jueves, 23 de octubre de 2008

LAURA TORRADO: Fotógrafa inquietante. Y +

Inquietante por sus fotos y por lo que uno intuye del personaje que nos escruta y retrata, se escudriña a sí misma y nos lo cuenta, con unas calidades cromáticas tan cálidas, contrastadas o diluidas, que nos recuerdan la pasión del barroco y, sobre todo a mí, por la temática reivindicativa de género, y por la fuerza de su propia imagen, a algunas raras artistas mujeres de entonces, como la Artemisa discípula del Caravaggio que pinta a la Judith Bíblica frente a Holofernes. Fuerza de la presencia femenina desafiante, perfiles semíticos, cuerpos triangulados, transfiguración mediterránea, sombras y luces, límpidos horizontes acuosos, o encuadrados interiores teatrales muy bien iluminados, a la manera de los holandeses Veermer o de Hooch, a veces incluso con escenificaciones similares. Desde que conozco la obra de L.T. Zamora me ha parecido muy sugerente y poderosa, tanto por los temas tratados como por la manera de dotarlos de contenido social, psicológico y de género, o por su puesta en escena y la sólida técnica utilizada. Métodos e intenciones que nos acercan al relato conceptual y a veces surreal, y finalmente a una puesta en escena muy moderna del teatro de ideas.
Laura Torrado estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense, donde desarrolla estudios de postgrado. En 1992 se traslada a Nueva York con una beca Fulbrigth para realizar un “Internship” en el departamento de conservación del Guggenheim Museum, y en el Museum of Modern Art. Allí mismo realiza estudios en la School of Visual Arts y en la New York University. Quizás de esa época le haya quedado ese toque reflexivo significante, a la manera de Hoopper, y esos cromatismos enlazados modulados por claroscuros. Pero al contrario que en las obras del maestro americano, inspiradoras de otros muchos artistas en diversos campos visuales y sensibles vinculados a la soledad, los personajes femeninos de esta artista parecen desafiar al espectador, contar su verdad, exponer razones cargadas de fuerza y valor simbólico grupal, mientras que los masculinos parecen querer huir de sus responsabilidades, abstraerse, y disgregarse colectivamente. Por otra parte, el entorno de la familia con sus cargas y valencias sensibles o psicológicas, también centra gran parte de sus trabajos.
Regresa a Madrid en 1995 donde desarrolla su obra artística. Entre 1997 y 2001 residirá entre París, trabajando con la galería Anne Barrault, y la vuelta a Madrid, donde por un período de tres años lo hace con la galería Oliva Arauna. Participa en distintas ferias –Paris-Photo, Feria de Frankfurt, Arco, etc.- y en 2001 recibe el premio Altadis y una beca de fotografía del Círculo de Bellas Artes de Madrid para residir en Oporto. A partir del 2003 comienza a trabajar en la realización de documentales, obteniendo una beca de la Comunidad de Madrid para desarrollar el proyecto audiovisual “Down World”. En el 2004 realiza un taller de dirección de documentales impartido por Michael Rabiger. Ese mismo año desarrollará el proyecto “Otros hogares. Otras realidades” para el que obtiene una beca de Artes Plásticas de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Alicante. Esa indagación en “lo social”, del tema grupal e individual con contenidos realistas trascendidos, simbólicos e incluso oníricos, que tan bien se expresan en las estructuras documentales que maneja esta sensible fotógrafa.
En el año 2005 se publica el número 53 de la colección de fotógrafos españoles de La Fábrica dedicado a su personal propuesta. Participa en el festival Loop ¨06 en Barcelona 2006, y aborda varias exposiciones en galerías españolas, tanto colectivas como personales, continuando tanto con sus fotos de gran o mediano tamaño, y sus montajes documentales o creativos en vídeo hasta la actualidad.
Habría que hablar también de voluptuosidad cercana al exhibicionismo, de sexualidad latente aunque confusa, recelosa, si los contenidos temáticos no estuviesen tan cargados de argumentaciones más serias o profundas, como en los repertorios intimistas donde su misteriosa belleza mediterránea se hace acompañar de su propia familia: Habitación (I-II), La Alcoba, Hogares y Silencios (I-II). O en los más personales: Si te quise (I-II-III-IV-V), El Amante (I-II-III-IV), Escalera (I-II-III-IV), El espejo, Durmiente (I-II). Y especialmente, en ese muestrario de la fuerza y el ser femenino desde lo individual a lo colectivo pasando por el gineceo familiar, donde la conceptualidad deviene en reconocimiento o denuncia. Los grupos de género donde claramente se ataca el tratamiento de “carne fresca” o de “ganado sexual” que una ancestral y celtibérica cultura masculina –quizás más bien musulmana- atribuye a las mujeres: Hamman (I-II-III-IV), Las Mil y Una noches (I-II-III), Las esquinas del espejo, Le mensange (I-II-III-IV), etc. Curiosamente, en todo este repertorio de género y denuncia, ha optado por seleccionar para su mensaje modelos-actrices que no parecen representar el ideal mediterráneo sino más bien noreuropeo, haciéndonos de nuevo recordar los trabajos de los pintores flamencos y belgas de los siglos XVII y XVIII.
Habría que hablar también de esa cualidad prospectiva, descubridora, de sus retratos singulares o colectivos. De la capacidad de la artista para desentrañar en sus modelos personalidades, actitudes, e incluso deseos latentes. Y en eso nos recuerda a los mejores retratistas, desde el siglo XVIII hasta el XX, los que han sabido legarnos la carga crítica y desveladota de sus personajes, como Rembrand, Velásquez, Goya, Picasso, o el mismísimo Bacon con sus desgarradoras revelaciones íntimas. O de las fotógrafas americanas de la primera mitad del XX, como Cindy Sherman o Lee Miller.
Últimamente la fotografía de Laura Torrado sin abandonar sus temas favoritos, básicamente el de la mujer y su realidad social, ha experimentado en la abstracción utilizando menor contraste cromático y evaporación de lo figurativo. También se ha preocupado por las composiciones plásticas matéricas, la aproximación al detalle significante, o la plástica del espacio tanto interior como exterior, -"L' femme dessoleé"-debiendo destacar en toda esta trayectoria de más de 15 años la alta calidad técnica de todos sus trabajos.
Según una de sus críticos, con la que coincidimos ampliamente, las fotografías de Laura Torrado “…son superficies donde suceden cosas (yo diría espacios teatrales); narran algo que ha veces no entendemos o no se muestran de manera evidente. Se diría más bien que nos conducen a lugares, a estados de ánimo, a un tipo de exploración donde nos reconocemos a nosotros mismos.”
Y aún más. Con esa capacidad para definir escenarios y acontecimientos, como comentábamos, narraciones cargadas de simbología, aunque sean espacios de quietud inestable, sin palabras, pero con actitudes y lenguaje corporal explícito (*), es probable que la artista evolucione hacia trabajos y formatos experimentales más vinculados a la escena, el cine y el teatro: imagen, texto, y sonido de forma conjunta pero seguramente no habituales, donde su apreciable porte de trabajo en equipo se consolide y crezca .
Le falta a la artista, dentro de esa vocación narrativa hasta ahora dedicada casi en exclusiva a lo esencial femenino –aunque ella parece estar lejos del feminismo estricto- una mayor profundización en lo masculino que ha tocado hasta ahora muy lateralmente, pero con mucha fiereza. Le falta quizás comprender al hombre más allá del arquetipo aparente que ha venido manejando, desnudarlo en suma para mostrarlo en su verdad o debilidad. Personalmente, no me importaría participar en esa búsqueda.

(*) La artista parece conocer los secretos, dramas y dependencias de la expresión corporal humana a partir de técnicas y teorías de sensibilización perceptiva, quizás como en las prácticas chamánicas, artes orientales, o desde la más occidental Bionergía.
Antonio di Luca
consultor artístico
colectivo arte_qdarte / 2008

miércoles, 1 de octubre de 2008

DE MOSTOLES AL BARRIO DE SALAMANCA

Exposición de Ángel Santiago Plata en PicassoMío Gallery
19 Septiembre al 30 de Octubre 2008


Casi se puede percibir dicha traslación de un contexto geográfico/expositivo a otro a través del recorrido pictórico del artista en estos últimos años. De la sobriedad inicial y oscura, con texturas, tramas y fondos agrisados, casi llorosos, de espacialidad cosmogónica en su época periférica y laboral, al florecimiento primavera/otoñal de su irrupción en el entorno de ésta galería de la cabecera sur del Barrio de Salamanca, curiosamente rodeada de otras varias que ofrecen muestras pictóricas muy concordantes. Informalismo derivado de la abstracción gestual, y colorido de pintores como Zobel, Mompó y otros, casi minimalismo en algunos cuadros, aproximaciones de microscopio al mundo de los elementos cotidianos, ambientales y sensibles: Las ramas de los árboles, las huellas luminosas de la lluvia, las alfombras de hojas otoñales, los rastros de la memoria sensible transformadas en gestos e improntas.
Los títulos de las pinturas de nuestro artista, abordadas en tamaños medios y pequeños, algunas encabalgadas en dípticos: Lluvia en Rojo (100x81x2), Lluvia en Rojo (30x30x2), Caminando descalzo (1,30x98x2), o Colores para Luna, acompañan bien esa intención expresiva.
En muchas de ellas se recupera el viejo trabajo -en que se reconoce al artista- de texturización colorística sobre la tela arrugada, dotada ahora de nuevas luminiscencias y coloridos, de una estructura espacial más regular y repetitiva, seriada. Las obras de este tipo exigen nuestra proximidad para desentrañarlas, mientras que antes era imposible interpretarlas si su lectura no se hacía desde algunos metros. Ángel Santiago ha cambiado la escala de la observación, y de la motivación, cosa que se anunciaba ya, aunque tímidamente, en algunas obras pequeñas de su última exposición en la Galería Catarsis de Madrid, Barrio de las Letras y Las Musas. El propio artista lo explica ahora, adecuadamente, en una hojita de argumentos y currículo:
“Quiero conectarme con la naturaleza, abrir ventanas de sensaciones y percepciones que nos hagan olvidar la imagen, y nos dejen en el momento, la emoción, lo que nos estremece…”

Las simbiosis espacio temporales que sacuden el continuo panorama revisable y recuperable del arte, nos permiten -casi simultáneamente- encontrar referencias y coincidencias en la exposición que, con parte de sus fondos, organiza el IVAM (Valencia), sobre La Abstracción en las vanguardias del siglo XX (1913/2000). En particular con una obra del artista americano Lee Krasner, fechada en 1946/48 (Abstract Nº 2). Como en la obra de Ángel Santiago que ahora contemplamos, bien argumentada en el texto suyo referido, aquellos artistas buscaban:
“Abstraerse de los elementos visibles de la naturaleza, y adaptar libremente esas formas naturales en sus pinturas y esculturas…; sin importarles su etiquetado, desde el Informalismo hasta el Expresionismo Abstracto. (*)

De estas nuevas series quizás la que menos nos atraiga sea la representación en plano medio de imágenes arbóreas sometidas a una lluvia lineal, excepto cuando la observación se acerca a la pura geometría desnuda de una rama que acaba convirtiéndose en trazo caligráfico orientalizado, chino o japonés. Algo que sin embargo se inmiscuye ya con interés en varias de sus obras nuevas acompañando a las manchas esenciales: el trazo, el signo, la estructura casi molecular del color y su representación.

(*) Del Catálogo resumen de la exposición en el IVAM. Septiembre 2008


Norberto Spagnuolo
Colectivo arte_qdarte

domingo, 4 de mayo de 2008

UN MUNDO DE SIGNOS

(Cuento de película)

El hombre, delgado, nervioso, aguarda junto a otras personas en una de las filas de acceso a un Multicine. El grupo va entrando en la sala de exhibición, posiblemente una de las más pequeñas del edificio, apenas ocho filas de fondo por nueve asientos en cada una. Eso casi obliga a que en el muro del frente, bajo la reducida pantalla, sobre el tapizado de paño oscuro de las paredes, una multitud de pequeños carteles resuman instrucciones, servicios y dotaciones de seguridad reglamentarias. Debido a su tamaño con relación a la escala del espacio que los acoge, una lectura conjunta o secuencial de todos ellos es casi inmediata, y se convierte así en un discurso acotado o unas instrucciones de funcionamiento continuo de algo confuso, que transita entre la realidad y la imaginación. Tan reducido tamaño también obliga a que los espectadores de ocasión puedan enterarse de casi todo lo que sucede en la sala, además de lo que vaya a transcurrir en la pantalla, casi como si estuvieran en el salón de su propia casa, o en el concurrido bar con tele gigante del pueblo o del barrio.

Así, el aviso de "Aseo" se gráfica con una pareja, (El-Ella, Mujer-Hombre), con esa simbología que cada vez integra e indefine más a los sexos, y que aparece aquí grabada sobre placa de metacrilato iluminada por detrás. Pero también lo preavisa poco más allá con imágenes reflectantes similares, o ligeramente distintas, sobre llamativo fondo rojo. En el otro extremo, otro signo similar representa a un hombre que corre hacia una puerta abierta seguido por una flecha y un rótulo -"Salida de Emergencia"- También existe la puerta que dice "Salida de Emergencia", pero que al mismo tiempo indica que por ahí se va a los "Aseos". Otras dos flechas encontradas, situadas a izquierda y derecha, anuncian sendos matafuegos, y los hay realmente y están allí, pero exactamente en los sitios hacia los que apuntan las flechas indicadoras. Las flechas que indican, junto a la situación real de las cosas que anuncian las flechas, se contraponen entre sí, de forma que si se va hacia los aseos una de ellas obliga a recordar que los matafuegos quedan hacia el otro lado. La repetición o duplicación de cada signo-informe junto a la existencia real de lo que informan, triplica o cuadruplica la información, signo de la realidad y realidad misma.

Nuestro hombre, nervioso, compulsivo, curioso o sugestionable, observa todo desde su asiento. Cree, imagina, que todo este discurso simbólico e instructivo pero contradictorio y variable, resulta un poco amenazador, predictor de catástrofes posibles, conjunción de carreras y ganas de ir al baño con necesidad de escapar y recursos para poder hacerlo, casi como el que te obligan a atender cuando el avión comienza a carretear y ya estás pensando en que se puede caer en cualquier momento.
En todo esto reflexiona el hombre, nuestro protagonista, mientras aguarda que comience la exhibición de la película anunciada. Su reflexión son imágenes. Todo ello le produce cierta confusión, y como los indicadores situados debajo de la pantalla, en su mismo plano, están hechos con pintura fosforescente o iluminados por detrás, en el gran espacio blanco de visión luminiscente donde ahora comienzan a transmitirse anuncios publicitarios, parece que se colaran también los signos-orden, así que el hombre termina por asimilarlos como si fueran parte de ellos. Está por comenzar la proyección de la película, y ese es otro signo que le informa al hombre de que hay algo que existió o que pudo haber sucedido más allá de las paredes de la sala, que no es real ahora, o quizás que no lo fue nunca, pero que se va a recibir y percibir acá, dentro de un momento, ahora.

Acaba de sentarse a su lado una atractiva y joven mujer. Al pasar por delante, obligada por el estrecho pasillo, la muchacha lo roza con las piernas, el pecho vuela rasante sobre la cabeza del otro, el sexo de ella casi le habla a la boca de él, que está a su altura. Poco antes de que comience la proyección de la película, mientras los mensajes publicitarios se mezclan con los signos, algunos espectadores recién llegados siguen incorporándose a sus asientos, otros vuelven a levantarse y se dirigen a los aseos, sobre todo las chicas -como ya se sabe-, entrando y saliendo con bastante asiduidad, cantidad y alboroto por la dichosa puerta que, debajo de la pantalla, conduce tanto a los servicios como hacia la salida de emergencia, y siempre le queda la duda a nuestro protagonista de si la gente va realmente al aseo o directamente a su casa, escapando de todo aquello.

Al hombre le parece como si todo lo que está en ese mismo plano de la pantalla fuera un escenario de continuidad con ella, y por asimilación con la imagen escénica que sugiere el teatro, dicho movimiento parece estar anticipando parte de la trama que el hombre verá, y todo ello le provoca cierta preocupación: ¿Pasará algo realmente? Es lo que termina preguntándose, dispuesto como viene a ver que pase algo y no sólo este trasiego casero de idas y vueltas, signos y destellos insistentes de porcelanas, cremas corporales y automóviles. Y las dichosas flechas, símbolos y hombres corriendo, o las parejitas quietas pinchadas en la pared añaden más inquietud -incluso a pesar de su quietud- a todo ese vaivén de personas y productos recomendables, y a la escena en general. Los signos parecen estar guiando el ir y venir de la gente, dentro y fuera de la pantalla, y el hombre cree que a veces las personas hacen más caso de los signos que de sus semejantes de carne y hueso.

Por eso es que intenta decirle eso mismo a su vecina de butaca, justo cuando esta le pide permiso y parece dirigirse hacia la pared de los signos repitiendo el ritual anterior de los roces y proximidades carnales. El hombre entonces se decide a seguirla, casi impulsado como por un resorte, acuciado por un deseo tan real como determinado por la pura imaginación. La muchacha va directamente hacia la puerta del frente de la sala, pero antes, ambos han tenido tiempo suficiente como para hacer la lectura necesaria, práctica, cercana, conminatoria y de obligada comprobación final de los signos que sobre aquella pululan. La vista de alguien se pasea por ellos y su proximidad parece otorgarles dinamismo, autonomía. Flechas, signos e indicaciones escritas se suceden. Una flecha y el rótulo aseos, seguida de una figura femenina simbólica y rígida, y otra real y móvil, culminan en primer plano la información. La muchacha cruza la puerta del frente de la sala, luego abre la del aseo y entra. El hombre se ha retrasado, quizá sugestionado en demasía con esa lectura a corta distancia. Pierde el rastro de la chica, por eso abre ahora como en una secuencia cada una de las distintas puertas que están más allá de la primera, la que da directamente a la sala. Detrás de cada una de esas puertas, rotundamente señaladas con su correspondiente signo, se desvelan al hombre una sucesión de imágenes oníricas, mezcla de ideas y recuerdos, anuncios, sucesos y símbolos gráficos relacionados con aquél primero, el que los contiene. La muchacha aparece entre esas visiones desdibujada, irreal pero sugerente, como la que suele aparecer en el anuncio de los bífidus activos antes de tomarlos. El hombre cierra la última puerta abierta a la imaginación justo en el momento en que la muchacha real sale por la otra, la del aseo. Ambos vuelven a sus asientos juntos, como si fueran la pareja del indicativo genérico y mixto de Aseos, aureolados por una lineal fosforescencia. Y el hombre consigue decirle ahora:

Hombre: - Hacemos más caso de los signos, de la propaganda, que de las personas. Y es que viendo todo esto uno se imagina cosas, y ya estas con el nudo en el estómago antes de que comience la dichosa película. La película, el film, que se pone en movimiento. Por eso, cuando la historia va por su primer tercio, el hombre sigue teniendo presente esa primera escena, y además no puede dejar de ver los dichosos signos incorporados a la acción, y termina por creerse que toda la historia gira en torno a ellos, y que todos los actores están obligados a seguir sus indicaciones más que las del director. Por lo que la película termina por convertirse en algo de ir al baño, escapar por la puerta de emergencia por que hay fuego, y tratar de descolgar el dichoso extintor polivalente que se ha atascado, mientras que por la puerta de los aseos entran y salen hombres y mujeres signo, rígidos, transparentes, luminosos. Pero los de la pantalla parece que no se enteran, o que no miran los indicadores.

El hombre exhala un suspiro de alivio cuando la película termina, y todo vuelve a la normalidad. Los espectadores se levantan y pueden ir al baño o salir por la puerta de emergencia que ahora es simplemente de salida sin preocuparse por más. El hombre se vuelve hacia la chica sentada a su lado, descubre que ella también lo mira, y además tiene su mano cogiéndole todo su sexo, apretándolo. Se sonríen, se levantan y van lentamente hacia la famosa puerta, por donde desaparecen, mientras los símbolos sobre la pared van cobrando fuerza, cercanía, brillo y luz, y voces cada vez más atronadoras dan órdenes o nos recomiendan productos maravillosos. Sobre todo para hacer el amor sin riesgos.




Norberto Spagnuolo
2002















miércoles, 30 de abril de 2008

L´Caixa: FORUM MADRID

Bondades y malabares de la oferta cultureta:

La sensación que uno tiene –que yo tuve, claro- cuando se inserta en el espacio construido y propagandístico de éste Caixa FORUM, Madrid, por otra parte muy bien resuelto como ámbito de “aspiración de paseantes”, vengan de donde vengan, es que al conjunto lo sostiene, sobre sus bien centradas espaldas, alguno de esos fortachones mitológicos pre o post históricos tipo Atlas, Sansón, Hércules, Superman o el mismísimo y enverdecido Hulk. Alguno de ellos debe haber sido capaz de elevar las pesadas fachadas supervivientes de la vieja fábrica de electricidad y ponerlas a volar sobre nuestros esperanzados goces culturales. Primera gran impresión, un poco estomagante, de lo que puede hacer el dinero bien administrado de los clientes bancarios puesto al servicio de la imagen y propaganda de sus gestores.
Las históricas -e históricamente maltratadas- fachadas han perdido su peso bicentenario y se elevan, cual Tu-Tú de bailarina en danza vernácula, ahora parcheado o agujereado modernamente, y culminado por burbujeante corona de hierro corten troquelado. Y en lugar de zapatillas de punta presurosas, nos encontramos con un poliedro facetado cual diamante por piezas de acero inox cubriendo el tosco hormigón de sus musculadas entrañas.
Con suerte perceptiva, podríamos decir que el conjunto aspira a exteriorizarse a partir de ese núcleo símbolo de hormigón armado más impenetrable y fuerte que todos aquellos héroes musculosos del ayer y hoy juntos y bien avenidos. Es decir…, sí, una inviolable caja fuerte percibida repartiendo dividendos culturales a la humanidad, básica o transitoriamente madrileña, y además gratis.
El espacio interno recorrible no parece ser sumado en la imagen externa, otro hallazgo de compresión escalar. Pero si uno se asoma a la opaca y fortificada escalera principal interior, tampoco, es decir, en ella el edificio se tensa cual bandoneón extenuado en un sostenido por el mago Piazzola, y uno –yo, claro- acaba por preguntarse: ¿adonde irá a parar esta escalera sin sombras?
Y digamos, no sin respeto, que eso es todo. Todo lo reseñable como interesante, al menos como efecto psicológico para el absorbido peatón multirracial, convertido en sujeto de cuento para niños trepando por la casita del ogro subida a los cielos, arriba-abajo. Descubriendo cuartos-salas bien escondidos, y tratando de entender qué es lo que en definitiva hay en ellos, o habrá, se muestra, ofrece, y qué adonde estará la princesa dormida. Y al final, cuando se llega a la publicitada cafetería, fin del recorrido, más triste y desangelada que una de barrio periférico, plena de lagrimones, nos encontramos con que allí nos aguardan todas las princesas juntas, bien despiertas, conversando alegremente la merienda: café con leche y croasán.
Menos mal que a la salida nos espera a todos esa falsa pradera vertical a la inglesa, aunque nadie pueda recostarse en ella y suspirar por tanta, tanta…

A.EvangelistA
Abril de 2008
Colectivo arte_qdarte / arteqdarte.blogspot.com

martes, 11 de marzo de 2008

TORRES BIÓNICAS, HABITANTES CLÓNICOS.

Estimados amigos de INFORMACIÓN / Alicante:
Mi comentario versa sobre Nota de Redacción incluida en Sección Energía y Medio Ambiente, Pe.2, Miércoles 5 de Marzo 2008. Referencia a declaraciones de los arquitectos Javier Pioz y Rosa Cervera acerca de su propuesta de Torre Biónica y derivaciones económico-sociales.
Nos dicen ellos que la falta de energía y su elevado costo en el próximo futuro nos abocará a la vida en rascacielos. ¿Por qué? Porque ahorran en sistemas de distribución puntual, en contraposición a las urbes extensas actuales. Mal futuro nos espera si nos obligan a vivir en esos sistemas complejos de hábitat colgado en los aires, a 300 mts. de altura media o más, y resolver nuestras pulsiones cotidianas sin salir de allí. Creo que la agitada "vida aérea", pero de avión, que lleva ahora el matrimonio de arquitectos biónicos, trabajando además 24 horas en 4 continentes, les debe haber alterado, además de tener que creerse su propia idea para poder venderla. Tales argumentos, válidos como utopía futurista propia del mundo del Cómic, han sido descritos hace tiempo e incluso puestos en obra con escaso éxito por arquitectos de la talla de Frank Lloyd Wrghit (Utopy), Charles Eduard Jeanneret-Le Corbussier (Ville Radieuse y Unité d' Habitation a Marseille), y nuestro más conocido Ricardo Bofill senior (Ciudad en el Espacio-Madrid, y Walden 7-Reus), habiéndose demostrado llenos de problemas y abandonos de sus iniciales y entusiastas habitantes.
Sin embargo, reconocen los propios arquitectos, es mejor vivir en "una casita", pero nos advierten que con 12 mil millones de mundiales habitantes para el 2050, "la mitad" deberá residir en este tipo de ciudades vertiginosamente aéreas, y si es posible, claro, hechas por ellos. Así ahorraremos suelo, y nos apretaremos en el espacio vertical en lugar de desperdigarnos por el territorio. Supongo que el arquitecto Pioz y Sra. arquitecta estarán de acuerdo con la teoría capitalista de la concentración urbana para que funcione el sistema, y no con el equilibrio territorial redistributivo, que es mucho más anarquista, sin megalópolis y con utilización de la energía de base local y alternativa (solar, eólica, de reaprovechamiento post consumo, etc.), no dependiendo de las grandes redes y productores relacionados con el gran capital industrial, comercial y financiero.
O sea, vaya propuesta universal para hacer sufrir a la gente y que se les vaya poniendo la misma cara de angustia que nos expresan ambos profesionales en la foto que aporta el periódico. Pero dicen ellos que la vida actual en las grandes ciudades no es calidad de vida, y por eso a la gente les entusiasma tanto su idea, que además despierta admiración por su aplastante lógica urbana. La misma lógica de los que nos hablan de que hacia la misma fecha la mitad de la población mundial habitará en ciudades pertenecientes a infinitas conurbaciones macro territoriales. Y el resto del territorio permanecerá vacío, sólo ocupado por las grandes explotaciones energéticas y de alimentos que ya se lo están comprando (Ya lo advirtieron en MAD-MAX).
No es bueno que en una sección periodística destinada a informarnos sobre el futuro de las energías y el medio ambiente se nos cuelen propuestas como ésta de la torre biónica para todos sin contrastarlas con otras situaciones, explicaciones, propuestas. Y el mundo animal no tiene la culpa de servir como modelo empírico traslativo al hombre.
Un saludo.
Norberto Spagnuolo
Diseñador Urbano / Diplomado en Ordenación del Territorio
colectivo arte_qdarte

viernes, 29 de febrero de 2008

ÁNGEL-es-CIRCULANDO

por la exposición de Ángel Santiago Plata

CATARSIS - Santa María 15 -28014 Madrid
22 de Febrero a 12 de Marzo de 2008


Poco antes del cambio de milenio, y el mal anunciado crack informático, un grupo de doce artistas, entre ellos Ángel Santiago, compartiendo talleres de evolución plástica en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, propusimos a sus responsables una exposición colectiva con el sugerente tema de El Círculo. La propuesta se nominó 12 xl O. lo y, como argumento filosófico del contenido, se apuntaba:

“El Círculo representa el espacio mental del hombre en la tradición Brahamánico/Yóguica; la estructura orgánica mediante la cual puede el hombre conectarse con lo Astral, o Conciencia Cósmica Universal. El CÍRCULO simboliza por ello el elemento físico de posible mayor evolución dentro de dicha estructura.”

Quiero suponer que a Ángel Santiago esa historia le ha estado “dando vueltas por la cabeza” desde aquellos tiempos. Historia/argumento que se superpone ahora a esas otras que él ya tenía en su cuerpo desde mucho antes, las de su manifiesta teluridad, la simbólica parte cúbica inferior, apoyo y base de nuestro esquema geométrico corporal, y vital, en la misma tradición.
Debe ser por eso que el propio artista habla ahora de: “…tapiz, ritmo propio, entidad individual. Encontrar relaciones, juegos infantiles con cromos o figuritas -cada una con su valor- e intercambiarlas…. Un álbum lleno que se va perdiendo”. Y yo veo bases de papel y tela acrílica cuadrados sobre bastidores cuadrados, manchas, fondos, el círculo como leit motiv principal; el eterno retorno de su obra en propia obra. Círculos y espacios anexados/indexados, adheridos/divididos alrededor. Casi lo dice él mismo.

Y veo además el trazo, el signo, la huella, elementos y rastros de nuestra vulgar humanidad terrestre primigenia, telúrica, cúbica. Y el círculo aparece como paso de objeto sobre el soporte, en su mismo y real tamaño, verificando su discurso entre la tierra y el cielo. Y las telas tan naturalmente preparadas, ajadas, lavadas, preñadas de pliegues y cicatrices necesarias. Y los básicos colores y texturas de la tierra, la arena, las rocas: sepias, negros desvaídos, oscuros blancos, grises, impuestos y absorbidos por los años. Vislumbro entonces el espacio casi sideral que ese ordenado despliegue de recursos nos construye, el enorme vacío que nos rodea más allá de lo inmediato, y percibo la vertiginosa atracción de los astros, la cadencia temporal de nuestro tránsito eterno. Espacios recortados, propios pero intercambiables, diversos, infinitos.

Y poco después me altera y deslumbra esa panoplia desplegada como de quiosco de prensa, universo de periódicos y tebeos exageradamente ampliados contándonos historias cotidianas, letras que bailan, textos incomprensibles que resuenan en nuestros oídos como mantras en ampliados detalles. Hay momentos en que, en/con estas pequeñas obras de 40x40 cm, recuerdo a esos fundamentales artistas que todos conocemos, enamorados del rasgo y la descripción temporal pero simbólica, narradores del movimiento/suceso, del íntimo e infantil arcano.

Frente a este discurso multiplicado y vertiginoso, la poderosa espacialidad absorbente de una tela de 3x3 metros colgada entre techo y suelo, circularmente dominada sobre su espectro de vacío estelar, es casi la metáfora mántrica del eterno retorno a lo mismo-distinto. Olla de volcán que amenaza con tragarnos de una vez y para siempre, o apariencia de cuerpo celeste perdido en el espacio. El mundo nos da vueltas, hasta que no sé si una Agencia Espacial, o el propio Ángel nos devuelve a él, y percibimos la arrugada faz de la tierra salpicada, sustrato evolutivo del trazo cada vez más suyo, decidido y equipolente.

Desde que conozco a Ángel Santiago haciendo el laboral trayecto Móstoles-Madrid, y vuelta, lo he visto trabajar sobre estos temas. Poco a poco ha ido incorporando un discurso-hacer más complejo e integrado sobre una inicial labor de aprendizaje en lo más sencillo. Apenas tinturas y débiles rasgos sobre toda clase sobrante de papel o tela, como si fuera creando el sustrato esencial de su campo evolutivo como pintor, donde debe reflejarse la vida y la historia. En aquella propuesta al Círculo sobre el círculo, confiábamos en cosas como ésta:

“Cuando te piden que –circules- no es que quieran que camines con cara de plato. Y además, toda gota caída aterriza en forma de círculo expandido por la tensión homogénea de sus átomos aplastados sobre una superficie. Gota a gota, de lluvia, de sudor, de leche, de pintura, de semen…Todos microcosmos estelares puestos a navegar después del Big-Bang.
La Circun-cisión, es un tajo circular que hiende el prepucio, lo rebana para descubrir/encontrar al capullo-cabeza-glande, redondo, resbaladizo y oculto. Hay prácticas energéticas de desfloración del macho encapullado, rito ancestral en manos de mujeres hábiles, o ávidas (Mi nombre es Joe). Las mujeres están plagadas y habitadas por círculos, circularidades y circunloquios. Los hombres son circularmente repetitivos sobre lo fálico. Ambos deberían recircularse para renacer.”

Y agrego: ahora es el momento, la Era de Acquario. Creo que Ángel está en eso, como muy bien ha dicho uno de sus críticos más acertados, D. José Marin-Medina (EL CULTURAL/El Mundo):

“…La pintura de A.S.P. se produce desde criterios muy próximos a la Nueva Abstracción que practica desde comienzos de los noventa ese grupo consistente –aunque no muy numeroso ni dogmático- de jóvenes artistas que últimamente llamamos Líricos del Fin de Siglo (…) Ángel comparte con ellos su personalidad fuertemente intuitiva, capaz de combinar libertad y disciplina, comunión con la Naturaleza, y espíritu de sistema…. “

¡Pues claro!

Norberto Spagnuolo / 2008
arte_qdarte / Colectivo darwiniano creacionista.

lunes, 14 de enero de 2008

EL BAR DE LAS MUCHACHAS PARECIDAS

(Un cuento interminable)

No hace tanto que comencé a frecuentar este Bar-Restaurante, el de Las Muchachas Parecidas, con mayúsculas, como lo llamamos nosotros, como comienza a llamarlo la gente, y donde ahora escribo. No recuerdo su nombre original, que parece diluido entre lo inútil y etéreo, y haber sido suplantado por esta versión popular que une realidad trascendida con lugar, confiriéndole profundo significado, el que seguramente su propia dueña le hubiera querido dar aunque comprendo que a ella no le interese, que no quiera que se conozca la verdadera historia. Sin embargo está ahí, al alcance de cualquiera que tenga un mínimo de perspicacia, de sensibilidad. No creo exagerar en esto, quizás alguno de ustedes lo piensen así, tal vez la misma dueña, que ante mis comentarios suele hacer un gesto de cierto fastidio como si yo pudiera desvelar el gran secreto, la hermosa fábula, sin tener derecho ni fiables datos para hacerlo. Le explico que así somos los escritores, alcahuetes y soplones de las historias de otros cuando no fabuladores, y a veces de las propias con condescendencia, o furor destructor, indistintamente. Mantenerlo oculto, o tratar de hacerlo, le insisto una y otra vez, es inútil y además avaro, porque la riqueza que el asunto aparenta tener no es para guardársela en la alacena, sino ponerla al alcance de todos, tal que si fuera café, la cerveza o el bocadillo que vendes a cualquiera, cada día. Eso mismo le digo, además, habría que andar como loco, ensimismado o perdido para no darse cuenta y disfrutar de ello.- ¡Que es como van casi todos!- me replica, celosa de un secreto que cree a nadie interesa.
Lo cierto es que ella, la dueña, debe haberlo programado todo en algún momento particular de su vida. Quizás se haya quedado sola con su hija de pocos años, quizás la haya abandonado su marido, tal vez ella misma lo dejara. Y algo similar parece haber ocurrido antes, en su propia familia, con un padre que también se va, con otra madre abandonada, la suya. Muchos abandonos son esos para no caer en la tentación de forjar una familia propia, la que uno quiere organizar a su gusto sin tener que depender de lazos de sangre dados, herencias genéticas, cargas históricas, deberes filiales, y demás, que son los que más duelen cuando mal se usan, y aún más cuando se rompen. Sí, quizás.
Desde que comencé a frecuentar éste bar, por necesidades y facilidades de proximidad a un trabajo circunstancial, noté algo curioso que al principio no supe definir. Había algo entre las personas que atendían que me llamaba la atención. Al principio fue una muchacha morena, alta, espigada, con el cabello castaño, o cobrizo oscuro suelto, los ojos grandes y verdes, moviendo el cuerpo de forma lenta pero graciosa, acompasada, balanceándose hacia un lado y al otro, empujando desde la cintura ese vaivén cadencioso, mientras se manifestaba amable pero con pocas palabras dichas en voz baja, apenas enunciadas. En las siguientes visitas al lugar fui atendido por otra muchacha algo más madura pero con un aire inconfundiblemente similar a la anterior, de rostro semejante, aunque con el cabello tirando a rubio, y los ojos azules. La acompañaba una niña, casi ya adolescente, también muy parecida, seguramente su propia hija deduje, y así pude comprobar después. Supuse al principio que se trataba de una madre y sus dos hijas con cierta diferencia de edad, o de dos hermanas y la hija de la mayor de ellas. Era imposible en otro caso ese aire familiar en tantas cosas, ese alborotar del espeso cabello suelto, esos cuerpos moviéndose bajo el mismo ritmo, los senos igualmente escuetos pero provocones. Y había una extraña e idéntica manera de hablar, de pronunciar las pocas palabras que se suelen articular desde el otro lado de la barra, las estrictamente necesarias: “¿Sólo o con leche? ¿Templada o caliente? ¿Algo para comer? ¿Vale así?”. Salvo en un caso, pues la que parecía la mayor y madre de las otras dos resultaba evidente que era la que allí mandaba, y sus parlamentos, relación con parroquianos y suministradores, eran más definitorios y seguros, más extensos sus coloquios, aunque el hablar seguía siendo curioso, particular, con un silabeo entrecortado de sirena que se quedaba reverberando por el aire.
Lo cierto es que poco a poco me fue atrayendo ese misterio latente, y era ya más el afán por desentrañarlo que la estricta necesidad de acudir para desayunar o tomar algún aperitivo lo que me arrastraba al interior del bar, y me obligaba a permanecer largos ratos acodado en la barra, observando el ir y venir de aquellas muchachas y de las otras que se iban sumando y turnaban con las primeras, siempre con ese extraño aire de familiaridad, de paulatino parecido, que a veces resultaba imposible no percibir, y otras costaba trabajo descubrirlo. Y siempre esas breves y habituales frases o palabras repetidas, ese acento confuso, siseante, que las acompañaba al ser pronunciadas.
Era evidente que las muchachas que iban surgiendo detrás de la barra o por la puerta de la cocina no mostraban características de similitud hasta pasados algunos días. La manera de moverse, las breves frases, el color del cabello o la forma de peinarse, evidenciaban diferencias inicialmente notorias que, poco a poco, iban diluyéndose, convirtiendo a cada una en un reflejo cada vez más identificado con el modelo original. Al mismo tiempo que se producía esa transformación, la relación entre ellas aumentaba en los aspectos de familiaridad, dando sustanciales pruebas de amor filial, y todo ello en un ambiente de alegría y luminosidad que se contagiaba a los parroquianos allí presentes, amparado quizás en los radiantes colores que impregnaban las paredes del local canalizados por la implacable iridiscencia que barría la acristalada fachada.
Era pues casi obligatorio que yo arrastrase hasta ese misterioso escenario a los ocasionales compañeros de trabajo, alguno de los que lograba convencer merced a la cotidiana invitación a desayunar o tomar un aperitivo. Pero resultaba difícil tratar de seducirlos con esa historia un poco absurda de que el lugar era atendido por una particular saga familiar femenina de carácter infinito y renovable. Era entonces lógico que ninguno de mis ocasionales acompañantes, aún repitiendo visitas y explicaciones, acabase entendiendo lo que yo creía patente a todas luces. No prestaban la atención suficiente, y terminaban por coincidir entre ellos en que aquello era pura casualidad circunstancial, o simple fantasía construida por mi exagerada imaginación. Así que al cabo de varios frustrados intentos de transmitir aquello tuve que volver a mis solitarias presencias contemplativas sin contraste posible, sólo alimentadas por una curiosidad que requería, alguna que otra vez, el lanzar preguntas confusas a parroquianos habituales, o a las propias y diversas muchachas que iban integrando aquella fantástica saga.
Uno de estos parroquianos, con el que coincidía algunos días en el desayuno, parecía mostrar un mayor grado de atracción por aquél misterio, soliendo expresar algún que otro comentario que me animaba a creer que por fin había dado con alguien que compartiera mi interés en ese extraordinario desfile de aparecidas-parecidas. –Y de desaparecidas-reaparecidas, agregaba él, tratando de darme a entender que el asunto era más complicado de lo que yo creía. – Sí amigo. ¿No ha observado usted que al cabo de un cierto tiempo alguna de ellas no vuelve a ser vista por aquí, y de pronto, pasado otro cierto tiempo, reaparece? -Claro que usted hace poco que viene por el bar, argumentaba, dándome a entender que yo era bisoño en tales experiencias y averiguaciones. -Mire, observe, me dijo un día arrastrándome hasta el cristal que cerraba el frente del local, ¿ve lo que hay justo ahí enfrente? Cruzando al otro lado de la calle, ligeramente en diagonal, alcancé a distinguir entre las copas de los frondosos árboles un cartel con letras rojas, y debajo un estrecho local por donde entraban y salían continuamente personas, muchas de ellas mujeres de diferentes edades. -Es un centro del INAEM, me confirmó el parroquiano. ¿Sabe lo que eso significa? Observe a la gente que va y viene, continuó. Del movimiento de entradas y salidas de las personas que se acercaban al centro de empleo, se destacaba un grupo intermitente, principalmente muchachas, que arriesgándose cruzaban directamente hacia el bar eludiendo los obstáculos habituales que una calle opone a un peatón: bordillos, automóviles estacionados o en marcha, “aletas de tiburón” protegiendo el canal Bus-Taxi, etc. Y terminaban aterrizando en el bar, mientras otras que estaban dentro hacían lo inverso. Era evidente que la mayoría de ellas venían a desayunar para seguir luego con sus trámites, o retornar a sus quehaceres habituales.
- Bien, no sólo eso, insistía mi compañero de investigaciones. Observe como algunas de ellas se dirigen supuestamente al aseo que está en el sótano, y no reaparecen hasta pasado un considerable lapso de tiempo. Y cómo parte de las que bajan vuelven alegres o entusiasmadas, otras aparentemente contrariadas, y el resto no manifiesta ningún cambio en su actitud. ¿No le hace eso reflexionar? Bueno, quizás no sea hoy uno de esos días de “pesca”, continuó. No siempre sucede lo que yo trato de hacerle ver ahora. Creo que todo depende de ciclos, de tiempos de renovación, podríamos decir.
Era notoria mi candidez y falta de documentación al respecto, y también que carecía de muchas horas de observación que mi condición de cliente transeúnte, o esporádico -o golondrina, según decía mi circunstancial amigo- me impedía poner en práctica. Por el contrario, el parroquiano contertulio era un animoso jubilado que pasaba las horas en el prodigioso bar, saludaba o charlaba brevemente con casi todos los que por allí pasaban, y para colmo habitaba en el barrio desde su niñez. Aunque éste bar, explicaba, estaba allí sólo desde hacía un año. No podía yo aguardar tanto, ni cambiar mis costumbres habituales que no incluían, por ahora, el ser afecto visitante de ningún bar, cafetería, chigre, etc., salvo para el necesario desayuno mañanero y circunstancial. ¿Cómo pretendía así descubrir ningún misterio?, me recriminaba el maestro de observaciones.
Poco a poco, gracias a él y a un esfuerzo extra de mi parte por permanecer en el local algunas horas más a cambio de restar dedicación al trabajo, no ir a comer a casa, o tener que explicar a mi mujer con arduas estratagemas dónde me pasaba la mayoría del tiempo, fui completando el bagaje de mi información y perfilando la luz sobre alguno de los puntos oscuros que parecía encerrar aquel fenómeno. Conseguí llegar a conocer al menos a dieciocho muchachas que, siendo indudable pero imperceptiblemente distintas, integraban un armonioso conjunto de homogeneidades familiares. Lo que más me seguía llamando la atención en ellas, y entre ellas, era esa peculiar forma de caminar, una cierta dulzura de geisha sin menoscabo de ser capaces de pegar, modosamente, cuatro gritos cuando la cosa lo necesitaba, o de emplear similares vocabularios específicos con esa susurrante vocalización de extraño acento. Llegué a descubrir, gracias a mi amigo, que el mismo tenía connotaciones que recordaban el hablar de los habitantes del Lago de Sanabria, entre restos del gallego y dicciones del castellano de Zamora, sin dejar de sorprenderme el que gran parte de las muchachas parecían provenir de países de la Europa del Este: Rumania, Letonia, Chequia, Lituania, Bulgaria, o Polonia, mientras que otra parte eran sudamericanas o claramente españolas. Procedencias todas que, mi amigo mejor que yo, deducíamos de puros signos visuales e interpretaciones caracterológicas, porque ni ellas, ni la supuesta gran y primera propietaria, nos habían llegado a confirmar, o cuanto menos a insinuar como tales adscripciones territoriales.
Debido a ello, alguna vez mi amigo y cómplice había llegado a decir, con retumbante, engolada y alta voz, matizada y envuelta en dulces vapores etílicos, interesado en que todo el mundo allí presente lo pudiese escuchar: -¡Esta es la auténtica patria de la humanidad! ¡OH, verdadera Babel, mística, hormonal y republicana!, exclamación que fuera duramente criticada por la aparente dueña o gobernanta de todo aquello, con la reconvención añadida, eso sí dicha con cariño y a media voz de: - ¡A tronar tonterías a otro tiesto!, sonora frase articulada, en medio del clásico siseo, de curiosa construcción sintagmica que nos hizo recordar las hazañas verbales del poeta Lezama Lima. A ambos nos encantaba esta mujer, no sólo por sus cálidos y efectivos atributos físicos utilizados con prudencia, y ahora transmitidos vaya a saber como a cada una de sus pupilas-discípulas, sino por esa rotunda manera de alternarlos con una mezcla de cariño familiar materno y exaltaciones defensivas a lo Mariana Pineda, Manuela Malasaña o Agustina de Aragón. Es decir, pura mística guerrillera feminista que nosotros preferíamos atribuir al indómito espíritu de una Dama Duende metida a tabernera.
Con todo, gozaba yo junto a mi ocasional amigo y confidente de esa especie de Harén de espejos multiplicados que se nos antojaba el más maravilloso lugar del mundo, aún no sacando más ventajas de ello que la pura y simple contemplación y consecuente ensoñación, adornadas, eso sí, por un trato afectivo y unas palabras reiteradamente amables cuando no explícitamente cariñosas. -¡Qué alegría el volver a verte! -¡Ya era hora de que vinieras a visitarnos! -¡No te olvides de nosotras!, etc. Sólo el verlas caminar, ir atareadas de una mesa a la otra, salir por una puerta una de ellas y volver a entrar por la misma otra muchacha casi idéntica pero distinta, con similar bamboleo de la ondulada melena cobriza agitada al ritmo del cadencioso paso, mientras avanzaba zigzagueante entre mesas y parroquianos repartiendo sonrisas, era una verdadera experiencia sensible que nos dejaba en suspenso el ánimo y la libido. Todo este goce inmediato de los sentidos nos fue alejando de nuestro verdadero objetivo, que era descubrir lo que se ocultaba detrás de esa multiplicación diversa de la mujer o familia original, como se producía, desde donde, y como era posible esa cada vez mayor asimilación del modelo inicial. Habíamos llegado a establecer que la principal fuente de aportación estaba vinculada a la oficina del INAEM situada enfrente, sin menosprecio de la captación de muchachas que aparecían allí por otras diversas razones, compras, paseos, trabajos próximos, o también por ser empleadas de servicios municipales o gubernamentales que ejercían su labor en el propio barrio y venían a tomar el desayuno.
A estas opciones se sumaba la personal cualidad física de la posible aspirante circunstancial, junto a una indudable capacidad de captación de la propietaria, jefa y líder de esta singular familia, que comenzaba por entablar devota relación con cada una de aquellas muchachas con el objeto de ir aquilatando y construyendo no sólo la viabilidad de una nueva y longeva cliente, sino su perfil de candidata a integrar ese particular gineceo de camareras. Y así como llegaban y se quedaban durante un tiempo, así también se daba el momento de partir y volver cada una a sus quehaceres, si eso era menester, o encontrar una hora y un día en que su presencia fuera posible sin alterar costumbres personales ni actividades habituales. Así, poco a poco, el desfile de muchachas parecidas incorporadas a la atención del Bar-Restaurante que iban y venían, o al final se despedían en medio de grandes muestras de cariño, se hizo interminable. Como eterno pero divertido, casi fantástico, se ha hecho para mí este año que llevo visitándolo, pasando largas horas en él acodado en la barra o sentado a una mesa estratégicamente situada, sólo o en compañía de mi anciano amigo, el único que al parecer comparte con la propietaria el verdadero secreto de toda esta historia. Sí, ¿pero cuál?
Si alguno de ustedes se interesa en conocerlo, o quiere ayudarme a desentrañarlo, ya sabe: Bar-Restaurante llamado de “Las Muchachas Parecidas”, calle de Guzmán el Bueno poco antes de llegar a Meléndez Valdés. Barrio de Argüelles, distrito de Chamberí, Madrid. Allí me encontraran.



Norberto Spagnuolo
Enero de 2008

miércoles, 9 de enero de 2008

DEL URBANISMO AL DISEÑO URBANO. El caso de Ángel Aragonés

Núcleos urbanos periféricos, grandes aglomeraciones post suburviales, municipios tradicionalmente gobernados por la izquierda en el llamado “Cinturón rojo de Madrid” (Villaverde, Leganés, Getafe, Parla, Coslada, Vicálvaro, Alcorcón, Móstoles), cuyo sino urbano ha sido y es difícil, y muchas veces vano o repetitivo, con necesidad de superación del caos del crecimiento inicial, ese subdesarrollado Big-Bang urbano. De municipios rurales castellano-manchegos, a integración en la conurbación metropolitana. Ese rastro histórico de desorden y crecimiento, alocado y sub-urbano, de tejido malamente densificado y confuso, ha venido a tratar de ser re-organizado, mejorado y elevado a la altura de ciudad con perversas recetas de crecimiento económico, integración de trabajo, residencia o servicios débilmente apoyados, y ofertas de suelo público –muchas veces casi gratuito- para grandes equipamientos zonales o sub-regionales: delegaciones administrativas comunales, hospital, universidad, centros comerciales, oficinas, servicios, terminales de transporte, etc., hasta llegar a saturar el espacio-territorio disponible, y prácticamente consumirlo en menos tiempo del que lleva la democracia en ejercicio. Aspectos todos generadores de pulsiones, con la aparente búsqueda de equilibrio entre necesidades, usos y actividades, sumados a la necesaria recuperación de plusvalías sociales y, supuestamente, redistribuibles.
Por otra parte, la gestión política de algunos de esos municipios ha pasado en los últimos períodos electorales a manos del centro derecha, luego de haber estado administrados desde el inicio de los ayuntamientos democráticos por la izquierda: PSOE, PC, IU. En el albor de esa pérdida de la confianza popular en una determinada gestión, ha jugado un importante papel la renovación de las tradicionales capas sociales residentes, con la aparición de nuevos habitantes vinculados a la entronización de grandes instalaciones de servicios públicos, administración, equipamientos y empresas. Es decir, que se ha pasado de la reivindicación básica de clase -campesinos y obreros- a la búsqueda de un nuevo confort, bienestar social, viviendas más baratas que en la gran metrópoli, y posibilidades de empleo cercano y de calidad. La nueva e histórica expulsión trans-metropolitana.
Esto ha generado la necesidad de nuevas infraestructuras, servicios, comercio, cultura, etc., para unas capas sociales con más exigencias respecto a la calidad de vida y el medio ambiente. Es decir, la mejora y ampliación vinculable de parques, jardines, plazas, espacios de juego y deportivos, viales, imagen urbana, iluminación, etc., todo ello sobre un tejido complejo, desestructurado, inconexo, en definitiva desorganizado, que ha sido ampliado a golpe de estrategia política circunstancial, o de presión inmobiliaria, pero no resuelto es sus falencias.
En alguno de esos momentos de rotura en la continuidad de la gestión política, un personal amigo, diseñador urbano y experto en ordenación y desarrollo del territorio, fue llamado por el regidor de uno de esos municipios con perspectivas de reventar en crecimiento, ordenación y sutura urbana, para actuar de manera urgente como una especie de “ángel regenerador” de heridas e imagen producidas por el caos urbano del nuevo “desarrollismo democrático”, amparado en el lema: “Quién crece más, tendrá más recursos para mejorar el nivel de bienestar social”, paradoja que nunca se alcanza de verdad. Mi amigo comprendió que sólo se le pedía que aportara soluciones a la imagen puntual para reparar, en una parte mínima pero de importancia estratégica, un desbarajuste que llevaba más de 40 años produciéndose, y que se había acelerado en los últimos años merced a las demandas reales de crecimiento, pero también a las necesidades de supervivencia política del tradicional partido y gestores actuantes. Al parecer, lo que le convenció del todo de que eso era casi imposible, inútil, y conflictivo, y de que una cierta seriedad profesional le impedía asumirlo, era que al mismo tiempo un cualificado y conocido equipo de urbanistas madrileños estaba terminando de redactar el último Plan General de Ordenación Urbana, amén del preexistente equipo técnico del Departamento de Urbanismo y Obras municipales. Por eso resultaba evidente, decía mi amigo, que para sobrevivir a los tiempos la gestión política necesitaba de una cierta renovación de la imagen urbana, o de la entronización de una nueva con mayor atracción, coqueteo de esquina pública, florecer de rincón urbano abandonado, y espectáculo popular de diseño y gasto vía electoral.
Por ese entonces, y también antes, en alguno de esos municipios (Getafe parece haber sido el pionero), se emprendieron campañas y acciones similares de Arte y Diseño urbano aunque inicialmente insufladas por otras perspectivas político-sociales, que en alguno de ellos -y todavía es moda- aún continúan para disimular la pobreza y horror generalizado del verdadero urbanismo entronizado y su consecuente arquitectura.
Finalmente, acordemos que lo urbano no se cualifica, enaltece o reduce su impacto más que por la concienzuda exploración y razón previa de su puesta en el espacio, es decir, a través de un cuidadoso, responsable, profesional y, en todo caso, popularmente consensuado planeamiento democrático. Todo lo contrario de lo que se viene haciendo normalmente en España desde hace bastante tiempo, incluyendo la segunda mitad del actual período democrático, y que últimamente empeora. Para colmo, nuestro país ha perdido al galope los rastros cultos y finamente populares de su espacio urbano, así como su riqueza y diversidad construida histórica, y se ha ganado a pulso la destrucción de todo ello, sustituido por implantaciones de interés meramente especulativo o político.
Desde luego, ningún Arte Urbano por maravilloso que sea, podrá rescatarla de ese desastre, y sólo servirá de consuelo circunstancial, de engaña votantes, de aportación cultural mediocre o de perfil bajo, vana, de relumbrón y lujuria del famoseo, por más buena voluntad que se ponga en ello. Lo cual no es óbice para que aparezcan, alguna vez, intervenciones que sí pueden encadenar mejoras en ese sufrido espacio público donde señorea el ciudadano de a pié, que es la aglomeración urbana y aún la rural. Pero ¡ojo!, que no todo el campo es orégano. Como mucho pastito. ¿Entonces? Entonces, como sucede en la mayoría de estos artefactos del Arte Público útil en los espacios urbanos, la lectura de su ser y estar pierde carga de profundidad y permanece en la anécdota, en el puro espectáculo – oscuro mal de nuestros días- con cierto aire de cuento infantil congelado en el tiempo, imagen tergiversada de las 1.000 y Una noches, o parque temático al más puro estilo Disney-World. Aunque en el caso de las obras que nos ocupan, esa sensación generalizada sea superada por la consolidación expresiva de las puras formas.
Como ejemplo, uno de los profesionales que más intervenciones ha hecho en esas lides y municipios, ha sido el artista plástico, profesor, teórico y divulgador del arte y la arquitectura, Don Ángel Aragonés, también vinculado a una de las organizaciones de artistas plásticos más activa en Madrid y España. Él y su equipo han venido participando con sus obras en varios de esos municipios extra madrileños, pero también en el área centro de la propia capital desde el comienzo de la Democracia. Al principio sólo eran pinturas murales dentro de aquella primigenia idea de animar, con modernidad y temas populares, las olvidadas medianeras ciegas y los oscuros rincones de la ciudad herida, donde la reelaboración y sutura urbanística podría aún tardar demasiado, así como en los nuevos y solitarios espacios públicos de reciente construcción.
Desde los tiempos de bonanza económica y afán de figurar en el “¿Quién es Quien?", de la gestión municipal urbana, Aragonés ha venido interviniendo además en grandes espacios, parques, ejes viales, plazas, etc., con todo tipo de propuestas y artefactos de arte y diseño urbano útil, se supone. Este profesional es un polifacético artista plástico que ha desarrollado sus capacidades expresivas con la delectación de un hombre del Renacimiento, claridad de ideas y formal adscripción a una definida línea de pensamiento y emoción cultural, transmitida además a través de numerosos cursos y clases asumidos con dedicación profesoral en diversos foros y espacios populares de formación. Es además un pertinaz y gran dibujante, de los de cuaderno de campo en ristre, así como un espléndido conocedor de la historia del arte mundial, o las dominantes corrientes y representantes del arte español, que suele incluir de manera casi automática o subconsciente, y con carácter de homenaje admirativo, en la forma y contenido de sus propios trabajos. Estos incluyen, en cualquiera de las técnicas y cualidades expresivas utilizadas, esa dependencia primordial con el dibujo continuamente practicado, y fundamental vinculación a una espiritualidad alegre, juguetona, y al mismo tiempo crítica, todo ello residuo poético aposentado de su pensamiento político y de su capacidad discursiva o coloquial de estructura tertuliana.
Las actuaciones de Aragonés y equipo en el medio urbano han resultado a veces espectaculares en cantidad, diversidad de motivos y espacios tratados: grandes ejes urbanos, tanto de vehículos como peatonales, plazas, parques, equipamientos, etc. En cuanto a la calidad constructiva de las mismas, siendo alta puede incluso llegar a ser exagerada, es decir que puede sobrar material de buen nivel, y cierta redundancia en su uso, dominando la voluntad o deseo de expresión plástica a la necesaria síntesis constructiva y de uso (diseño adaptado y funcional). Por otra parte, aquella vocación de guiño poético y juguetón del que hablábamos, se impone muchas veces a la resultante plástica y funcional, ocultando entonces la forma poética expresiva profunda.
Aragonés es, como hemos dicho, popular difusor de las causas y capacidades formales del arte, así como de sus varias y específicas técnicas, y los numerosos cursos, cursillos, charlas, clases y lecciones que ha venido impartiendo desde hace tiempo, y en particular a partir de los primeros ayuntamientos democráticos desde los conocidos “talleres municipales”, o desde su propia empresa con sus vinculaciones a organismos como UNESCO y otros similares, así lo corroboran, siendo posible rastrear sus efectos en la innumerable parroquia de ex alumnos, prometedores profesionales, sobre todo mujeres –ya se sabe-, con los que nos podemos encontrar, repetidamente, en cualquiera de sus exposiciones o inauguraciones. Bien, sólo esa magna tarea bastaría para concederle honores de Gran Difusor de un arte cercano, reconocible, popular, asimilable aunque a veces no del todo entendible, así como retransmisor de otros reconocidos y famosos órdenes plásticos y artistas de la historiografía cultural nacional, o sea española, pero de claro rastro castizo.

Antonio di Luca
arte_qdarte / 2008