Por ejemplo, uno de ellos aparece
con disimulado rótulo debajo que, aunque no muy legible, sintetiza: "San
Michael, y su espada vengadora", lo que evidentemente suena a otras
intenciones. Son detalles que quizás adviertan, simbolicen, el espíritu de
deseo que flota en la casa que, si embargo, decae en la expresividad y
exhibición de las muchachas protagonistas, poco aliviadas de ropa y de expresión
en gestos de referencia.
Flota en el aire de la
imaginería utilizada, tanto en el programa de mano como en el escenario, y en
la composición formal del momento cumbre de algunas escenas, un aire entre
renacentista y barroco que evidentemente ha servido de inspiración visual y
carga atmosférica, en esas tonalidades oscuras con reflejos dorados. Baste con
observar el programa, o esa exigua decoración del escenario a base de retratos
de santos semidesnudos colgados con sus cuerpos en posiciones típicas del
barroco o finales del renacimiento, muchos al estilo de El Greco, pero también
del primerizo cubismo de Picasso, o las bañistas de Matisse. O remitirnos a las
vestimentas que lucen la mayoría de las protagonistas, de buen diseño y
confección, rescatadas de los modelos utilizados por las familias acomodadas del
medio rural, hacia mediados y finales del siglo XIX. ¿Se subraya así la
"antigüedad cultural y vivencial" de las habitantes de "la
casa".
La idea de Lorca de que:
"Estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico",
parece quedar respetada y confirmada en las palabras de la dirección expuestas
en el programa de mano. El autor crea ésta, su última obra, poco antes de su
asesinato en 1936, dentro del grupo del llamado por él Teatro de Mujeres, en lo
que podríamos incluir, por orden: "Bodas de Sangre",
"Yerma", "Doña Rosita, la soltera, o el lenguaje de las
flores", y ésta última que nos ocupa.
Al mismo tiempo, mientras Lorca
recuerda y toma partido por la oculta vida de la mujer en un país machista,
España vive el período de la 2ª República con terrible final en el alzamiento
que da origen a la Guerra Civil. En ese corto período de tiempo que va del 14
de abril de 1931, y antecedentes, al 18 de julio de 1936, las mujeres
españolas, básicamente urbanas, van a levantar la bandera de sus derechos como
personas libres y van a luchas por llevarlas a la práctica, incluyendo el voto,
la liberación sexual, el trabajo productivo, la actividad cultural, etc.
En la obra eso esta presente, de
alguna manera, en los intentos rupturistas de todas la mujeres que acompañan y
sufren a la Bernarda, pero que permanecen aún lastrados por la sola dedicación
ansiada "al hombre", como única posibilidad escapatoria frente a la
dictadura de la matriarca. Curioso es observar que Lorca define una amplia
escala de edades entre sus protagonistas, como para hacer ver las variedades
potenciales de la rebelión o el sometimiento. Aún así, los deseos de liberación
subsisten hasta en las más longevas, como es el caso de Poncia, estupendamente
encarnada por Chelo Vivares, con sus continuas contradicciones y protestas
frente a la pétrea Bernarda.
La verdad es que la
representación a la que nosotros, mi mujer y yo, asistimos el pasado domingo,
nos dejó un poco fríos, ligeramente cansados, cosa que atribuimos al propio
cansancio de las actrices luego de una sostenida acción representadora durante
los inmediatos días anteriores. Y quizás porque el propio montaje juega, o cae,
seducido por la dispersión, además sobrealimentada por músicas externas,
folklore local, y "cuadros escénicos" cargados de referencias plásticas
históricas.
La compañía Teatro Tribueñe
lleva no demasiados años de sedimentación, aunque sí fructíferos, preocupada
por representar el repertorio básico de los autores españoles más
representativos del 98 y 27, como si quisiera insistir en las culpas históricas
del pueblo y sus líderes. Aún no han querido o podido abordar un repertorio más
contemporáneo, como si la Guerra Civil hubiera marcado un territorio difícil y
necesario donde bucear en los comportamientos que la ocasionaron.
Por cierto, extraña un poco que,
tanto en el propio programa de mano como en declaraciones similares aparecidas
en diversos medios, la dirección del grupo insista en nombrar, elogiosamente, a
"nuestras actrices", como encajando entre líneas, sin desearlo, que
ellas no son suyas en su trabajo, que existe un hálito conductor de suprema
instancia.
En definitiva, un buen
espectáculo con esas contradicciones, pero sólidamente representado a pesar de ello.
Norberto Spagnuolo di Nunzio
(publicado en
www.arteqdarte.blogspot.com)