miércoles, 16 de octubre de 2013

A EDUARDO MIGNOGNA, SIETE AÑOS DESPUÉS DE....

....su muerte, acaecida el 6 de octubre de 2006 en plena capacidad creadora, a punto de rodar la que sería su última película "LA SEÑAL", realizada en ausencia por su amigo, actor y colaborador Ricardo Darín con el apoyo de la viuda del escritor, Doña Graciela Aguirre.
Eduardo Mignogna era, fue, casi siempre, un tipo divertido, herencia de sus padres, y de la familia tronco de origen italiano procedente de la provincia centroitaliana de L'Aquila, región de los Abruzzos, país de Campobsaso, hace pocos años sacudida por un terrible terremoto cuyas heridas aún no han acabado de cicatrizar, y que, entre otras cosas, destruyó parcialmente la histórica fortaleza fundada por el duque de Alba, de donde se supone, deduce, que partió el apellido genérico de mi propia raíz paterna.
Por ahí andaba pues nuestro parentezco, consolidado luego en los ambientes inmigrantes de Buenos Aires, donde ya se sabe las familias se reunían, acudían a bailes, se conocían, y terminaban por anudar nuevas relaciones, matrimonios  incluídos.
Eduardo Mignogna fue un tipo muy seductor, quizás por ese carácter alegre heredado principalmente de sus padres, siempre cariñosos, divertidos, ocurrentes. Además era un tipo atractivo, bien formado, tarea que completó haciendo deportes en el mismo club donde yo asistía desde los cuatro años amparado en la figura de mi padre y junto a mi hermana mayor. Eduardo terminó por entrar en el equipo de infantiles de baloncesto junto conmigo, participando ambos durante años, hasta llegar a jugar como suplentes en el equipo de primera división, muy famoso y celebrado por aquél entonces, tanto que en el campeonato del mundo de baloncesto, celebrado en Buenos Aires, el equipo argentino estaba básicamente integrado por los jugadores del primer equipo de nuestro club, y llegó a ser el ganador del campeonato.
Eduardo era además un tipo vehemente sin exagerar en sus apasionamientos, recurriendo siempre a su capacidad de convencimiento, a su simpatía, y a su firmes maneras de sostener sus ideas y razonamientos, siempre muy claros y coherentes. Eso fue también gran parte de su calidad y condiciones de escritor de historias siempre sociales, y al principio además muy políticas, pero manteniendo el aire de su calidad humana en relación a los personajes que creaba.
Cuando andábamos por los iniciales veinte años, nos dimos a pergeñar de común acuerdo el viaje que nos traería a Europa, y particularmente, merced a una beca de prácticas en arquitectura que me otorgó un instituto privado argentino, sin saber ambos que tal viaje cambiaría para siempre nuestros dos destinos, y nos abriría de par en par las puertas de un mayor conocimiento sobre el mundo, la historia, y las gentes.
El ha sido siempre para mí un modelo que nunca pude imitar, salvo momentos pasajeros, dado que mi carácter siempre fue mucho más nebuloso aunque no trágico, más bien melancólico, pensativo, concentrado.
Han pasado siete años, y sigo deseando que estos recuerdos y su estar entre nosotros nunca me abandonen.

Norberto Spagnuolo di Nunzio