miércoles, 3 de junio de 2015

"ENTREMESES DE UNA ÈPOCA OSCURA"


O todo por el Colis, con el Octavio y otro.
(que no nos aclaran, ni pueden quizás, como será la luminosa posible etapa que debería seguirle) 

Autores: OCTAVIO COLIS y otro
Estreno y funciones: TEATRO FIGARO / MADRID
Fechas: Finales de Mayo 2015
 
Lo primero que nos duele, como espectadores es ese recinto antiguo y poco entretenido del mencionado teatro en la calle Cortezo, otrora -y mucho- cine de estreno allá por los '45 y más, dice mi esposa que lo frecuentaba. El problema es que aún mantiene la platea inclinada al revés, típica de aquel entonces, que solucionaba la buena visión encajando la pantalla alta, y la última fila trasera marcando el arranque del plano inclinado hacia arriba, para permitir mejor visión hasta el último espectador sentado allá atrás. Pero al teatro esa solución le va fatal, y ningún espectador puede terminar viendo cómodamente el escenario tapado por todas las cabezas que aparecen por delante, aparte de esa sensación de que te evacuan del asunto con ese estar cayéndote hacia dónde no está la cosa a ver, oír, sentir y admirar. 
 
O sea que, de entrada, el espectáculo se te estropea por esa visión bastarda, y además por que, dada esa solución antigua de platea al revés, no es la más adecuada para un teatro como el que nos proponen los autores con permiso del empresario, más acorde con salas más recogidas, próximas, de estar en casa. Deberían haberlo intentado en esos nuevos, y no tanto, pequeños teatros alternativos que te ceden el local a cambio de encajar tu programación y hacer cuentas. Entre otros el cercano TEATRO DE BARRIO, y tantos más del por ahí nomás.  

O sea que empezamos mal la función, y de entrada algo se nos indigesta en ese espacio no adecuado a tal obra. ¿Y cómo es, o debería haber sido, la obra? La propuesta nos habla de "un entremés", y no está mal la idea: "Pieza dramática jocosa de un solo acto (aquí no tan poco), que solía representarse entre una y otra jornada de la comedia y, primitivamente, alguna vez, en medio de una jornada"  (R.A.E. XIX edición). No tan poco aquí, porque el recorrido por la historia se devana en varios micro actos separados por cambios de decorados, atrezzos, vestimenta. Y esto tampoco ayuda mucho a concentrarse, hilvanarse y cachondearse o compadecerse, porque la historia se desconcentra, deshilvana, aún sabiendo que se estructura en cuadros/escenas/personajes. Y esto es otro problema de concentración, seguimiento, y sobre todo cambio o alargamiento de tiempos que nos distrae y baja el ritmo de atención, cuando los entremeses siempre han sido un mecanismo de aceleración y acción superpuesta, como para dejarte una imagen de cuadro múltiple que lo resume todo.

Nos parece que se ha exagerado de esos cambios de tiempo y acción acompañados por innecesarios (a nuestro entender) cambios de atrezzo sobre un "decorado único ambiental". Los personajes son varios y cambiantes, interpretados como es habitual en un entremés, pero no tanto, por los mismos actores con distinta encarnación, a lo que se suman coros de uno y otro lado que se alternan con los mismos actores para ambientar, acompañar, valorar o criticar la acción principal. No es que eso no sea posible para poder destacar una historia de la otra, pero llegado un punto confunde un poco, aunque también cabe, como sucede en la realidad, que los "coros" cambien de criterio y de comparsa y se conviertan en líderes, como sucede hacia el final de la obra arrimada a los pasados coros del 15-M y sus críticas al sistema. 

Diría que los actores están bastante adiestrados y bien dirigidos en el cometido de representar las voces múltiples que nos cuentan o ejemplifican la historia. Pero hay algunos que sobresalen por su ductilidad y saber encarnar al personaje de turno, siempre bajo una programación gestual general de exageración y empaquetamiento corporal o desmadejamiento idem. Me llamó la atención, por su parecido físico y de maquillaje, así como por su gestualidad exagerada próxima a la de los grandes cómicos de las películas mudas, uno de ellos encarnando a los personajes de postín de la debacle económica. Esa personalidad da mucha fuerza a la parte final de la obra y nos lleva al recuerdo de aquellos actores y comedias fílmicas de la compañía de Mack Sennet.  

Por otra parte, texto y acción se apoyan mucho en varios ejemplos históricos de la crítica social bajo autos sacramentales, entremeses, ferias de calle, letanías de ciegos, etc. Buena versificación acentuada hacia el chascarrillo o la poesía popular del siglo de oro y sucedáneos, donde aparecen recuerdos a los grandes versificadores de aquellas épocas. A veces estos discursos, necesariamente explicativos, críticos, mordaces, o sublimantes, se alargan demasiado, y así el tiempo también cambia de ritmo y de aparente forma escénica derivada. Podríamos por eso mismo calificarlo de tragicomedia, como aquella de Don Perlimpin, con formas que solía utilizar el gran Federico García Lorca. Pero los personajes, velados por la crítica, el disfraz, o la mofa, son bien reconocibles, aunque unos mejor que otros en definición y actuación de respaldo. Existe sí esa reiteración necesaria, supongo, de la historia de estos personajes que todos ya tenemos incorporados a la memoria reciente, y por lo tanto suenan un poco a obvio, conocido, como si quisieran aleccionarnos demasiado al respecto, o la obra hubiera sido destinada a colegiales que aún no saben del todo sobre de que va "la cosa". 

Desde luego y personalmente, esta crítica bufonesca sobre la realidad política reciente de España me hubiera gustado más en el tono de aquél "Huis Close" de Jean Paul Sartre. Y algunas voces en off, representando al pueblo, pudieran haber dicho acusativos: "NO RECUPERABLE, NO RECUPERABLE, cada vez que un personaje culposo recitara sus razones.  

Referencias autorales: Octavio Colis (no conozco a su compañero creativo), es un estupendo y crítico artista plástico, ilustrador, articulista, novelista inquisitivo ("La muerte de mi mujer"..), y no está nada mal que también practique el lenguaje teatral vario porque lo hace bastante bien, salvo lo que aquí comento. 

En cuanto qué habría hecho yo con ese montaje, que no es que sea importante pero me divierte, pues yo habría colocado, en un perenne centro de escena y sobre un mediano pedestal terrestre, a la hermosa musicalista responsable María Lafuente, vestida con el ropaje clásico de La Libertad, con su gorro frigio y busto casi al descubierto como en aquellas estatuas griegas o romanas del principio, sentada frente a su piano-órgano, y cada escena y personajes girando en torno a ella. En definitiva, La Libertad, La República, ya nos vienen vigilando desde la revolución francesa, y aquí estamos. Por algo será, pero como si no nos enteráramos...
 
Antonio di Luca
4 de junio del 2015