domingo, 30 de diciembre de 2012

"ODIO A HAMLET". Y después de esto casi otros muchos también...

Los que disfruten de las comedias de situación inspiradas en las de EE.UU. disfrutaran de ésta liviana pieza teatral -más de televisión adaptada al teatro-, justamente para discutir si una forma es mejor que la otra en el sentido de profundidad de la historia narrada/representada, y en la capacidad mayor o menor de saber interpretar a la una y a la otra, partiendo de la supuesta verdad de que en el teatro todo se hace mejor. Ya quisierámos que así fuera los espectadores de uno y otro medio. En ésta obra,  "ODIO A HAMLET", del supuesto dramaturgo Paul Rudnick, que en realidad es guionista de la TV americana (Entre otras comedietas situacionistas: In & Out, La familia Adams, Mujeres Perfectas, etc.), el autor trata de autocriticarse o meterse en contradicción con el Hamlet de Shakeaspere, para lo cual utiliza todos los consabidos tics argumentales de las comedias americanas, y se pone a rebajar comparativamente a la obra del inglés del siglo XVI con la opción de una comedia americana para la TV. Para ello se aprovecha del fantasma (otro tópico americano de siempre para hacer comedia), del legendario Jhon Barrymore, de la célebre familia de actores del mismo nombre y renombrado en el cine mudo, pero arruinado cuando llegó el sonido. Lo enfrenta a un actor medio de comedias de la tele de esas de hacerse famoso por aparecer todos los días en horas prime time, como dicen. A éste actor, en el subterfugio de la historia, le han propuesto hacer de Hamlet para su representación teatral en un local abierto de barrio, de esos de cooperativa y centros culturales públicos maltratados (aquí, en España). Gran dilema shakeaspereano: Ser o no ser un gran actor. Como al protagonista no le da el cuero para tal heroicidad interpretativa -en el argumento imaginado- el autor le mete por medio para provocarlo al fantasma susodicho que, por otra parte, tampoco era ningún gran actor y más bien un exclamativo exagerado mostrando más palmito y nariz de perfil que buenas cualidades (en la realidad). Así que uno admite que todo va en el fondo de malos actores tratando de crerse que pueden ser mejores. Y además va de la cásica comparsa que rodea a estos héroes de papel couché y periódico secundario, página de espectáculos: la novia, que se deja pero no se deja -follar- porque sus ideales son las grandes heroínas puras de las grandes historias teatrales o narrativas. Luego la inseparable representante que lo que busca es el rendimiento económico y el ambientillo. Le sigue el típìco personaje americano de la agente inmobiliaria que le acaba de conseguir al futuro gran actor, pero por ahora sólo bien pagado protagonista, la auténtica mansión donde pasó sus últimos dias el mismísimo Barrymore, Don Jhon, y de ahí lo de su fantasma reencarnado. Y por fin el director de las series televisivas, el que sabe como se hace un éxito que rinda una larga temporada televisiva a base de ir repitiendo hasta el cansancio el débil esquema base de situaciones.
El fantasma Barrymore trata de convencer al actor de TV que acepte el papel de Hamlet, y esto, y un ligero tejido de enredos entre las necesidades de cada personaje -no vitales sino situacionistas en el mejor sentido- es el andamiaje de esta comedia bien presentada, bien actuada en lo necesario, y en general un poco aburrida por su antigua estructura y contenidos.
El público, como casi siempre, aplaudió, se rió en varios pasajes chistosos, y provocó tres o cuatro bises del saludo final.
La compañía GUINDALERA consiguió poner esto en escena -según cuentan ellos mismos- gracias a la complicidad del propio Albert Boadella, actual director de los Teatros del Canal de Isabel II. Espero que la próxima le salga mejor. Lo cual no es óbice para confiar en los dotes de la compañía mientras no se acostumbren a estas propuestas.

Norberto Spagnuolo di Nunzio
Diciembre 30 de 2012