían además: "¡El otro, lógicamente, había comenzado antes!"
Parte de esa confusión, mal entendimiento, tensión justificada, se debía a esa fenomenología equívoca entre cadencia de la reserva de plazas, "numerus claussus" del grupo -obligado a ser reducido por la capacidad de la sala donde debía celebrarse el taller- día inicial de celebración, y milagro de multiplicación final de participantes, con la consiguiente necesidad de creación de dos, y tres si hubiera sido posible, conjuntos de alumnos. Al final, estos, cual subconjunto incluido dentro del primer límite, los que habían llegado antes, los que se vivían con los derechos básicos, se inscribieron con premura y además pagaron con anticipación responsable, fueron a parar al día de la semana que se estableció desde un principio, sí, pero que resulto ser posterior. Los otros, los que desbordaron el número inicial previsto, y obligaron a los organizadores, a la propia responsable del curso, a crear ese "otro" y segundo grupo, por conveniencias de aquella pudo comparecer y celebrar su clase justo el día anterior.
Paradigma babélico de la confusión entre grupos y tiempos asignados, cada uno con sus derechos históricos y días de celebración del curso, que vino así a complicar y ensombrecer el ambiente, dando la apariencia de que el otro, el segundo, se adelantaba en todo porque se reunía el día previo. Estas cosas suceden, no son aparentemente importantes, pero producen alteraciones de la normalidad causal, de la concatenación lógica de los hechos, de la sucesión veraz, lineal, de tiempos y acontecimientos que no conviene airear demasiado. Y sobre todo disturban el propio orgullo de los participantes, el amor propio, la lucha del yo por su circunstancia y privilegio. De esto se quejaban los alumnos del primer grupo, y único que debía haber sido en buena lógica. De esto, y según ellos, de muchas otras extrañas actitudes que se achacaban a la curiosa forma en que F.L, la Profe, intentaba darles ánimos, proponerles temas, trabajos, escenarios futuros para poder convertirse en hábiles narradores, apoyándose en el control y conocimiento que podía ejercer en esa confusa y misteriosa ambivalencia de vaivén entre ambos grupos y momentos a la que solo ella tenía acceso. Que si el otro, el del día anterior, se adelantaba en todo -cosa que por otra parte no era nada extraña pues ya venía mecánicamente dado, claro- que si los alumnos del otro ya habían leído los textos de los grandes narradores traídos como ejemplo, y parte de los propios, los que debían aportar de su propia cosecha. Que si a los del otro se les ha ocurrido tales y cuales cosas. Que si algunos de los del otro han sabido descubrir y describir el intríngulis de tal cuento, y así. Así casi todos los días de clase que se sucedían semana a semana. ¡Uff, era cabreante!
Algunas personas del grupo del segundo día de la semana, el que en origen había sido concebido como el único posible, es decir, los de éste grupo, el primero en rigor, comenzaron a vislumbrar, a tratar de entender, quizás a presuponer, que algo oscuro se ocultaba detrás de ese ir y venir de noticias y alabanzas que desgranaba la Profe cada día. Si bien estos recibían el continuo meritaje subliminal de las heroicidades literarias de los otros, integrantes desconocidos del, por un lado, segundo grupo, pero primero en el percurso semanal, quien sabe si con ellos no sucedía lo mismo en sentido inverso. Hay que considerar que si bien el tercer día de la semana en que se reunía el primer grupo venía después, también era cierto que transcurría antes que el segundo de la semana siguiente en que se reunía el otro, lo que podría haber dado pie a que la Profe reprodujera sus comentarios pero ahora en sentido inverso, es decir a favor del aquél. ¿Pero quien, sin mantener contacto habitual entrambos grupos, como la misma F.L. disponía y hacía, podría saber si eso era cierto, comprobarlo, certificarlo?. Era prácticamente imposible, y por lo tanto imposible también matizar el grado de ansiedad que producía en el primero que todo lo bueno sólo viniera del segundo. Algunos de los componentes de éste primer grupo comentaron que, por simple curiosidad, habían intentado colarse en las sesiones del otro, el día anterior, o al menos hablar con alguno de sus componentes, intentar sonsacarles si recibían también, por parte de la Profe, punzantes elogios respecto de ellos mismos, es decir del grupo del día después. Para tal averiguación, entre otras dignas aventuras del Dr. Watson emprendidas en comandita, intentaron convencer al ordenanza encargado de pasar lista que se habían equivocado de día, y tratar así, previamente, de colarse en la clase aún a sabiendas de que los descubrirían. Pero eso, acotan, tampoco fue viable, y vino a añadir una nueva carga a la creciente frustración que experimentaban, además de tener que afrontar ciertos equívocos y momentos vergonzantes. Poco a poco se fueron convenciendo más alumnos del primer grupo (y ya saben que segundo por día de la semana, el tercero), que algo oscuro existía en ese venir, y posible ir, de noticias que acompañaban a F.L, la Profe, tal que pajaritos inocentes y cantarines revoloteando en su derredor. O que simplemente todo era producto de ese, su particular entusiasmo de enseñante, de experta dedicada a su tarea con las complejidades y esfuerzos que el asunto demanda, contenta en fin ante los buenos resultados que el bi-curso de ida y vuelta denotaba.

II / Vaya concluyendo, señor Secretario...

Todo comenzó prácticamente ya en la segunda clase -del primer grupo, el segundo día, que era el tercero y miércoles de la semana- cuando la Profe se apareció con varios ejemplares de un manual sobre técnicas narrativas y problemas anexos del oficio de escritor de brevedades, producto destilado desde su propia experiencia y editado algunos años atrás. Entonces fue cuando ella les dijo aquello de que los otros, los del grupo del día anterior, ya lo habian comprado, y que tan sólo quedaban algunos pocos ejemplares. Curiosamente, razonaron después, lo mismo que vino a repetir el penúltimo día de clase, pero ya sólo con los dos libros que exhibía en la mano derecha, mostrándolos alternativamente a uno y otro lado del extremo menor de la gran mesa ovoide sobre la que se distribuían los alumnos. -Ya lo veis; me quedan estos, nada mas- repitió al menos tres veces, dando a entender que se agotaba algo fundamental para el oficio de escritor, y que harían mal en perdérselo.
Cada día de clase sorprendía a los alumnos del primer grupo -segundo por el día de la semana en que se celebraba, como recordará usted, Señoría- con cuestiones similares. Azañas literarias que evidenciaban las dotes como narradores de los alumnos del otro grupo, haber estos entendido perfectamente la oscura trama de un cuento de Poe, o de Katherine Beauchamp-Mansfield -y mira que es difícil- o ponerse a organizar con gran entusiasmo la posibilidad de continuidad del taller, pero ahora fuera de la tutela del Centro que los acogía. De forma que los de éste grupo fueron poco a poco cayendo en la consideración de sí mismos como unos zoquetes y lerdos totales, incapaces de que se les ocurriese algo, convencidos de que sólo escribían cosas absurdas, y así se dieron a reprochárselo unos a otros, como si estuviesen en plena sesión de terapia liberadora de la dura carga de culpa que se les asignaba. Cuando faltaba una sesión para el buen término del curso, de las cinco o seis previstas, llegó la Profe con la noticia de que "los otros" habían terminado de leer y digerir todos los cuentos, los propios y extraños, los de los grandes y los de los aprendices. Y vino a decir tal cosa cuando los de "éste grupo" eran plenamente conscientes de que a ellos, cuanto menos, les quedaba por trabajarse la tercera parte de todo el material. ¡Menudo fiasco! Hubo uno de los alumnos de éste primer grupo que ya mosqueado por tanta diligencia y efectividad de "esos otros", llegó a preguntar, casi con la inocencia confusa de un sospechante habitual herido en su amor propio, que si los otros existían de verdad, y que si era así serian pocos, o en todo caso jóvenes y talentosos alumnos universitarios de la carrera de letras, o sea, listos hasta la indecencia y además entrenados. -Pues no- respondió F.L. con la mayor de las naturalidades, -son como vosotros. Pero casi nadie pareció creerse aquello, y dicen que fue en ese momento cuando a la mayoría se le colocó la duda en la frente, como sucede con las series malas de la televisión, pero que al mismo tiempo sirve para entender de que va todo eso que hasta entonces no comprendías ni leyendo tres veces el comentario avanzado por las revistas especializadas del medio.
En la siguiente clase, la última, la Profe llegó feliz y campechana anunciando que los del otro grupo, aprovechando el tiempo que les sobraba a raudales, habían confeccionado un listado con los nombres, teléfonos y direcciones de e-mails de todos sus participantes, que lo habían distribuido y que también habian organizado ya la posible extensión de las clases fuera del centro, en un coqueto y adecuado bar literario de las proximidades, donde pensaban continuar con su experiencia ávida de conocimientos "ad inifinitun" sobre los laberintos de la narración, o por ahora y mientras tanto, cuanto menos. -Ya se los advertí el otro día. ¿Y ustedes, por qué no hacen lo mismo?- concluyó F.L., a manera de clara incitación a la homología funcional. Era evidente que la Profe pretendía dar a entender que todo era idea y cosa de los alumnos del martes que ella aceptaba gustosa. Que las clases, mejor dicho reuniones, taller de lecturas, consejos y aporte de material técnico de trabajo, comenzarían a partir del primer día del siguiente mes, con turnos alternos para uno y otro grupo, si estos, claro, los del primero, los del miércoles, querían, se apuntaban, asistían y, sobre todo, pagaban. Ante tal envite -lo tomas o lo dejas, y si lo dejas eres pánfilo, aletargado, cobarde ante los retos de la vida- una reacción mezcla de envidia, desconfianza, y preocupación por el futuro se apoderó de unos cuantos, quizás también incluida la clásica mayoría silenciosa. Quizás se sintieron heridos en su amor propio, y en todo eso que trae aparejado el que a uno, unos cuantos en éste caso, se les diga que otros están a hacer lo mismo, pero antes, más y mejor, y que por lo tanto son más listos. Sí, porque el afán de competencia está presente, aunque soterrado muchas veces, en todo el mundo, y que si se produce entre personas de distintos grupos tiene además ese oscuro resorte de respuesta que nadie menciona, pero que va creciendo en el interior de todos y cada uno, contradecido por el recurso al amparo en la conocida farsecilla interior: "Yo no voy a decir nada, no vayan a creer que a mí esto me afecta, que me preocupa". Nadie quiere mostrar su sentimiento, y el asunto sigue creciendo, corroyendo las defensas interiores de los destinatarios, cosa de lo que se encarga el mismo mensajero inicial, aparentemente desinteresado pero leal, que lanzó el desafío, y que controla las claves de la situación. Y todo termina por reventar.
Fue entonces, esa misma noche, la última del curso oficial, cuando después de confeccionar apresuradamente, con grandes lagunas, tal lista propia de alumnos, y de recibir a cambio, de manos de la Profe, una especie de citación con días, fechas, lugar y precio del cursillo de continuidad -"¡Exagerado!", apostillaron unos cuantos con gestos y palabras mudas al comentarlo- cuando esos cuantos, y alguno más de los de éste grupo primero, quizás los más desconfiados, o los más interesados y valientes, quién sabe, resolvieron ir a consultar, a rogar si fuese necesario, que un investigador privado, amigo de uno de ellos, tratara de averiguar algo al respecto, de saber que ocultas razones navegaban por el interior de ese aparente laberinto. A pesar de la insistencia del grupo, de la mediación de su amigo, del intento de comprensión de esa alterada e inusual petición, el hombre, con criterio claro, razonado, se negó.

III / ¿Se negó usted...?

Bueno, sí, me negué al principio, porque aquello era absurdo. Incluso creo que les dije que en toda esa historia no parecía haber nada extraño, que seguro respondía al interés verdadero y profesional de F.L., así como que, lo más probable, todo sería producto de la propia sugestión que en ellos causaba la lectura de tantos textos intrigantes y sutiles, o que se les había subido a la cabeza y luego bajado al esternón, la gravedad confusa, misteriosa y real al mismo tiempo, de los cuentos de Borges, del que yo mismo era, soy, lector seducido y voraz. Y para que hablar si hubiesen leído al mismísimo Pessoa o a cualquiera de sus heterónimos. O al espléndido William Le Qeoux. Pero al final, encabezados por la locuaz y sutil palabrería de mi amigo, al que tantos y tan buenos momentos y favores debo -sí, es cierto, tuve que reconocer- lograron convencerme. ¿Cómo pagarme?, insistieron luego hasta casi aburrirme. Les tranquilicé. La verdad es que en mi fuero interior no pensaba ocuparme demasiado del tema, seguía considerándolo una tontería, un complot de vanidades y coqueterías. Pero probablemente convencido cuanto menos de que algo divertido sacaría de todo aquello, opté por alegar que si tenían razón no les cobraría nada, pero que si estaban confundidos deberían invitarme a una magna cena, no solo a mí, sino tanto a la propia y hábil F.L., la famosa Profe, como a "los otros", pues convencido estaba, elucubré, en que aquellos eran tan reales como ellos mismos. Y remachando mi plena confianza en la absoluta normalidad de los hechos, les advertí que, de forma inequívoca, se verificaría entonces el merecido desagravio de F.L. -¡Hombre, seguro!-, apostillé observando divertido los gestos de incredulidad y desazón de los que me rodeaban, y dando así por zanjado el tema con ese aire de suficiencia psicoanalítica que asumo cuando me interesa o el tema lo requiere.
Para tal cometido aportaron al momento el dichoso listado, elaborado con premura, con los nombres y breves datos de todos los alumnos participantes en el grupo, adjuntando al mismo una somera descripción de F.L., su perfil profesional y humano, a medias extraído de una enciclopedia literaria, a medias recopilado por ellos mismos. Se me indicó además quién era la persona responsable de la organización del curso dentro del Centro, la misma que había confeccionado la lista de participación donde sólo ese primer grupo figuraba en un principio, y dibujaron sobre la marcha un pequeño plano esquemático del edificio, con indicación de la sala donde el curso tenía lugar, la forma de acceso, la de control de asistencia, los días y las horas de celebración y, por último, el nombre y la dirección del bar donde se planteaba hacer el taller de continuación. Todo ese batiburrillo de datos y sospechas me hizo sonreír otra vez. Aquello bien aparentaba ser el juego de unos niños enfadados, prestos a devolver el golpe de un jugador de mayor solidez. El compromiso de investigación estaba sellado, muy a mi pesar, y tuve que asumir, o intentar demostrar, que estaba resuelto a acometer la tarea con diligencia y brevedad, pues, como repetían de forma machacona mis ahora clientes, tan sólo unos pocos días quedaban por delante.
Pasé todo ese fin de semana tratando, con total desgana, de aproximarme a las coordenadas esenciales del tema, pero sobre todo analizando de que manera breve y elegante podía zafarme del asunto sin que fuera demasiado evidente, y responder al mismo tiempo al compromiso adquirido. Convencido estaba, repito, que el caso no tenía sustancia ni misterio que destapar, así que la mejor manera de acabar pronto era emprender una bien planeada campaña de acceso a los datos sustanciales. Traté entonces de adentrarme y esclarecer el por qué del comportamiento de ese grupo donde se integraba mi amigo. A él lo conocía bien, sabía que podía haber adoptado un rol, el que siempre le gusta jugar en estos casos, el de provocador interno. Lo hace por divertirse, por poner a prueba a los demás, y a veces sólo por fastidiar, sobre todo a los responsables de grupo, sean líderes, profes, tutores, jefes o jefazos, maestros...., etc. Eso también me animaba, fue lo que en definitiva me empujó a aceptar el caso. Seguro que todo era una farsa, un montaje canalizado por él a partir de algunos datos o elementos que a la mayoría de las personas se les escapan, pero que mi amigo es capaz de descubrir y aprovechar, e incluso ver más allá de la realidad aparente buscando evidenciarla, o quizás tergiversarla. Por eso éramos tan amigos. No sólo me divertía su actitud, aunque a veces resultara chocante, puede que hiriente, pero en mi caso, sobre todo, me ayudaba a encontrar pistas, rastros, que normalmente eran difíciles de desentrañar.
Bien, tratemos Señoría de entender el comportamiento del grupo más allá de las inducciones o trampas a las que pudo haberlo empujado mi amigo. A menudo se atribuye a las personas hechos y comportamientos sin hacer un esfuerzo mínimo en descifrar las causas o antecedentes que los motivan. Las personas aparentan así ser dueñas de sus actos y destino, otorgándoles la difícil facultad divina de haberse encontrado o realizado como seres plenos, de haber llegado a comprender su Yo profundo y actuar en conciencia y consecuencia. Pero la mayoría de las veces, la que ahora me ocupa incluida, no suele ser así, y las personas actúan por simple inercia, sin voluntad, ni mala ni buena, tan sólo impulsadas por los entrenados resortes de su actividad habitual, del movimiento de vaivén generado por el grupo en el que se incluyen, o del adiestramiento personal en un determinado nivel de comportamiento, y aún de un particular "metiere". Es difícil sustraerse a esa inercia vivencial, a lo condicionado. Por otra parte creo sinceramente que, en el caso de F.L., no parece existir un comportamiento anormal, ajeno a una cierta deontología profesional. Dedicada a la literatura desde hace tiempo, si bien su perfil no se corresponde con el de una "literata" en el sentido estricto del término, diría que por origen y desarrollo de su dedicación más bien es una "especialista literaria". Ha llegado a ello, indudablemente, por su preparación cultural, pero sobre todo por su trabajo inicial como experta en contratos de edición, por su instrumentación subsecuente como consejera y revisora de ediciones, en corrección de pruebas, su variada participación en jurados de concursos y premios literarios, y finalmente por sus diversos cargos ejecutivos en varias editoriales. Actividades todas que poco a poco han ido ampliando su conocimiento, gusto propio, interés y formación en la escritura, en la expresión literaria, bien en el ensayo y análisis de otros textos, bien como personal autora en la narrativa pura, ya se trate de textos breves o de novela, y reconozco que a veces con gran calidad y carácter. Finalizado o mediado ese proceso, era casi obligado que experimentara y aplicara sus conocimientos en el campo educativo. Evidentemente, ese matiz de natural dedicación a la práctica y difusión de todo ello, a su capacidad para reconocer la valía de un texto, a la de negociar publicaciones, compras de originales, intercambio de derechos, ha ido modelando su propio comportamiento ritual, esa cualidad que, según sus alumnos, tiene de colocar o sugerir una idea, un tema, una acción vinculante. Todo ha ido coincidiendo, sumándose en esa natural estrategia para convencer y operar con determinados valores y situaciones en el amplio, dificultoso, mercado literario. Algunos de los componentes del grupo han llegado a insinuar también que toda esa actitud respondía, responde, a su pertenencia cultural, en el sentido de lugar de nacimiento y formación en un particular contexto socio histórico y cultural. Sí, quizás haya algo de eso también, tuve que aceptar, pero advirtiendo que no era bueno barajar los tópico habituales que rigidizan la comprensión de un ser humano.
Era palpable que F.L., la Profe, había estado construyendo, en las cinco o seis semanas del curso, un perfecto tejido, una urdimbre de motivos personales, llamadas de atención, intereses vehiculados, que no compartían o entendían sus ocasionales pupilos. Mejor dicho, la mayoría de ellos, al menos los de éste conocido y aquí presente grupo primero, no tenían opinión concreta al respecto, ni siquiera elementos claros de juicio para poder construirla, según pude comprobar a través de mis propias investigaciones. Como mucho se sentían molestos por esa actitud, y suponían, por pura intuición, que sus propios intereses no habían sido valorados. ¿Y "los otros"?, se empeñaban en acotar. Averiguarlo sería una de mis primeras tareas. Mi amigo completó el cuadro de datos y señales haciéndome una pequeña pero deliciosa interpretación del aspecto físico de F.L., junto a las sensaciones que su presencia deparaba. Pido disculpas de antemano, en nombre de ambos, si en todo ello puede observarse cierta desviación de tono machista.
-Mira, está claro que la mujer proviene de la burguesía culta catalana, y posiblemente haya completado su formación en algún país europeo de nuestro entorno, o en varios me atrevería a decir. Francia e Inglaterra, quizás Suiza-, aventuró mi amigo con su habitual seguridad a prueba de errores. -Además, creo que traduce perfectamente en una o dos de esas lenguas. Por su aspecto y forma de vestir la podríamos confundir con alguien procedente de cualquiera de esas culturas. Tiene un cuerpo y unas maneras expresivas que la acercan mucho a la imagen que tenemos de las grandes divas literarias del período entreguerras del siglo pasado, una chica del grupo de Bloomsbury, tipo Virginia Wolf, o cercana a sus admiradas y más modernas Clarice Lispector y Katherine Beauchamp-Mansfield. No es que sea bella, pero a sus cuarenta y pico años mantiene un cierto atractivo quizás aportado también por ese aire de sexualidad ambigua que la acompaña, que se expresa además a través de su cuerpo, carente de curvas marcadas, tornado hacia lo andrógino, con la cadera estrecha, el trasero firme y bajo, y los senos medianos, ligeramente respingones pero caídos, señal de ausencia de sujetador. A veces me recuerda a la inquietante Greta Garbo de la primera época, o a la joven Katharine Hepburn, pero con menos pasión que estas, y más "seny", si puede decirse. Su forma de vestir tiene, como en las citadas, algo de varonil, con suéter ajustados muy del gusto anglosajón, aunque use faldas, siempre largas y entubadas que marcan sus nalgas, todo ello siempre en tejidos y colores naturales, ligeramente contrastados con azules y rojos. Su comportamiento, al menos con los que hemos sido sus alumnos circunstanciales, demuestra seguridad, pero también una equívoca cortesía que torna pronto en firmeza y autoridad si la situación lo requiere. Parece compartir a un nivel de igualdad las alternativas del momento, tratando de acercarse a la gente, pero demuestra que sabe perfectamente cual es su papel y situación en el contexto del grupo. Y eso es todo lo que puedo comentarte.
-Pues bastante, tuve que reconocerle a mi amigo mientras terminaba de tomar nota de esas cualidades tan bien explicadas por él. -¿Fuma; está casada?-, pregunté como colofón sin saber bien para qué.
- Lo ignoro. Pero si he podido observar que lleva un ancho anillo en el anular de la mano izquierda que recuerda vagamente a uno de matrimonio, aunque más sofisticado. Quiero decir culto, con cierta apariencia medieval, poco estridente, sencillo, quizás en oro de varias tonalidades.
El lunes siguiente, poco antes de media tarde, decidí comenzar las pesquisas acudiendo al Centro donde se impartían los talleres. Me había propuesto resolver el asunto en uno o dos días. -No más, me dije a mí mismo. La persona encargada, una chica de mediana edad, agradable, sosteniendo aún cierto aire de muchacha marchosa de suburbio, me miró con extrañeza cuando le pregunté sobre el curso.
- Terminó esta pasada semana. Creo que ha llegado un poco tarde-, me dijo con sonrisa y mirada algo burlonas, mientras no dejaba de preocuparse por anotar algo a mano en unos listados que sacó del ordenador.
- ¡Que pena!-, solté sin saber qué decir exactamente. -Me lo recomendó un amigo, Antonio. ¿Le suena?
- ¿Antonio?. Si no me dice el apellido... ¡Había cuatro Antonios en el curso!.
- ¿Cuatro?-, no era el dato que yo tenía. -Perdón...; Evangelista.
- ¡Hombre, el Tony! Sí claro; el también se acuerda siempre a último momento. Me llama dos o tres veces hasta que se decide, así que le mantengo la reserva, pero en ocasiones no puedo hacerlo. Por cierto, para este taller recuerdo que fue el último que anoté en espera de confirmación. Curiosamente, esta vez se decidió pronto.
Aquello me dejó un poco escamado. Los del grupo me habían comentado que la lista de prenotados era tan larga que se había organizado un segundo grupo, "el otro" grupo. Mi amigo, por su parte, me explicó que el mismo no sabía si era el primero de la otra lista, la de preanotados tardíos, o el último de los veinte iniciales, pero que de todas formas se lo habían confirmado pronto.
- Entonces..., ¿no hay otro grupo?-, traté de indagar.
- ¿Otro grupo?. No, que va, imposible. Sólo se autorizó un grupo de veinte personas porque no había ni sitio ni días para más. Aparte de eso, a F.L. no le gusta tener grupos grandes ni complicarse la vida. Si me perdona, ahora vuelvo.
- Tranquila-, le aseguré. La muchacha cogió los papeles, se levantó y salió hacia el pasillo con un gesto gracioso. No pude dejar de mirarla mientras se escurría por la puerta. Era atractiva. ¿Pizpireta quizás? Bueno, graciosa y bien formada. Advertí que sobre la mesa, cerca de mi mano, reposaba la libreta de tapas azules y espiral donde mi amigo decía que ella inscribía inicialmente a las personas en los distintos cursos, para luego confeccionar la lista final por ordenador. La abrí por la mitad en la forma menos llamativa que pude, y pasé las hojas lentamente. Casi en las primeras páginas un rubro en letras de imprenta anunciaba: "Taller F.L.", y las fechas de celebración. Había al menos tres páginas con nombres escritos en lápiz, en líneas apretadas y bien trazadas sobre la primera. Reconocí varios pertenecientes a las personas que habían estado en mi despacho. Al final estaba el de mi amigo, anotado con bolígrafo. Un poco más abajo, al otro lado de una raya trazada a lo ancho, aún se podía ver el rastro borrado de su propio nombre en lápiz. No recuerdo si al principio o al final de esa lista, quizás sobre un paréntesis o llave lateral que abarcaba aquellos nombres y apellidos, había un pequeño rótulo también en bolígrafo: "Grupo Miércoles", ponía claramente Las otras dos páginas estaban casi completamente cubiertas de nombres también escritos a làpiz. Sin embargo y al contrario que en la precedente, estos registros aparecían como más separados, transcriptos en líneas irregulares y en varios casos con notas o números adosados entre paréntesis, como si fueran datos, o claves de referencia. Por ejemplo, al lado de alguno de ellos decía: "Nº X: esta sí", o "Nº Z: no sabe". Al final de esta segunda lista -contados los nombres, arrojó un total de veinticinco- había una anotación entre paréntesis escrita a mano, con bolígrafo de color rojo y en grandes caracteres: "(¿OTRO GRUPO? ¿Cuándo?. Hablar con F.L. Ella insiste)". Era suficiente.
Detrás de la puerta escuché una voz, parecía la de la muchacha. Al mismo tiempo, alguien hacía girar el picaporte. Puse el cuaderno en su lugar. Era ella, con su figura menuda y esas buenas razones que la precedían para que uno se quedara mirándola. Hizo un gesto, como tratando de indicarme que no esperaba encontrarme allí, o que ya era hora de que me largara, o que no fuera tan descarado mirándola. O todo eso al mismo tiempo.
- ¿Algo más?-, preguntó con cierto énfasis mientras se sentaba, como para confirmar que con ese gesto ya me lo había advertido, y que volvía a adueñarse de "su" espacio.
- Bueno, no. En fin; es evidente que ya no hay remedio. Me voy; gracias por todo... Perdón, sí, una última pregunta-, se me ocurrió en ese momento. -¿Qué clase de personas asisten a estos cursos?
- El Tony me suele preguntar lo mismo. Normalmente son personas de edad media o mayores; como usted mismo, como su amigo-. Me hizo un guiño, no sé si de complicidad, de condescendencia, o de perdón, y continuó: -Hay pocos jóvenes. La mayoría quieren hacer algo, aprovechar el tiempo; a veces tan sólo matar el aburrimiento, o encontrar almas gemelas. Algunos son jubilados. Otros, los que ya tienen cierta experiencia, quieren mejorar. Otros pocos repiten, pretenden publicar algo, o están camino de su primera novela. Bueno, al menos eso es lo que dicen- Y como dando el asunto por terminado, me ofreció: -Déjeme sus datos, así podré avisarle personalmente la próxima vez-
Lo hice. La saludé agradecido y salí. Mi siguiente cometido iba a ser visitar el café-bar donde supuestamente tendría lugar el Taller de Continuación. Estaba próximo al Centro, a pocas manzanas; cerca de la Filmoteca, me había comentado mi amigo. Comprobé que a escasos cien metros, pero el local estaba cerrado, y no había cartel alguno que indicara el por qué. Supuse que porque era lunes, día de descanso generalizado, y porque otros locales de la zona, los más coquetos, alternativos, modernos, aparecían también cerrados. Era una esquina. El local tenia aspecto de estar allí desde el siglo diecinueve, con sus cierres metálicos de persiana, y esa característica fachada guarnecida de madera repintada a través de los años, extendiéndose sobre jambas y dinteles. El nombre que dominaba la cornisa de cristal decorado por el trasdós parecía sugestivo: "El Sueño Eterno". Recordé la película de 1946: Hawcs, Bogart...; ¿Baccall? "The big sleep", menos mal que en este caso habían acertado con la traducción. El original en inglés había sido trastocado en alguna versión al castellano por "El Gran Sueño". Volví al asunto. Me disgustaba desaprovechar el tiempo, y más con esa absurda historia. Lo único que conseguí averiguar era lo que se anunciaba en unas orlas pintadas en arabescos negros sobre los laterales de la entrada. En el de la derecha ponía: "Tertulias, Lectura de Poesía, Cuentos, Teatro". En el otro: "Música, Cine, Videos, Performances". Bueno, al menos coincidía con la posibilidad de celebrar en el local reuniones de literatura, que era de lo que se trataba en este caso, el que tenía ahora entre manos. Volví al día siguiente, casi a la misma hora, aunque no me gustara la idea porque era martes, el supuesto día en que debía reunirse el "otro grupo". Pero el café seguía cerrado. ¿Se cumpliría la paradoja del nombre?. Lo pregunté en un bar que hacía esquina, justo enfrente, con la encargada y escasos parroquianos absortos en el diario partido de fútbol que transmitía la televisión. Sin mucho entusiasmo, la que parecía la dueña me dijo que era el día de descanso de "El Sueño Eterno". -¡Será porque siempre está cerrado!-, bromeé a manera de respuesta, más para mí mismo que para la ya desentendida señora, preocupada ahora por el culito de Beckham. Repetí el test del día anterior, recorriendo las calles vecinas arriba y abajo. La mayoría de los locales estaban abiertos. Entonces recordé que mi amigo me había advertido que el taller se había postergado hasta el mes siguiente, es decir, hasta la semana siguiente. -Sí, pero que tiene eso que ver con lo de que siga cerrado-, razoné para mí.
Como en respuesta a tales dubitaciones, sonó el móvil. Era Antonio. La Profe acababa de enviar un mail a todos los alumnos del curso, y al parecer, incluso a los misteriosos, desconocidos alumnos del "otro grupo". Porque en buena lógica, venía a decir mi amigo, deberían corresponder a ellos los nombres que aparecían en la dirección del mail junto a los de su propio grupo, los que yo conocía.
-¿Estás seguro? ¿Qué pone en el mensaje?- quise comprobar.
-¡Por supuesto!-, a Antonio le sienta fatal que alguien dude de su palabra. -En el mail F.L. nos informa que se ha cambiado de lugar de reunión para el taller de continuidad. Bueno, ¡está claro que lo ha cambiado ella!. Ahora es en un local de la zona de Ópera.
-¡No jodas!-, solté de forma espontánea. -Es el segundo día que compruebo que "El Sueño Eterno" está cerrado. No hay avisos, ni nadie de por aquí sabe nada al respecto. Todo es muy extraño-, concluí.
-¿Qué piensas hacer?-, preguntó mi amigo.
-Dame la dirección exacta. Me voy para allí ahora mismo. Por cierto, ¿cómo se llama?
El nombre era absurdo. Antes de acercarme caminando hacia el nuevo lugar, quise comprobarlo y situarme con la ayuda de una pequeña guía de la ciudad que siempre llevo conmigo. Algo me llamó entonces la atención, pero al principio no logré entender que era exactamente. Una sensación de coincidencias, o de relaciones, algo que no conseguía dilucidar con la razón. Repetí la misma acción varias veces, pero está claro que tales sensaciones son poco digeribles por el cerebro, hay que pescarlas al vuelo, y si no dejarlas hasta que reaparezcan por sí solas, y lo pillen a uno desprevenido, sobre todo al de arriba, el eterno pensante. Mientras caminaba se me ocurrió jugar con las analogías entre ambas localizaciones. ¿Por qué antes Lavapiés y ahora Ópera?. ¿O Cibeles primero?. ¿Qué había de igual, o de distinto, entre ellas? ¿Cuáles eran sus relaciones? ¿Tendría todo algo que ver con el propio domicilio de F.L.?. Un investigador debe agotar todas las suposiciones, incidir en todos los vericuetos, expuse para mi propia satisfacción profesional. Mi amigo ya había comentado que, según la versión de la Profe, "El Sueño Eterno" había sido propuesto por el "otro grupo", Y ahora quedaba patente por el mail que era la propia F.L. quién cambiaba de sitio, de lugar de celebración del taller. ¿Por qué? ¿Y por qué en Ópera ahora?
Seguí atando cabos, que yo creía sueltos, mientras atravesaba la Plaza Mayor y enfilaba ya hacia Independencia. Ahí se me atravesó otra visión o percepción fugaz. -¡Claro, Independencia, y antes del Leal!-, me entusiasmé. ¡Leal e independiente!, buena divisa para un escritor, pensé. Perdón Señoría, para los que no me sigan sé que todo es muy complicado. Independencia, hacia dónde me dirigía, era la calle donde estaba el nuevo lugar de la cita, el café-bar del taller trasladado, justo al lado de Plaza Ópera. Del Leal acababa de dejarla atrás, era la calle donde se situaba "El sueño eterno". ¿Comprenden?. Bueno, en ese momento yo tampoco, y si bien intuía que había cierto mensaje oculto en ello, me era imposible descifrarlo del todo. ¿Y el nombre del nuevo lugar, el del café-bar hacia el que me encaminaba?. -"El soporte horizontal. ¿No te parece extraño?"-, había dicho mi amigo. Sueño eterno y soporte horizontal. De hecho existía una relación funcional un poco cómica, ¿pero además qué? Ya estaba frente al local, era una taberna, y también parecía antigua, o muy bien reambientada. El lugar era estrecho y profundo, dividido en dos niveles. En el primero, que ocupaba casi por entero una barra colocada en diagonal, había un tipo con cara de sueño, del de verdad, empeñado en poner en marcha la cafetera, y no parecía que lo lograra. La parte superior del local, tres o cuatro escalones más arriba, bordeada por pequeñas mesas redondas y sillas a juego, las del clásico modelo Thonet, tenía más ambiente de restaurante que de café de tertulias. Me di cuenta que todo el local olía a guisos, aperitivos ibéricos, y agridulces sustancias. Ignoraba si eso sería bueno o malo para reflexionar sobre Maupassant o de Quincey. El tipo no sabía si atender a la máquina de café o a mí, en ese ir y venir, espalda y cara, a que lo obligaba la colocación inversa de la dichosa cafetera exprés. Me lo explicó un día mi amigo Antonio. Nos encontramos en un café de La Gran Vía, no recuerdo bien con que motivo, esperábamos a que nos sirvieran acodados en la barra, cuando en este caso fue una camarera quien nos dio la espalda al tiempo que hurgaba en la máquina los cortados que le habíamos pedido. Recuerdo perfectamente sus palabras:
"-Los gallegos no han entendido nunca como se colocan estas máquinas. Las ponen al revés, en el contra mostrador, cuando se han inventado y diseñado para mostrarlas de frente, con su mejor fachada cara al público, y los puertos de servicio hacia el interior. Entonces el que te está sirviendo se queda de cara a ti, así de paso vigila lo que sucede en el local, y no mostrándote el culo. Bueno, en el caso de esta chica no importa, al contrario, se agradece. No conozco ningún país en el mundo aparte de España en que la coloquen de esa forma. Incluso en Barcelona, en San Sebastián, en Vitoria, y qué decir en toda Europa, en Argentina, en Brasil, en Portugal, en Inglaterra, y por supuesto en Italia, que son los inventores, las máquinas se colocan como debe ser, con su bonito diseño cara al público, en el propio frente de la barra. Por que si no es como si te mostraran el cuarto de baño mientras hacen sus necesidades".
Y sí, tenía razón, ahora lo entendía mejor. Al hombre le pedí un descafeinado de máquina con leche. Me inventé una historia. Le dije que me habían citado para una tertulia literaria que se celebraba esa tarde. -¿Aquí?-, me preguntó en medio de su continua ida y vuelta con la máquina. -Tendrá que esperar, no está caliente-, justificó. -¿No se celebran tertulias aquí?-, insistí. -Bueno, sí. No estoy muy al tanto. Creo que hay una, o dos. Hoy debe haber una, al menos. En todo caso es más tarde-, concluyó. Pero le seguía preocupando la cafetera que no arrancaba. -Entonces vuelvo más tarde- le tranquilicé. Luego le pregunté si conocía a F.L., pero no tenía ni idea. Tampoco la tenía sobre la dichosa máquina al revés. Antes de irme volví a dar un vistazo al local. Por las dimensiones del edificio y su profundidad, debería tener una salida o ventanas a la calle de atrás, la que llaman de La Escalinata. Curiosamente lo pude confirmar al instante. Eso y lo del extraño nombre. Antes de acceder a la sala del fondo, sobre el frente de uno de los muros que angostaban el paso en el arranque de los peldaños interiores, había un barroco marco ovalado con su cristal. Protegida por el mismo, hacia el centro, había una antigua foto color sepia de lo que parecía una bodega, con sus grandes portones de madera y cristales sucios, y sus correspondientes contrapuertas, vencidas y llenas de papelitos y rótulos en tiza, y unos cuantos parroquianos mal trajeados y peor encarados, sentados o de pié, junto a la entrada. Reconocí la calle de La Escalinata. El local se situaba justo detrás de las largas barandillas que protegen la bajada, o subida, por la gran escalera; en el oscuro y deslizante hueco entre ambas construcciones se situaba la gente. Un gran rótulo pintado sobre el capialzado de la entrada ponía claramente: "El Barandal-Casa de vinos". Bordeando la foto se podía leer el discurso explicativo: "Este era el local original en una foto de finales del siglo XIX, con entrada principal desde la calle de La Escalinata y acceso de servicio por Independencia. El nombre actual de "Soporte Horizontal", es una derivación etimológica del vocablo que aparece en la foto. Los actuales dueños han querido mantener esa ligazón y memoria haciéndola más actual. Madrid 1978". Saludé y me fui, contento de seguir atando cabos, pero también preocupado, porque ya me iba costando creer que el tema lo dejaría listo esa misma noche, o al día siguiente, a más tardar. ¿Y ahora, dónde?

Me faltaban algunos datos, rastros, pistas, señales que me ayudaran a dar el golpe de mano definitivo al tema, que me abrieran las puertas de la percepción, cielo e infierno, como decía el gran Huxley. Por ahora tenía una lucecita que me rondaba, y además eso de Leal e Independiente. ¿Y la calle donde se sitúa el Centro? Alcalá, Al-halá..... ¿Y el domicilio de la Profe...? Por pura intuición, o arrastrado por la marea de caminantes, me dirigí calle del Arenal arriba, hacia Puerta del Sol y luego a Alcalá-Al-halá-El Dios. Aquello era una vorágine de personas de todas las razas y procedencias agitadas en el discurso contrapuesto de las compras y la curiosidad de escaparate en pleno final de mes. ¿Dónde los castizos?. Algunos de los más antiguos estaban sentados en los bancos del abanico abierto de Sol, recordando, quizás aprendiendo, o comprendiendo, de la revuelta de las colonias y demás protectorados de ultramar. Puerta del Sol, ahí se iluminaba y ventilaba el oscuro laberinto de callejas, baricentro escorado de España. Entonces me di cuenta que también era el baricentro escorado de algo más próximo, de eso que me rondaba desde que hube consultado el plano de la zona. Me detuve, encontré un hueco entre los viejos castizos que miraban deslumbrados el mundo del futuro a través de la puesta de sol que colaba sus últimos rayos vespertinos entre arreboladas nubes, justo detrás del reloj de la Casa de Correos, y me senté. Yo también estaba asombrado, más aún, ciertamente trastocado. El paisaje era casi como lo había descrito Alvaro Pombo en una de sus novelas madrileñas. Se acababan de abrir las puertas, no sólo la del Sol, que también; un rayo se deslizaba por el plano de Madrid que yo abría en ese instante, iluminándolo con luz reveladora. Saque un lápiz y tracé tres líneas rectas, las más cortas entre dos puntos, las que unían sucesivamente el Centro de Artes Bellas con El Sueño Eterno, y a éste con Soporte Horizontal, y por fin a éste último otra vez con el Centro, con el mismo sentido de recorridos en el que habían surgido las pistas y datos aportados por F.L., y por lo tanto, en igual sentido a como yo mismo lo había realizado caminando. El sol todavía blanquecía ese pequeño espacio del plano. Las líneas trazadas conformaban un triángulo isósceles. Dos de ellas, la segunda y tercera, parecían iguales en tamaño; la inicial, la que unía el Centro con el primer café-bar era, aproximadamente, un tercio más corta. Y yo estaba allí, casi en el baricentro de la figura, en la Puerta del Sol, camino de Al-halá.
Ahora el acertijo, la cuestión, el tema, el asunto a que me había visto abocado por el requerimiento de los compañeros de mi amigo Antonio, los de "éste grupo", el primero pero segundo, comenzaba a despejarse. Había elementos como para explicarlo, pero aún me faltaban otros, unos pocos, para dar por cerrado el caso, para comprobar que no me había dejado llevar de las narices por mi propia imaginación. Completé el circuito hasta la misma entrada del Centro, por si fuera dable observar alguna señal más. Luego fuí a mi despacho y comencé a ordenar los materiales de análisis. El mapa de Madrid, los nombres de los lugares y calles, su localización y significado simbólico. Y ya puesto en razón geométrica medí las distancias, tracé el baricentro del triángulo hallado, ahora ya con regla y escuadra, describí el sentido del recorrido, y comprobé finalmente que el razonamiento podía mantenerse en pié. Bien, pero necesitaba encontrar el significado profundo de todo aquello, algo más que me ayudara a descifrarlo, y a coser con rotundidad todas sus partes. Llamé a mi amigo.
-Necesito saber el domicilio de F.L., y meterme en su página web, si la tiene- No quise adelantarle nada, no fuera a patinar en el último momento.
-Tenemos suerte. En ese último mail que envió para comunicarnos que se cambiaba el lugar del Taller de Continuidad, la Profe incluyó su domicilio particular, su teléfono móvil, y la dirección de su web. Anota....
El nombre de la calle donde se situaba su domicilio particular, que al parecer también usaba como lugar de clases y trabajo, resultó reveladora. Las piezas seguían encajando. Busqué la calle en el plano, la situé con un punto, y uní este con el centro de la Puerta del Sol. Era mejor de lo que yo presuponía. La línea trazada se elevaba 34º sobre una horizontal imaginaria que uniera el este con el oeste, pasando por Sol, como si fuera el horizonte terrestre de Madrid. Exactamente, el domicilio de F.L. se situaba en la misma dirección y altura que el sol naciente en el equinoccio de verano. Por otra parte, el barrio o colonia a la que pertenece su domicilio se levanta sobre un suave cerro tan alto como la misma Puerta del Sol respecto a la media madrileña, pero en este caso del otro lado del antiguo arroyo del Albroñigal, ayer Avenida de La Paz, hoy M-30. Y final y principalmente, la calle se llama Monte Parnaso, es decir, ¡la morada de las Musas en la mitología de la clásica Grecia!. Y para colmo de circunstancias simbólicas, el par de números que componían la cifra asignada a su domicilio, no sólo eran los mismos del ángulo solar aludido, sino que, sumados tal que enteros en la tradición de la cábala representaban, exactamente, siete. ¡El número de la divinidad! Todo eso me dispuse a acotarlo y explicarlo en un nuevo dibujo que entregaría a mis literarios clientes para que lo pudieran comprobar por sí mismos. Se adjunta como prueba. Bien, ya casi había llegado al final, pero aún...

IV / ¿Sí?..¿Pero aún qué?

Tony E. (Grupo 1º): ¿Puedo hablar? Gracias. Sí, mi amigo, el Investigador me llamó aquella tarde. Él era el detective privado al que habíamos encargado averiguar en menos de una semana que misterio se escondía detrás de la actitud y las palabras de F.L., la Profe, cada tarde que celebrábamos el curso de narración breve en el Centro de Artes Bellas, y sobre todo en su aparente e insistente interés, desde el principio, por mantener un taller de continuidad ad infinitum una vez acabado aquél, que resultó ciertamente breve, pero al menos económicamente accesible. Y lo hizo justo una semana antes de que el, o los, taller, talleres, fueran a dar comienzo, y justo también una semana después de que le soltáramos tal embolado de una forma casi patética, infantil. Queríamos saber si la propuesta era seria, porque todo lo que la había desencadenado era muy extraño. Y sobre todo, ¿existía el otro grupo? Bueno, cualquiera se puede imaginar que una persona especializada en profesión o conocimiento alguno tenga la voluntad, quiera, o se decida, a extender la posibilidad de entregar su saber y experiencia a otros menos preparados, bisoños, incluso torpes para la susodicha profesión o estado del arte de turno. Eso no era nada de extrañar, lo que nos mosqueaba era la forma en que ella lo hacía patente. Bien, sí, desconocemos casi todo de las artes literarias. ¡Ah, eternos sospechosos habituales, que poco esfuerzo gastamos en entender a los otros! Fue entonces cuando los compañeros me instaron a contactar con él.
Ferrán A. (Grupo 1º): ¿Me permite señoría?. No estoy de acuerdo. Fue Tony quién comenzó a intrigar y mal disponernos con la Profe. Algo se traía entre manos. Creo que al resto no nos preocupaba el tema demasiado. Fue él quién intentó que prescindiéramos de F.L. y trabajáramos por nuestra cuenta. Es más, personalmente a mí me interesaba el Taller de Continuidad, sobre todo si era la misma Profe quién lo organizaba y conducía. No veo la utilidad de los grupos de neófitos, por lo general lo único que hacen es discutir y perder el tiempo. Habitualmente suele haber uno más listo que pretende dirigirlo e imponer sus criterios.
Bizcaia M. (Grupo 1º): A mí me encantaría poder escribir, pero no tengo tiempo y sí muchas ocupaciones. Necesito aprender. ¡Ay, perdón...!. Bueno, creo que Tony lo hizo con buena voluntad.
Su Señoría: Un momento. Ruego a los presentes que se atengan al tema. A ver, ¿quién tiene algo concreto que decir?. Les recuerdo que estamos en Acto Previo de Conciliación por Demanda de Protección al Honor que ha presentado la señora Flora Lexaus, a la que ustedes llaman F.L., o la Profe. Antes de que el señor investigador nos deleite con la culminación de su explicación, ¿hay alguien que haya asistido al Taller de Continuidad propuesto por la señora? ¿Nadie?. Perdón, un momento. Por cierto señor Secretario, ¿Hay alguien en la sala en representación del supuesto Grupo 2º? ¿Nadie tampoco? Esto sí que es curioso. Bien, prosigamos...
Antonio M. (Grupo 1º): Señoría, creo que la clave la podríamos encontrar en los mensajes por correo electrónico que nos remitió la señora F.L., y en la propia convocatoria del Taller de Continuidad que nos entregó en su momento. Particularmente he leído casi todo lo que ella ha publicado, de forma singular sus cuentos y relatos, así como algunos artículos de prensa sobre el tema de la mujer escritora y la condición femenina en su actual situación. Soy un gran admirador suyo. Pero aparte de ello, por mi profesión, tengo preparación y experiencia suficiente como para desentrañar mensajes subliminales o subconscientes en los textos más aparentemente inocuos o planos. Y con esto no quiero decir que este sea el caso, ni mucho menos.
Su Señoría: Estupendo. Eso sí que es interesante. De todas formas prefiero que dejemos su opinión al respecto en suspenso, hasta escuchar la historia completa que nos ha tejido el señor investigador. Creo que podrá aportar algo a la cuestión. Gracias. ¿Algo más?
Felicitas P. (Grupo 1º): Perdón Señoría, con su Venia. Me permitirá que exponga mi opinión, es muy sencilla y creo que profesional también. Soy Abogado del Estado, jubilada, he escrito mucho debido a mi profesión, textos jurídicos, claro, que además compartía con la traducción de textos similares desde el alemán. Y no sé por qué, supongo que por eso mismo, a mis años me ha sobrevenido la pasión por recordar y narrar historias. Cierto que la mayoría se basa en esos intríngulis legales que me ha tocado atender, traducir, o preparar para las varias oposiciones que tuve que asumir, y un poco de imaginación ha hecho, solamente a veces, y es lo que tengo que mejorar, el resto. Tengo mucho que aprender en literatura, y tengo la voluntad y el deseo de hacerlo, pese a mi edad, ya ve. Pues bien, usted me permitirá, repito, que exprese mi opinión. No creo que haya aquí, en el hecho denunciado que nos ocupa, y le ruego que disculpe este atrevimiento, ninguna cuestión punible o meramente sancionable. Como suele pasar en muchas ocasiones, se han acumulado, o concatenado en este caso, situaciones y hechos prácticos que es difícil interpretar sean causa de la mala voluntad o predisposición a cometerlas de alguno o varios de los actuantes, yo misma incluida. A veces, la propia sustancia del contexto causal, fenoménico, reconduce comportamientos y acciones más allá de las propias voluntades de los actores emisores. La misma materia del tema en cuestión, la literatura, la narración breve, la especulación imaginaria de hechos y circunstancias, crea un buen caldo de cultivo donde la realidad más evidente se torna especular y confusa, cuando no distorsionada. Opino que entonces, hasta los textos no literarios que se producen bajo esas condicionantes, se tornan partes de la atmósfera generada, de esa suma común de energías y voluntades que algunas prácticas orientales que trabajan sobre la percepción llaman Prana. En cuanto a la supuesta voluntad o capacidad tergiversadora, o manipuladora de hechos y circunstancias -aunque creo que esta palabra es un poco exagerada- que se atribuye a nuestro compañero Tony E., no la creo posible. Es más, yo me atrevería a decir que ha tenido en todo momento una actitud constructiva y amistosa.
Su Señoría: Mis respetos querida colega. La admiro, sinceramente. Me encantaría poder hacer lo mismo que usted, pero ya ve, aún no me he jubilado, aunque lo estoy deseando. Le agradezco su estimable aportación, la tendremos en cuenta en su momento. Si nadie tiene algo más que agregar a este intermedio argumental, yo le rogaría al señor investigador que acabe con su explicación, y nos alumbre con el resultado de su trabajo sobre el caso. Luego daremos el turno de palabra a la demandante. ¿Sí...?
Tony, E.: Perdón Señoría. Una cuestión previa por alusiones reiteradas. Gracias. Reconozco haber intentado asumir un cierto liderazgo en el tramo final del curso en el Centro. Es verdad que, cómo se ha comentado al principio, tengo habitualmente un particular interés o manifiesta actitud en contradecir, criticar, o boicotear incluso, los lineamientos y propuestas procedentes del responsable de turno, en este caso, los de la señora F.L. Cuando se planteó la oferta de un Taller de Continuación, automáticamente pensé, creí, que la favorecía más a ella que a nosotros, e intenté generar una contra propuesta que nos tuviera como beneficiarios mayores, propiciando en primer lugar nuestro acceso colectivo a la posible, en todo caso deseable, edición de un libro de cuentos cuyo tema podría ser aquello que habíamos compartido hasta entonces, es decir, el propio curso, sus alternativas, circunstancias, y personajes. Eso ha sido todo. El Taller de Continuidad trabajaría sobre algo concreto, algo que incidiría en nuestro propio reconocimiento de capacidades, limitaciones, y entendimientos de la experiencia, pero con el horizonte puesto en la búsqueda de algo final, como hubiera sido la referida edición disfrazada de la necesaria zanahoria del cuento. La señora F.L. debería asumir el papel de guía técnico, y asesor o agente literario. Reconozco así mismo que, para hacer más apetecible el tema, tal vez para crear un relativo estado de ansiedad e interés entre
mis compañeros, alboroté un poco con el asunto de "el otro grupo", que ya había sido canalizado, puesto sobre la mesa, por la propia Profe como recurso dialéctico de conflicto con objetivos similares. Todo eso fue oportunamente transmitido a todo el grupo, y por supuesto a la señora Flora Lexaus, la Profe.
Su Señoría: Bien. Gracias por su franqueza señor E., lo tendremos en cuenta. A ver si nos aclara toda la cuestión de una vez, señor investigador. Adelante
N.A.S. (Investigador Privado): Gracias señora... Perdón, Su Señoría. En primer lugar me permito expresar que este intermedio de aportaciones de los actuantes ha ayudado a clarificar la mía propia, a hacerla más completa. No es que haya resuelto la continuidad de mi discurso, cortado anteriormente por esa aparente vacilación final. Simplemente, y como acaba de exponer la letrada Felicitas P., con total ecuanimidad, me ha permitido sumergirme en esa comunión participada que requieren y provocan las historias compartidas. Aficionado a la buena literatura, como veo aquí que lo son casi todos, confieso que he sido quizás el primero, en magnitud pero no en prevalencia, en dejarme arrastrar por los configurantes externos de esta historia que, coincidirán los presentes conmigo, en particular usted Señoría, ostenta severos atributos literarios. Pues bien, antes de que me interrumpiera la demanda de Su Señoría, -"¿Y bien, qué?"-, o algo parecido, trataba yo de recordar exactamente lo que había leído en la página web de la señora demandante. Sí, era lo que necesitaba para tratar de configurar una explicación que sumara todas las piezas del rompecabezas. Ahora dispongo de algunas más, las que generosa u obligadamente han ido desgranando algunos de los aquí presentes. En dicha página se puede acceder a la biografía, la bibliografía, las críticas y los artículos y opiniones de la demandante. En todo ese material se refleja de alguna forma su perfil humano y profesional. Ya sabemos que tan sólo es una síntesis argumental, pero es suficiente. Aquí se han aportado determinados datos y comentarios al respecto, inspirados tanto por esa misma lectura como por la propia experiencia del contacto directo con ella durante las cinco o seis semanas del curso en el Centro. Es una personalidad compleja y rica, de una amplia cultura con matices franco-anglosajones adheridos a su pertenencia genética a la raíz catalano-castellana que la alumbra. La descripción intuitiva por observación de mi amigo, aquí comentada, es casi correcta. En las entrevistas y artículos publicados en la web citada sobresalen una clara ironía junto a una sólida formación política y firmes principios feministas, no sin un cierto resquemor, pozo de amargura, que parece querer hablarnos de malas experiencias amorosas, de un pasado de niña feliz, y de un espíritu juvenil de rebeldía dominado o contradecido por las circunstancias. Pero por encima de todo alienta una férrea voluntad, una límpida añoranza o necesidad del cumplimiento de grandes ideales. En lo comentado tanto por Tony, como por algunos de los aquí presentes, queda patente también su espíritu democrático, moderno, contradecido en parte por la firmeza de su carácter, junto a la solidez de una formación en colegios de la alta burguesía. Queda clara también su empeño y ánimo como enseñante, en tanto retransmisora del conocimiento adquirido. Bien, la observación ya relatada de lugares, nombres simbólicos, recorridos, y tiempos propuestos por ella, vinculados además a su propio domicilio, que suele ser, normalmente, lugar también de estudio y aprendizaje bajo la protección de Las Musas del Parnasos compartiendo morada con Dionisio, y todo ello maravillosamente enlazado a esta ciudad de Madrid, a esa Puerta del Sol, simbólica y real a la vez, nos viene a explicar, según mi entender, todo el asunto. En definitiva, creo que la señora Flora Lexaus, F.L. -la Profe, de forma más coloquial que amable-, ha querido plantear y llevar a cabo un estupendo ejercicio literario cargado de símbolos, rastros, y enriquecimientos prácticos que sólo un esfuerzo consciente, al mismo tiempo que sensible, puede desentrañar. ¿Estaban, están, sus circunstanciales alumnos a esa altura?. Me considero ampliamente gratificado con haberlo podido experimentar yo mismo, participar de él, descubrir sus claves. Quizá no hubiera podido hacerlo si, además de investigador, no fuera también amante de la literatura. En definitiva, creo que a Flora Lexaus sólo se la puede agradecer la invención de éste divertido camino de aprendizaje amparado por los dioses y las musas, y complejo como todo laberinto iniciático.
Su Señoría: ¡Estupendo señor Investigador! Me ha entusiasmado y deleitado con su explicación. Y puede tranquilamente llamarme "señora", porque lo soy, es evidente. Y agregaría que solidaria y partícipe de los planteamientos de nuestra demandante, aunque yo no deba aquí airearlos en demasía. Me refiero, por supuesto, a los que defienden la condición femenina. Bien. Le recuerdo señora Lexaus que usted ha planteado esta demanda por Defensa al Honor basándose, según consta en sumario, en la circulación en red de Internet, inicialmente entre sus alumnos del Curso de Narrativa Breve, de un texto que considera ofensivo y lesivo para con sus intereses profesionales y personales. Cree usted que el mismo le llegó por error dentro de un paquete de direcciones de correo electrónico donde constaban las de la mayoría de esos alumnos y, lógicamente, la de un necesario remitente original que usted dice desconocido, solicitando sea investigado. Presentada como prueba copia de tal mensaje, quiero advertirle que, personalmente, no observo en su lectura nada que se escape a la preservación del derecho de opinión, es decir, a la libertad de pensamiento. Le recuerdo además que en la actualidad, la normativa legal sobre supuestos delitos informáticos de injurias, calumnias u ofensas, es muy confusa y elemental. Advertida necesariamente de todo ello la parte demandante, tienen usted, o su representante legal, la palabra.
F.L., la Profe: Gracias Señoría. Prefiero hacer personalmente la alegación. En primer lugar tengo que decir que el señor Investigador se ha dejado llevar por su fantasía, o quizás por la lectura de demasiadas novelas o cuentos de misterio, publicaciones esotéricas, asistencia a cursos de realización personal, etc., etc. O quizás también, simplemente, por su habitual dedicación a desfacer entuertos mucho más terrenales que nos lo caracterizan como un moderno Quijote, galopando junto al Sancho de turno, es decir "el intuitivo Tony. E."
Señoría, soy una profesional con una amplia y sólida formación y experiencia, con una reconocida y elogiada labor en varios campos de las letras, como fácilmente se puede comprobar no sólo a través de mi página web. En Internet mismo, ya que estamos en eso, hay más de doscientas entradas con mi nombre. También hay críticas, o sea, libre manifestación del derecho de expresión y opinión, que nunca he recurrido. Yo misma, como sabrán -aquí se ha comentado- soy habitual crítica y ensayista sobre otros textos literarios, tanto como sobre asuntos corrientes y mundanos, o políticos, que afecten o no a la condición femenina, pero esta es, ciertamente, una responsabilidad asumida a la que no pienso renunciar. En muchos de esos textos, es verdad que se denota una expresión irónica y hasta mordaz sobre temas y personajes, pero creo que nunca insultante o tergiversadora. Así es que, mi interés en esta demanda, que a lo mejor, seguramente, no es satisfecha, se basa en la perversa interpretación que el texto en cuestión aparecido en Internet hace de mi propuesta. En él, como usted Señoría habrá podido leer, se hace referencia a la misma en relación al Taller de Continuidad, en los siguientes términos: " .... No entendemos el interés de este Taller, ni la forma de llevarlo a cabo, ni la particular preocupación de F.L. en él. ¿Por qué no continuarlo en el propio Centro de Artes Bellas, y al mismo costo?. Por el contrario, se nos propone ahora en sitios incómodos, situados dentro del área central próxima a aquél pero peores en cuanto a comunicación, con un sentido de infinitud o continuación ad calendas, y a un precio notoriamente más elevado: exactamente 3,33 veces más. ¿Y por qué seguir separándonos en dos grupos? Por cierto ¿existen los alabados componentes del "otro grupo"? Y además, ¿por qué no se acepta la idea de Tony E. como estructura del Taller? ¿Qué se nos oculta detrás de todo ello?... (...)"
Mi profesionalidad me impide andar jugando con estas cosas, si las planteo así será por algo. En el Centro no había sitio ni tiempos inmediatos disponibles. El primer local, El Sueño Eterno, fue recomendado por un componente de lo que aquí se ha dado en calificar como "el otro grupo", que vive cerca y era habitual cliente. Resultó que en este caso la persona ignoraba que dicho local había cerrado definitivamente por las mismas fechas. Fue necesario elegir otro, y recordé que yo solía asistir a unas tertulias musicales en un café-bar próximo al Teatro Real -a cuyas funciones asisto regularmente- justamente el llamado Soporte Horizontal. Por problemas personales, hacía tiempo que no concurría a tales reuniones, por lo que desconocía que el lugar se había convertido en Taberna-Restaurante, con los inconvenientes que ha citado aquí nuestro impagable señor Investigador. Es evidente que queda abierta la realización de un nuevo Curso de Narrativa Breve en el propio Centro de Artes Bellas, pero eso no sólo depende de mí. No se trata pues de "eternos retornos", ni de estar bajo la advocación del Divino encarnado en Alá, como prefiere desbarrar el señor investigador. Finalmente, hay que atribuir también a la exuberante fantasía mistérica de este señor el que yo viva en la calle Monte Parnaso. ¡Mi calle se llama Olimpo!. Y el que a mi domicilio le haya correspondido, en términos cabalísticos según este señor, el número entero siete, o que se sitúe en la misma relación angular a la Puerta del Sol que éste astro respecto a la tierra en el equinoccio de verano, es pura casualidad, no exenta de los habituales errores trigonométricos. Este señor debe pasarse los días entre el Ecocírculo y Nueva Frontera, y así es como entiende las cosas. El tema del "otro grupo", "segundo pero primero",.. etc., es otra equivocación bobalicona de las personas que han querido montar esta historia. Nunca existió como tal en lo referente al Curso de Narrativa. Como bien se ha informado, en este caso, el sin par investigador, pero no ha querido incorporar como dato cierto a su paradoja explicatoria, la señorita encargada del área, que tiene, aparte de los reconocidos atributos físicos que babosea el señor investigador, la excelente condición de ser una persona sencilla y real, le dijo claramente que no podía haberse creado otro grupo. Ni yo tengo la capacidad suficiente para ello, ni había lugar ni tiempos disponibles en el Centro. Lo que sí asumí, porque siempre me pareció una responsabilidad derivada, era la reclamación y oportunidad de integrar a esos "otros" que se habían quedado fuera, en un Taller de Continuidad, pero en grupo y día distinto, debido sencillamente a que su, digamos "entonación literaria circunstancial", sería siempre menor que la del auto proclamado aquí "Grupo Primero". Y eso es todo Señoría.
Su Señoría: Bien, señora Flora Lexaus, buen alegato. De todas formas le recomendaría que fuera usted algo menos ferviente, o debería decir fervorosa. ¿Ve?, eso no lo tengo muy claro. Aún compartiendo, como he expresado anteriormente, sus sentimientos y actitud, debo llamarle la atención respecto a ello. Nada ganamos convirtiendo a la sociedad en un campo de batalla de géneros por no poner la suficiente atención en comprender al otro. A pesar de lo que usted diga, y puede que tenga razón en parte, no se le puede reprochar al señor Investigador el intento de ser comprensivo y cordial con usted. Ni tampoco a los integrantes del Grupo Primero, en particular al señor Tony E., el derecho a ser celosos de sus derechos o contraprestaciones.
Bien, si nadie tiene algo más que aportar a este Acto de Conciliación Previa, en ausencia de los posibles y avisados testigos del denominado "otro grupo", requiero de las partes actuantes, o de sus representantes legales, la declaración firme de si están dispuestos a acordar la resolución de esta demanda por satisfacción recibida. En caso contrario se procedería a dictar, por este Tribunal de lo Civil, Acto Resolutorio. Tiene la palabra la parte demandante.
Abogado Flora Lexaus: Señoría, en representación de mi cliente, encontramos satisfacción plena en el Acto de Conciliación aquí producido a través de las declaraciones de las personas implicadas que nos resultan atendibles. En consecuencia se retira la demanda, renunciando a cualquier acto o recurso jurídico vinculado a la misma.
Su Señoría: ¡Estupendo! ¿Ven qué fácil? ¿Qué dice la parte demandada?
Abogado Grupo Primero: Nos complacemos así mismo en la declaración de parte. Mis clientes quieren agradecer a Su Señoría su sabia participación. A la demandante quieren expresarle su reconocimiento, así como rogarle sepa disculpar los errores que hayan podido conducir a este Acto. Gracias Señoría.

V / En vista de todo lo cual ...,
Dispongo: Queda pues concluido y resuelto satisfactoriamente para ambas partes el
Acto Previo de Conciliación por demanda de Ofensa al Honor de F.L. contra
El Primer Grupo, sin perjuicio del Segundo Grupo, ausente en este acto,
pero que pudo haber sido el primero por día de la semana.

Considerando:
Que es dable concluir con la consideración de algo que el señor Tony E. dejó a medias
-y el señor investigador no supo llegar a descubrir- en su explicación de
por qué, los llamados por aquél, en tanto que argentino oriundo, genéricamente
como "gallegos", decidieron en su momento invertir el orden de colocación previsto
para las máquinas de café exprés industriales, aún a sabiendas de que
los machos ibéricos se dedicarían a ver el culo de las camareras yendo, y luego
sus tetas viniendo, lo cual no es del todo malo y ha dado pié a incontables romances,
barra interpuesta, bien de medio cuerpo, bien de cuerpo entero, y viceversa.
Lo cierto es que, recurriendo al citado eufemismo, los "gallegos",
quizás movidos por un resorte ancestral oculto, prefieran mostrar lo que hacen
en lo que sería el envés de las cafeteras, y no ocultarlo detrás de elegantes
y vanos frontispicios, no vayan a creer los parroquianos, los otros,
los del otro lado, que pretenden engañarlos.

Firmado: Su Señoría: Doña Tal y Cual / Mayo de 2004
Por la transcripción, Norberto Spagnuolo)

PINTO MI CASITA, TRA-LA-RA-LA-LITA...

Junio de 2003

Decido con mi mujer que hay que pintar nuestra casita del barrio de Las Palomas. Desde las obras de reforma han pasado casi 10 años. El árbol de la calle, que nadie poda oficialmente ni barre sus tránsitos estacionales, es hermoso pero particularmente sucio. La lluvia, el frío, los pájaros, han terminado por completar el ataque a la fachada. Hay desconchones y campos de moho, y el sol ha insistido hasta cuartear y escamar el barniz de la carpintería de madera. Además, los vecinos del barrio, quien más quien menos, se han lanzado a arreglar las casas, pintarlas, adornarlas con flores, mejorar su tradicional, modesta o sosa apariencia. Otras se están refaccionando. No por ser un barrio modesto vamos a ser menos que los del Casco Antiguo. ¡Oiga, que al nuestro también lo han declarado protegido! Aunque en menor categoría que al histórico, eso sí, faltaría más con su ordenanza 3-BP. Que a éste de Las Palomas lo hayan construido en épocas oscuras, con poco dinero y escasa enjundia rural y material no es óbice, y ahí está, ahí está, ahí está, con todo su estilin de casitas bajas de una planta que van enlazándose a través de los frontispicios, como si fueran olas que arribasen a la playa de las calles y rompiesen en el desigual bordillo.
Elaboro un cuidadoso plan de organización de trabajos por etapas, cálculo de cantidades materiales, utensilios y previsión de gastos. También elaboro un cuadro familiar de posibles participantes, a los que habrá que convencer de la oportuna medida y de la necesaria colaboración. Bueno, al menos lo intento. Y por si fuera poco me estudio las Ordenanzas de las Normas Subsidiarias en vigor, las nuevas, y veo que me remiten en materia estética a cumplir lo mismo que está previsto para el Casco Antiguo, la B-14, la cosa estética. ¡Ya lo ven! Pero me pregunto si no es un poco absurdo, sobre todo porque se prohíbe el color blanco en las fachadas, justamente el que se ha usado siempre y ha dado nombre al barrio, además de sustrato poético a algún que otro verso de autor desconocido:

"Casitas blancas picoteando las calles,
remoloneando, como palomones de campo.
Regazo en la puerta, ventanas por ojos,
y sombrerito punzó de tejas peripuestas.

Tienen ganas de emigrar, salir volando,
en cuanto sople el aire del otoño." (*)
................................

Como me dedico a criticar, también me siento obligado a cumplir, normas, solidaridades, correspondencias barriales. Hablo con los vecinos que acaban de retocar la fachada, indago, paseo por las calles de Las Palomas observando el paisaje construido. Una casi dominante igualdad de blancos, nuevos o viejos, y toques de color entre los ocres y amarillos, con algunos pocos marrones o sienas en elementos lineales. Me presento voluntarioso y voluntario en el Ayuntamiento, relleno la petición de licencia y explico en ella como pienso pintarla -de acuerdo a la dichosa Norma Estética 8-14, la misma que vale para el Casco Antiguo, lo que me extraña- y cuanto creo que me costará. Y anoto, tal que dice la Ordenanza para Las Palomas que en realidad es la misma que para el Casco Antiguo, que en realidad es la misma que la de las Normas Provinciales. O sea, que nadie se ha estudiado lo de nuestro barrio en serio ¿Y para eso tanta norma? Y para mayor santificación municipal hablo con el técnico, y le explico lo de los colores, y entonces me dice que “esas normas están copiadas de las de Burgos”, que le prepare unas muestras con “blanco hueso para la general y siena para jambas, zócalos y cornisas”, o algo así, que se pasará a verlas y dar el visto bueno, en el caso de que le parezcan correctas, claro. Y lo hago, y espero que venga, pero hasta ahora.
Entonces hablo de nuevo con los vecinos que han pintado recientemente la fachada, y ninguno ha pedido permiso, o licencia, y los colores no tienen nada que ver con lo que dice la ordenanza, y nadie ha hablado con el técnico. Y ahí están, ahí están, pintadas de blanco, o amarillo claro, y con zócalos grises o siena, etc. Y un vecino me dice: "A quien tiene que gustarle es a nosotros, que para eso somos tus vecinos; además las casas siempre fueron blancas". Y creo que casi tiene razón, pero le digo que a mí me gusta cumplir, que soy muy legal.
Así que pasada la semana comienzo a pintar la casita (tra-lara-lalita), con los colores que dije en la solicitud de licencia. Gracias a Marisol, Candela, y finalmente Juancho, consigo sendas escaleras para subirme casi hasta el tejado y no tener que estirar el brazo más de lo necesario. Pero no la pinto del todo, sólo los elementos lineales de la fachada interior, cornisas, desagües, zócalos, por las dudas de que no le gusten al técnico, o que no sean exactamente los colores que pone la ordenanza. Así que dejo pasar dos meses, hasta la vuelta del veraneo, y dado que nadie me ha contestado, criticado, ni comentado nada, salvo los amables vecinos, termino de pintar el revoco de las fachadas. Ahora me falta la carpintería de madera, que irán en ese color rojo carmelita que dice la dichosa ordenanza.
Y yo pregunto: ¿He hecho bien? ¿Vosotros que opináis?
Y es que la duda me corroe, sobre todo porque a IBERDROLA no le han dicho nada cuando se le ha ocurrido enlazarnos las fachadas con un poderoso tendido de cable de plástico negro con triple trenzado que da acometida a nuestras viviendas. "Es para que no se caiga con el viento", argumentan.¿Se habrán leído la dichosa Ordenanza? ¿Lo habrán consultado con el técnico municipal? Pero lo bueno es que parece la trenza de Chindasvinto arreando a nuestras casitas-palomas.


Octubre de 2003
Por: "Sopas con Honda"

(*) Versos anónimos escritos sobre un papelito arrugado encontrado en una de las calles de Las Palomas.

TUNNING & RESTILING, and TOURING

Las calles de la Villa Rachela de Covarrubias se llenan de ronroneos abruptos, estrepitosos o acompasados, de colores exaltados, brillantes o nacarados, como labios de mujer en boda de viernes, de líneas fugitivas y aerodinámicas hechas a mano en el taller del abuelo, el tío o el amigo, de sonido afro-caribeño y de bailanta de bacalao. Los viejos muros retumban como si un ejército numeroso avanzara sobre el pueblo.
¡Pero es el Tunning & Restiling quién avanza sobre la sociedad!.

Covarrubias, Junio 21 y 22. ¡Gran concentración!

Cuando era pequeñito jugaba a carreras automovilísticas en miniatura, en circuitos dibujados con tiza sobre la acera o el asfalto, empujando cochecillos de plástico con los guardabarros recortados, un numerito pegado en puertas y capós, y lastre de masilla adosada en las entrañas para que corrieran mejor. Y cuando las competiciones se suspendían por el rigor paterno, me dedicaba a crear autobuses de latón recortado y decorado, claveteado sobre chasis de madera. Todo eso se acompañaba del tradicional brrummm-purrumpunnn-turumm, que era, y es todavía cuando no hay otro remedio, la onomatopeya bucal saliendo por el tubo de escape, convertido en trompeta de órgano del bólido, demostrando que todo funciona muy bien, y que ahí debajo hay potencia de sobra, aunque el motor sea de puro aire de imaginación. En cambio, los muchachos de ahora se dan el lujo de hacer lo mismo con coches de verdad, y además llevar al lado una chica de verdad, rubia o morena pero siempre despampanante, que nos recuerda a la Barbee automovilista. No como nosotros entonces, que como mucho contábamos con la gordita de la esquina, amiga de nuestra hermana, simpática, entusiasta y con trenzas
A finales de Julio del año pasado merodeábamos entre la Vía de la Plata y el Camino de Santiago, cerca de Astorga, camino de León, y por ahí fue donde nos sucedieron hechos que nos abocaron, sin saberlo ni quererlo, a descubrir esta moderna y juvenil pasión por las ferias o concentraciones de aficionados a la causa. Ni siquiera nos sonaba lo del Tunning & Restiling, pero a más de cinco kilómetros de la villa de Hospital de Örbigo se presentía algún extraño suceso que movía el aire del día, y precipitaba a las masas hacia algún punto, tal que si fueran moscas a un pastel. Era notorio el deambular demostrativo, desperdigado primero, saturado después, de relucientes coches de tipo medio, de producción nacional o segunda mano, pintados con llamativos y diversos colores, a veces nacarados, cargados de alerones, deflectores aerodinámicos algo exagerados, multitud de faros y luces, y lanzando a los cuatro vientos y a todo volumen, una sonora música rítmica, mezcla del ronroneo afinado de los motores con la producida por poderosos equipos de alta fidelidad acoplados a la parte trasera del vehículo. Y todo ello bajo la dominante razón estética que prefiere lo decorativo a lo funcional, lo que evidencia a la vez, no sólo un arduo y meritorio trabajo de tardes, noches y fines de semana entre amigos, sino sobre todo una clara necesidad o razón dominante: un cierto romanticismo narcicista convertido en vocación por el derecho al pavoneo.
La Argentina de la primera mitad del siglo XX era un país de preferente cultura anglosajona que parecía querer caminar hacia los primeros puestos entre las naciones modernas, y la automoción y sus derivados ocupaban un lugar fundamental en la cultura económica y emocional del país. De la pujante necesidad de desarrollar y organizar modernamente un territorio tan vasto, la creciente influencia del vehículo, junto a los matices que aportaban la industria gringa y la cultura deportista inglesa, surgieron hacia los años treinta las primeras carreras de Turismo Argentino de Carretera, o de Mecánica Nacional, modalidad que aún continúa y que es pionera junto a la europea de los modernos railys. Nuestros cochecillos infantiles de plástico carenado derivaban su ideario funcional y competitivo en miniatura de esa imagen de transformación funcional y mejora de las prestaciones de los vehículos de serie industrial, demostrando que la "mecánica argentina" tenía una capacidad creativa y técnica de primer nivel. Juan Manuel Fangio llego a ser su máximo paradigma.
Pero volviendo a Hospital de Örbigo, la pequeña villa rebosaba a media tarde de una circulación contínua y paseandera de pajarracos metálicos, y del estruendo conjuntado de sus bafles acoplados, sus motores afiatados y escapes libres. Junto a la variopinta danza de los objetos rodantes, se movían personas de todo tipo atraídas por la novedad y el jolgorio, llegados a un pueblo habitualmente tranquilo. Dominaba la presencia masculina, sobre todo entre los participantes del evento, acompañados en la mayoría de los casos por hermosas muchachas vestidas a la última moda veraniega de provincias, y luciendo palmito, como se dice en las crónicas rosas. Palmito y ligeros tops, ajustadas camisetas y pantalones de refulgentes colores, a tono con los del coche en cuestión, y todo ello sobre cultivados cuerpos naturales, o con "restiling" de gimnasio y clínica. Todo el pueblo permanecía bajo el impacto de la Feria, que en este caso se llama “Concentración”, y este impacto, de atracción, de movimiento, se extendía hasta diez kilómetros a la redonda, como pudimos comprobar personalmente a través de la búsqueda, muchas veces infructuosa, de un hotel, casa rural o camping donde aposentarnos.
Fiesta-Feria pues del narcicismo, de la confirmación del YO por su traslación a la obediencia del Dios de la Modernidad y el progreso de las naciones: EL COCHE. Pero esto no es una feria de automóviles caros y último modelo de las mejores marcas, es una feria de los aspirantes a ello, como nosotros, cuando jugábamos de pequeñines, lo éramos a titulares de vehículos, el que fuera. Y es una feria automovilista con estilo propio, con cultura propia, dominantemente rural o periférica, y de capacidad adquisitiva relativamente baja. Tener un coche como los que ahí se exhiben, rediseñado manualmente, compitiendo en imagen y sonido, mantenerlo, enriquecerlo o cambiarlo por uno mejor y más ganador, es un esfuerzo serio que realizan los más jóvenes con mucha dedicación a ello. Jóvenes que, por lo que es de observar, parecen proceder de capas sociales medias y bajas, trabajadores de oficios, mecánicos ellos mismos muchas veces. Y el exibicionismo no es entonces algo gratuito sino necesario, y significa desahogo social, vestido de los domingos, baile de los sábados. En cuanto a la estética dominante, que ya catalogamos como decorativa, barroca, romántica, y nunca funcional, se nutre de fantasías exageradas, de sueños de películas de ciencia ficción, de dibujos animados, trufada de imágenes rescatadas o deudoras de los juegos electrónicos, y hasta de la propia memoria oculta del ambiente recargado del salón de estar de los hogares familiares, con el retrato de los abuelos colgado sobre la chimenea. Aunque también es cierto que en algunos domina cierta estética futurista de lo esencial o inútil, sin abandonar el placer por colores y mezclas chillonas.
Los coches compiten en varias modalidades: el estilo carrocero, la decoración interior, el sonido musical, el ajuste del motor, parecen ser las principales. En cada una de ellas se participa demostrando las cualidades del vehículo a la atenta mirada y oído de jueces y público, y haciendo pequeñas exhibiciones que atraen a los curiosos y generan, según la originalidad o fantasía demostrada, grandes corrillos de entusiastas admiradores que alaban o discuten tales cualidades, como si de un mismísimo toro reproductor, Aberdeen Angus, Heretford, o Shorthorn, se tratase. Es delicioso asistir a tales demostraciones. El dueño de la maravilla, o un colaborador cómplice o coequiper, abre el capó trasero del vehículo, se encienden entonces luces como de discoteca o bar de alterne, u otras por el estilo, y el sistema de sonido se pone automáticamente en marcha, comenzando a girar platos o CD's, saliendo de lugares ocultos, apareciendo bafles escondidos que comienzan a saltar como posesos por la potencia de los vatios en juego, del ajuste de los graves o agudos, según la música (una especialidad). Se abren las puertas delanteras, y una ajustada gama de lucecitas se encienden y nos muestran el lustrado, brillante o afelpado interior, hábilmente retocado como si fuera el boudoir de Margarita Gottier, o el tablero del taxi galáctico donde se sube Harrison Ford en "Blade Runner". Finalmente, el orgulloso propietario competidor pisa, despisa y juega regularmente con el acelerador, exhibiendo ahora la calidad sonora de la potencia, alta o baja, instalada bajo el capó delantero, consiguiendo extraer del motor verdaderos motivos de afinación exquisita con variaciones que hacen extasiar al público de aficionados, que finalmente aplauden como si acabara de hacer una perfomance el mismísimo Pavarotti.
Y ahora, Covarrubias, La Cuna de Castilla, celebra una de estas ferias-concentraciones, y nos damos cuenta, caemos en la cuenta, de que esto es también un nuevo motivo recién descubierto de atracción turística, o al menos que lo puede ser, o al menos que así lo venden los organizadores del evento, que sobre todo necesitan un gran espacio, accesos cómodos, aparcamiento masivo, servicios cerca, y sobre todo público con el que pavonearse, exhibirse, o que puedan contribuir a la financiación, entrada mediante. A cambio de ello, se supone que la organización paga un alquiler o tasa al municipio. El público atraído, nunca muy lejos de los cascos, deja en éste su dinero en consumos varios, y todos conocen y reconocen un lugar al que podrán volver en un futuro para solaz de los intereses locales. Quizás también tales eventos y sus interludios sirvan para que en España crezcan más y mejores diseñadores carroceros, mecánicos imaginativos, o discyockeys afinados. Ya sería algo.
Nos temíamos lo peor de esta concentración luego de haber transitado por la de Hospital de Örbigo el año anterior, o de haber tardado cuarenta y cinco minutos para cruzar Lerma en plena y última Feria de la Maquinaria con Tunning & Restiling incluidos, o de saber, según noticias de radio, TV y periódicos que comienzan a haber ferias similares por toda España, y que se han puesto de moda. Y sobre todo porque uno de los accesos principales al Parque de Concentración, situado en Las Eras de Arriba, antiguo campo de fútbol, pasa por la angosta calle principal del Barrio Las Palomas, donde está nuestra casa, y además está defectuosamente indicado. Pero nada apabullador sucede, sobre todo porque la asistencia en los casi tres días de fanfarria es más que modesta, casi inocua, y como mucho sólo alcanza a dejar oír bruscos y sonoros acelerones, o ver lanzar destellos estelares fugaces sobre el recinto del casco antiguo donde cada tanto se pasean lentamente algunos de los vehículos participantes, o de los responsables del invento, preocupados seguramente porque no consiguen cazar y arrastrar a la celebración a los turistas que deambulan por el pueblo. Y también, todo hay que decirlo, porque la organización parece eficaz, y las personas encargadas de ella, mujeres y hombres, son discretos y agradables, capaces de aguantar pacientemente el solazo que les cae sobre la era, o el largo aburrimiento diario.
¿Es Covarrubias, quizás, un destino turístico demasiado refinado, para estas invasiones de la cultura moderna popular? ¿Estas exaltaciones narcicistas y subculturales contribuyen a difundir el patrimonio histórico, a divertir a la gente?. Las autoridades que dieron su permiso debieran pensar y tomar nota de ello.



Antonio di Luca
Septiembre 2003

martes, 21 de agosto de 2007

MEDIA ROMERÍA EN MAMBLAS, Y VUELTA

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"Oquedad del aire sobre el agua,
espacio cultivado entre repechos.
De tu dilatada historia
queda la piedra, amarrada.

Y el hombre, el hombre, el hombre,
amamantado por la tierra: ¡Mamblas!" (1)

Curiosa esa secuencia temporal entre las dos y actuales, por ahora, romerías rachelas, Mamblas/Redonda: ocho de septiembre para la primera, caiga el día que caiga, y obligatorio domingo siguiente para la segunda, pero ambas enraizadas en el tiempo de la vendimia, de la cosecha casi otoñal, hacia el fin del verano. Y ambas festejadas o preanunciadas por el repiqueteo constante, alternativo, monótono de los petardos que aventan de los campos de la uva a punto de vendimia a moscas, moscones, y demás insectos voladores y golosos, hombres incluidos.
Curiosa y necesaria también esa localización extramuros, casi equidistante de las dos ermitas, a una legua antigua desde el corazón de la villa, pero en opuestos ámbitos: sierra/planicie, y opuestos puntos cardinales: norte/sur, quizás para no molestarse, quizás para distinguirse claramente, tal vez para permitir que existan dos cofradías, y se reparta mejor así el servicio debido a La Madre. Curiosa va siendo también la tercera parte anunciada de esta trilogía ermitaña, con la aparición en escena de un santo varón extranjero, el noruego Rey Olav, que si todo sale como está previsto, al cabo del próximo bienio asentará sus reales en dirección este, casi media legua más allá del casco, integrándose con ello en un cuadrángulo evocador, cristiano y plural: Colegiata, Mamblas, San Olav, Redonda. Y recordemos que al santo noruego se lo celebra poco tiempo después.
Hace años que mi mujer y yo deseábamos participar en una de estas romerías. Este septiembre fue posible, pero quizás se lo debamos sobre todo a los buenos esfuerzos, consejos y recomendaciones de un fervoroso y polivalente romero, Juancho Jummer, capaz de asistir y celebrar con igual entusiasmo no sólo a las actuales e históricas patronas, sino dispuesto a sumarse a las del próximo patrón, inmigrante invitado.
Alguna vez escribí, sobre el desarrollo histórico y urbano de la pradera y barrio de San Isidro, en Madrid, lo siguiente:
"Ciertamente es un hecho que se repite al menos en la tradición esotérica de las apariciones,
los ermitaños y santos varones y/o mujeres que habitan más allá de las murallas en una Edad Media europea donde la agricultura marca un cierto renacimiento y es vehículo de conquista y colonización ante el empuje demográfico o las crisis de subsistencia, y que transcurre paralela a la reforma espiritual emprendida por una parte de la Iglesia (1.033 D.C.). Existe cierta teoría que enlaza este tipo de sucesos, catalogados como milagrosos, con las particulares condiciones energéticas positivas del lugar donde se producen. La permanencia, varias veces milenaria, de superpuestas culturas sobre el valle del Manzanares, conferiría al lugar de las praderas y cerros que habitara San Isidro esa especial condición, refrendada, analógicamente, por la superposición de culturas, religiones, santuarios y necrópolis en muy diversos y fundamentales asentamientos históricos y prehistóricos: Babilonia, Palestina, Creta, Asia Menor, etc." (2)
Es evidente que Mamblas arrastra esa protohistoria, presente en la fuerza del lugar, de la celebración y sus tradiciones, de los recuerdos y rastros del pasado. Por eso, todo romero que se precie debe ser consciente, y estar preparado, conocer el lugar, el entorno, la costumbre, la meteorología. En nuestro caso no era así, y eso se paga la primera vez. Se paga escapando a mitad de romería, justo cuando todo el mundo se dispone a celebrar el primer baile civil antes de dedicarse a saborear las sabrosas viandas.
Juancho nos había advertido que a Mamblas se puede acceder a pié, a caballo, en carreta, en bici, o en vehículo motorizado. La posibilidad de hacer el camino a pié, quizás la más hermosa, se frustra ante el mal tiempo y la necesidad de cargar con la comida, la manta, el paraguas. Al coche pues, y antes de las 12 hs., para poder asistir al famoso y comentado "bailao de la Virgen". ¿Qué es esta celebración que arrastra a tanta gente en pleno día laboral? ¿Qué representa Mamblas, su Virgen, la ermita, para el sentimiento rachel? Buena pregunta que nos hacemos mientras tratamos de encontrar un sitio para dejar el vehículo. Queremos ser respetuosos, estacionar lo más lejos posible e ir caminando, disfrutando de la llegada al sitio, del espectacular paisaje, y por supuesto del paisanaje que, como nos advirtieron, vemos que está llegando "por tierra. mar y aire", es variopinto en edad y condición, y proviene de toda la comarca y más allá.
A unos trescientos metros de la ermita vemos una campa rodeada de coches de todo tipo y con una definitoria valla de cintas de color que la mantiene milagrosamente despejada. Más arriba se mueve ya en dirección a ella el cortejo danzante, evolucionando marcha atrás, al son de una jotita castellana interpretada por un tradicional grupo musical con tambor, dulzaina y metales. Los coches se desperdigan por todos lados, a veces en hileras al borde del camino, agrupados en algunas zonas más abiertas, perdiéndose por el fondo del valle, e incluso adosados a uno de los costados de la ermita, cargados de enseres, sillas y paquetes que presagian una larga estancia y una abundante celebración dominical.
La virgen de Mamblas, con el niño a cuestas, parece vigilar con recato todo ese movimiento, al tiempo que sigue con interés el desplazamiento de los alegres romeros, bailándole la jota ceremonial. Esto de la danza hacia atrás tiene mucho que ver con los antiguos saludos de reverencia real en las cortes medievales. Intentamos incorporarnos al grupo, pero la desigualdad del terreno, la inexperiencia, el estar pendientes del ritmo, la falta de costumbre de ir al revés y al derecho alternativamente, nos obligan reiteradas veces a detenernos y reemprender baile, ubicación y distancias, antes de chocar con otros danzarines, trompicarnos y acabar sobre el polvoriento camino.
Un entusiasta romero promueve, escrita a lomos de su camiseta, una meridiana declaración de intenciones para pronosticar el inmediato futuro: "Bienaventurados todos los borrachos porque ellos verán pasar a Dios, dos veces". Alguien grita alabanzas a la imagen que son replicadas por otras: voces ¡"Viva esa virgen bonita"!. Por detrás de ella, cierra el cortejo un grupo más serio, quizás mayor en edad que el de los bailarines, y que va en rigurosa y callada procesión. Otros grupos hacen corro pasivo a todo el conjunto. Estar dentro del grupo de bailantes produce emoción. Uno esta ahí para la acción, perteneciendo a lo activo, con un cometido concreto: celebrar a La Virgen, "bailarla", expresar cariño, respeto y alegría por verla otra vez, y compartir el momento con ella. El cortejo da una vuelta en torno a la campa, reemprende el camino de vuelta, ahora más incómodo aún por que es de subida, hacia la ermita, y se estrecha cada vez más. Creo que en el aplicado grupo de danzantes poco a poco sólo van quedando los más habituales y expertos, los que parecen ser los más devotos, o los que tienen mas ganas y deseos de fiesta, o los que bailan más y mejor, que por lo general todas estas estirpes se confunden, o nos confunden. El cortejo da ahora una vuelta en torno a la ermita, en sentido contrario a las agujas del reloj. Al llegar a la puerta principal se detiene, y todo el momento que sigue adquiere un aire de mayor concentración. Un largo momento donde el grupo de bailarines se fija en una posición, el baile se hace ahora alrededor del mismo espacio, intercambiando posiciones entre los participantes. La Virgen los contempla, como si quisiera comprobar, y agradecer, la destreza en el baile de la jota, la alegría: "¡Estos chicos mejoran año a año!", puede que piense, pero también parece observar más allá, al resto de la gente que deambula sin cesar, a ese subsahariano que vende de todo un poco, al cielo, ahora entre nubes grises y blancas, al paisaje. ¡Hace tanto tiempo que no sale a pasear! Nuevos gritos de alabanza la acompañan mientras atraviesa la puerta de entrada. Parece que ella y el niño volvieran sus cabezas hacia atrás, como para echar una última mirada al paisaje y decir adiós a todos. Y casi se oye como un suspiro de resignación.
Gente de todas las edades, familias, cuadrillas, peñas, amigos. ¡Cuantas formas de entreverarse que tiene la sociedad!. Y nosotros un poco solos, a pesar de que nos saludamos con muchos, pero los grupos ya están hechos, organizados, aunque siempre se comparta algo, al menos un saludo, un breve comentario, una sonrisa de complicidad. En la explanada que da hacia el valle, rodeada por un muro, se escalonan puestos y tenderetes: bebidas, artículos de todo tipo, almendras garrapiñadas...Parece que abundaran más los hombres que las mujeres; solos de mediana y mayor edad, paseando en pares, tríos y cuartetos, hablando entre ellos, recordando sus vidas, las historias del lugar, las antiguas romerías. La vieja ermita ha sido reformada y rehabilitada, agregándole una nave hacia el lado de Lara, una nave de grandes bloques prefabricados de hormigón, pero con la fachada exterior que da al valle rematada en piedra labrada, la interior desnuda y con grandes ventanales, y la trasera mitad y mitad. Dentro de esta nave, dividida en dos por un muro central, se sitúan grandes mesas y bancos de hormigón, alineados en sentido longitudinal. Es el estar-salón comedor de los cofrades, preparado para resistir al frío y el calor, y ahora cubierto de paquetes, botellas, canastas, y romeros que charlan, dormitan o hacen tiempo, después de haber reservado sitio desde primeras horas del día.
Hay un movimiento de paseantes hacia el mirador de El Castillejo, y a ellos nos sumamos recordando otros paseos, cuando veníamos por aquí, hace años, tratando de localizar y robarle a la madre tierra y a la historia prodigiosos restos fósiles de su pasado marino, tratando de competir con Blanca, la farmacéutica, y con Manolo Chicharro, el enjundioso. Al camino, que va directo al abismo que nos separa de Campo Lara, se engarzan paseantes masculinos y femeninos en grupos, y hay familias, con los niños que corren y saltan, y abuelos meticulosos que los persiguen. Los hombres comentan sus batallitas de cuando eran jóvenes. A las mujeres se las ve hablando en voz baja y señalando sitios más ocultos, árboles y roquedas que ofrecen protección "para ir al baño", y el dato se transmite de grupo en grupo: "Por allí. ¿Ves?". El espacio nos atrapa y el viento nos sacude, nos enfría, y el horizonte nos devuelve retazos de la historia aposentada: el Castro, Castillo de Lara, Los Siete Infantes, Almanzor, marinos de la Armada Invencible, el Cura Merino...Y novedades de la historia reciente: los Parques Eólicos. Los hombres insisten en contar su particular aventura, la explican, señalan sitios, hablan de la Guerra Civil, pero cuando les preguntamos cosas concretas dicen: "Ay, yo no lo sé exactamente! Nunca he estado ahí. Eso no lo conozco, pero se lo he escuchado a alguien". A veces, así se transmite la historia. Volvemos, y el recorte del espacio entre La Muela y El Castillejo, con el suave valle abriéndose entre ellos, nos devuelve todo el sentido metafórico y homomórfico de la escena. Caminamos por el canalillo, en el centro mismo del seno materno de la tierra. Arriba, en la misma cumbre de El Castillejo, divisamos unas diminutas figuras de personas, jóvenes, incluso niños, desdibujadas por la distancia y el espesor del aire, de las nubes. Retozan sobre el rosado pezón rocoso, y lanzan gritos cargados de júbilo, valor, emoción, no sabemos si por la hazaña realizado o por la simbología del lugar. Un rebaño de ovejas que pastaba abajo, en el pardo valle de rastrojos, va subiendo la ladera cercana a la ermita. ¿Vendrán a la romería?. El pastor nos saluda, los perros nos miran con recelo amistoso.
Entramos en la ermita para conocerla mejor. Observamos la agradable y sencilla arquitectura, las ofrendas colgadas de los muros, el altar, la ahora solitaria imagen, perdido ya su acompasado movimiento. Repica una campanilla y creemos que nos llaman a capítulo, pero lo que se anuncia es una rifa de garrapiñadas que se celebra fuera. Un hombre sobre un taburete reparte unas tablillas rectangulares a tres euros, con tres cartas españolas distintas pegadas a ellas, otro saca una carta de una bolsa. Si coincide con alguna tiene premio: tres paquetes de deliciosas almendras recubiertas de azúcar derretido. En la puerta lateral de la ermita, por donde se acaba de prohibir el paso, han colocado una enorme cesta de mimbre llena de pan artesanal, con distintas y graciosas formas. Se subastan, como una manera de recabar fondos para el mantenimiento del edificio y el cuidado de la imagen de La Virgen.
En un protegido rincón exterior del edificio hay un ordenado conjunto de instrumentos musicales. Unos muchachos vestidos de negro trabajan en la preparación del comienzo del baile, justo a la hora del vermut. Dicen que esperan a que haya energía, la que suministra un generador movido por un motor de gasolina que lleva toda la mañana ronroneando, alejado unos metros de la ermita, los suficientes para que su ruido no venga a confundirse con el de la orquesta.
¿Romería o Verbena?. (3)
Hay viento, hace frío, no encontramos un lugar cómodo y resguardado donde ponernos a comer tranquilamente. A regañadientes decidimos irnos, como muchos que también regresan, mientras otros, apresurados, van llegando. Nos contraría el perdernos la Salve nocturna, cantada, según Juancho, en el momento final y más "entonado" de la jornada. Media romería y vuelta.¡Pero el año que viene volveremos!.


Norberto Spagnuolo
septiembre de 2003


(1) "Covarrubias". 1993. Poesía del autor
(2) "¿Del arrabal a la ciudad?". Estudio sobre el Alto de San Isidro, Madrid. IVIMA. 1989
(3) Romería: "Fiesta popular que se celebra en una ermita o santuario el día de la festividad religiosa del lugar" Diccionario Canseco
Verbena: "Fiesta popular al aire libre con música, baile y diversiones, y que se celebra generalmente por la noche." Idem