No es que el comité del ramo sea muy
fiable, conocemos, se habla de, se exhibe a veces, su capacidad para “otorgar/o no”, derivada de otras menudencias negociadoras. ¡OH!, la
negociación, que viene de negocio. Lo cierto es que la candidatura (que también
deviene de candidez), de España, para sostenerla y no enmendarla, a estas
Olimpíadas del 20y20 ideadas en origen por el gran -y gastoso-, Alcalde
Gallardón, andaba muy coja luego de tres fracasos en las convocatorias, y falta
de trasfondo de apoyos. Pero no de necesidades políticas derivadas de la
crisis, de vocerías irresponsables sobre el salir de la misma, aireadas
internacionalmente buscando un convencimiento vano, y hasta de compromisos in
extremis, como el apoyo a la solución Obama sobre la torturada Siria a cambio
de un aparente e ignoto palmadazo a la
espalda del Sr. Rajoy, por el, también supuesto, remonte económico.
Y eso por no hablar del cacareo sobre el
seguro triunfo de la propuesta española, aireada a troche y moche en península
y alrededores, haciendo constar que el 90 % de los ciudadanos nacionales la
apoyaban, y al menos un 83% de los madrileños. Datos, supuestos o imaginados,
que se cansaron de vocear hasta en la misma sede de la elección final.
Demasiadas necesidades de apoyo extra
olímpicas aderezadas por la presencia exagerada, a nuestra costa, de
personalidades político-deportivas encargadas de la presentación. Unos que lo
hacen bien, y otros que no saben lo que tienen que hacer ni decir. Y que encima
pecan de ignorancia o imitación respecto del inglés, necesario e indispensable
lenguaje para el intercambio internacional sin trampas.
Pena sincera para muchos ciudadanos, que
se han creído y necesitado del canto de las sirenas olímpicas, hermoso
argumento derivado de los griegos para enaltecer al hombre y sus posibilidades
de superación, acuerdo amistoso y sincero, y de camino pasarla bien.
No en el caso de la propuesta española que
se apoya en esos argumentos para conseguir otras cosas. En particular un
respiro político y pretendido -por ellos mismos-, de tipo económico cara al
público en general, pero sobre todo hacia los propios soportadores. ¿No andaría
por allí también la concordancia en el horizonte temporal del EuroVegas
madrileño?
Una propuesta escénica, territorial, de
economía instrumental y rectitud ejecutoria, que los dichosos miembros del COI
o no se han creído o ya venían dispuestos a pasar por alto. Gran gasto en
vídeos que vistos por los poco enterados no explicitan nada más que una
voluntad poética de contarlos, pero que no permiten venir en conocimiento de
las cosas importantes de verdad.
Por ejemplo, de la territorialización de
los distintos eventos y sedes, su capacidad física y de seguridad, el arqueo entre
demanda y acogida, la amplitud de los desplazamientos, el impacto sobre lo
preexistente y sus habitantes, el devenir integrador con el resto del tejido
urbano y de servicios, etc. Y, sobre todo, ¿cuanto ha costado y va a costar a
las exhaustas arcas públicas sufragadas por los de siempre para beneficio de
los otros? ¿Y cuál sería el fruto derivado final?
Todo esto se mezcla con el posible impacto
benefactor del turismo que aportará economía transitoria en consumo y empleo
(15 a 21 días), y quizás su extensión sensible más allá de ese tiempo estricto
de celebración. O sea, que si España se embolsa ahora, dicen ellos, cerca de 60
millones de visitantes/año, pueda llegar a los 80 en un futuro próximo, y
aumentar de paso la parte alícuota madrileña a 6 millones.
¡And last, but not
less!, quizás traducido por el C.O. español como “Últimamente, pero menos”, el principal intérprete histórico y
heroico de este drama, el esforzado atleta contendiente, émulo de los antiguos
héroes y semidioses antagonistas en la clásica Grecia, a los que el gobierno
español ha ninguneado a través de su siempre sonriente, para disimular,
ministro del ramo, que ha venido a encogerles subvenciones, ayudas, becas,
instalaciones, etc., y hasta quizás hecho poco control a los devaneos con el
dopaje.
Ya sabemos que nuestro país comienza a
ser, merced a las políticas económicas de desmontaje del actual gobierno,
orientadas por la Europa del Mercado Común (¿?), un territorio económico de
oferta baja, no de tecnología punta sino de servicios, no de intercambios de
alto valor sino de bajo perfil, no de generación de pensamiento y tecnología
sino de su compra. Situación derivada posiblemente de la distribución del
trabajo asignada por los imperios financiero-económicos privados, instrumentadores
de la actual crisis, auspiciados por los grandes o pequeños países donde se
refugian esos intereses.
Eso sí, con una palmadita en la espalda.
(*) Escarnio