domingo, 6 de septiembre de 2015

BAJO TERAPIA:


Teatro relajante y sonriente hasta que intentan/creen darte la puntilla dramática, y que te enteres de una vez.
Uno piensa que viniendo de autor y director argentinos, la función terapéutica será más dura, técnica, agria, castigadora, en definitiva brechtiana, pero quizás el gusto desarrollado a través de las comedias situacionales de la TV, tanto de una como de otra parte cultural transoceánica, convierte al asunto, los temas, planteamientos y las resoluciones transitorias, en panorama para el divertimento sobre lo que les pasa a los otros y nos puede pasar, nos pasa, a nosotros mismos.
El autor confiesa, quizás, que todo se le ocurrió porque le obligaron a salir a correr para bajar triglicéridos, y corriendo por una ciudad pequeña pudo ver a parejas discutiendo en la sobremesa.
El texto, el montaje, deja un hilo, rastrillo que desde el principio aparece soterrado: ¿Qué le pasa a una de las protagonistas que habla poco -con lo que hablan los argentinos sicoanalizados y los personajes de las telecomedias diciendo chascarrillos- y se muestra oscura, reticente, perdida, preocupada y encima con un compañero/marido evidentemente dominante y broncas? Pues aquí está el quid de la cuestión del final aleccionador o denunciador, y que viene un poco a traspiés porque resulta que para hacerlo trascender, salir a flote, vengar, etc., la reunión reclamada por la terapeuta se compone de dos parejas compinchadas que ni siquiera son parejas, y sí -dentro de los actores- actores llamados para hacer provocar el momento revelatorio, carismático, que desentrañará, a último momento y poco acotadamente previamente, el sentido de la reunión.
Actores bien en sus roles porque están acostumbrados a trabajar en esas comedietas televisivas de discurso y réplica fácil, chascarrillosa, provocadora de risas y complicidades, cosa que resuelvan en paridad y perfectamente.
La rotura dramática se queda pues desinflada por el contenido de toda la obra, bien montada, bien escenificada, en un espacio enorme y cómplice cono el de la Sala Verde del complejo CANAL Y-II, y una escenografía suficientemente práctica, con bien distribuidos puntos de apoyo escénico en ese espacio, y una luz plana.
Lástima pues que tengamos que seguir viendo teleseries en un teatro bajo el sistema YUST-NOW, o AT HERE, o algo así.
O sea, un poco de seriedad de fines y confines le vendría mejor. Ahora, eso sí, el público adepto de compañeros y conocidos, no les faltó en la noche del sábado. El milagro de la correspondencia.
Norberto Spagnuolo. 6/09/2015