lunes, 17 de marzo de 2014

TEATRO TRIBUEÑE, y su "CASA DE BERNARDA (al) ALBA"

Como "Drama de mujeres en los pueblos de España", subtitula esta obra el propio Federico G. Lorca. El montaje que se presenta, sin embargo, parece transcurrir en una gran ciudad, quizás Sevilla, o mejor Granada, donde las bandas musicales callejeras, más propias de la primavera de Semana Santa que del verano que dice el autor, están paseando y repasando la calle con música de fondo, y quizás en demasía. A veces, tal acompañamiento encaja o viste una escena, pero en su mayoría sobra, distrae, porque otorga al drama que se cuece entre cuatro paredes otro aire más "joiso", o distraído. Todo esto confiere al montaje un aire felliniano entre marchitas dramatizadas y desgracias caricaturescas, lo que unido a ese decorado básico y permanente de santos cuasi desnudos colgados del espacio, completa el aire contradictorio entre represión y voluptuosidad contenida. Esos santos que también recuerdan la religiosidad rusa basada en "padrecitos" colgados en las paredes antes de la revolución.

Por ejemplo, uno de ellos aparece con disimulado rótulo debajo que, aunque no muy legible, sintetiza: "San Michael, y su espada vengadora", lo que evidentemente suena a otras intenciones. Son detalles que quizás adviertan, simbolicen, el espíritu de deseo que flota en la casa que, si embargo, decae en la expresividad y exhibición de las muchachas protagonistas, poco aliviadas de ropa y de expresión en gestos de referencia. 

Flota en el aire de la imaginería utilizada, tanto en el programa de mano como en el escenario, y en la composición formal del momento cumbre de algunas escenas, un aire entre renacentista y barroco que evidentemente ha servido de inspiración visual y carga atmosférica, en esas tonalidades oscuras con reflejos dorados. Baste con observar el programa, o esa exigua decoración del escenario a base de retratos de santos semidesnudos colgados con sus cuerpos en posiciones típicas del barroco o finales del renacimiento, muchos al estilo de El Greco, pero también del primerizo cubismo de Picasso, o las bañistas de Matisse. O remitirnos a las vestimentas que lucen la mayoría de las protagonistas, de buen diseño y confección, rescatadas de los modelos utilizados por las familias acomodadas del medio rural, hacia mediados y finales del siglo XIX. ¿Se subraya así la "antigüedad cultural y vivencial" de las habitantes de "la casa".

La idea de Lorca de que: "Estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico", parece quedar respetada y confirmada en las palabras de la dirección expuestas en el programa de mano. El autor crea ésta, su última obra, poco antes de su asesinato en 1936, dentro del grupo del llamado por él Teatro de Mujeres, en lo que podríamos incluir, por orden: "Bodas de Sangre", "Yerma", "Doña Rosita, la soltera, o el lenguaje de las flores", y ésta última que nos ocupa.

Al mismo tiempo, mientras Lorca recuerda y toma partido por la oculta vida de la mujer en un país machista, España vive el período de la 2ª República con terrible final en el alzamiento que da origen a la Guerra Civil. En ese corto período de tiempo que va del 14 de abril de 1931, y antecedentes, al 18 de julio de 1936, las mujeres españolas, básicamente urbanas, van a levantar la bandera de sus derechos como personas libres y van a luchas por llevarlas a la práctica, incluyendo el voto, la liberación sexual, el trabajo productivo, la actividad cultural, etc.

En la obra eso esta presente, de alguna manera, en los intentos rupturistas de todas la mujeres que acompañan y sufren a la Bernarda, pero que permanecen aún lastrados por la sola dedicación ansiada "al hombre", como única posibilidad escapatoria frente a la dictadura de la matriarca. Curioso es observar que Lorca define una amplia escala de edades entre sus protagonistas, como para hacer ver las variedades potenciales de la rebelión o el sometimiento. Aún así, los deseos de liberación subsisten hasta en las más longevas, como es el caso de Poncia, estupendamente encarnada por Chelo Vivares, con sus continuas contradicciones y protestas frente a la pétrea Bernarda.

La verdad es que la representación a la que nosotros, mi mujer y yo, asistimos el pasado domingo, nos dejó un poco fríos, ligeramente cansados, cosa que atribuimos al propio cansancio de las actrices luego de una sostenida acción representadora durante los inmediatos días anteriores. Y quizás porque el propio montaje juega, o cae, seducido por la dispersión, además sobrealimentada por músicas externas, folklore local, y "cuadros escénicos" cargados de referencias plásticas históricas.

La compañía Teatro Tribueñe lleva no demasiados años de sedimentación, aunque sí fructíferos, preocupada por representar el repertorio básico de los autores españoles más representativos del 98 y 27, como si quisiera insistir en las culpas históricas del pueblo y sus líderes. Aún no han querido o podido abordar un repertorio más contemporáneo, como si la Guerra Civil hubiera marcado un territorio difícil y necesario donde bucear en los comportamientos que la ocasionaron.

Por cierto, extraña un poco que, tanto en el propio programa de mano como en declaraciones similares aparecidas en diversos medios, la dirección del grupo insista en nombrar, elogiosamente, a "nuestras actrices", como encajando entre líneas, sin desearlo, que ellas no son suyas en su trabajo, que existe un hálito conductor de suprema instancia.

En definitiva, un buen espectáculo con esas contradicciones, pero sólidamente representado a pesar de ello.
 

Norberto Spagnuolo di Nunzio
(publicado en www.arteqdarte.blogspot.com)