viernes, 10 de septiembre de 2010

SANIDAD PUBLICA: EFECTO REBOTE

Todos tenemos una cierta idea acerca de lo que se rotula como “Efecto Rebote”. Más científica y genéricamente descrito como “A toda acción le sigue una reacción igual pero de sentido inverso”. Tal fenómeno mecanicista, y a veces incontrolable, se da en casi todas las circunstancias vitales y su práctica. Que te enamoras de alguien y el otro no estaba al tanto, le estas obligando a que reflexione y revise sus parámetros sensibles, teniendo que optar por una reacción en sintonía positiva o negativa. Que te despiden del trabajo y tú, o bien encuentras otro similar, o no encuentras y te tienes que preparar y reciclar para ampliar y diversificar la expectativa. Muchos de estos efectos rebote o reacciones son asumibles y dominables, y garantizan cierto crecimiento de tus capacidades.

En el mercado de la salud se ofrecen innumerables productos supuestamente curativos cuyos efectos han sido testados previamente, y se conocen las posibles reacciones positivas. Y otros cuyas reacciones positivas son menores, o de más corta duración, que las negativas – de Efecto Rebote- lo que contradice esa posible acción curativa original.

Por azares de mi salud personal y sus carencias o debilidades de dudoso origen, me ha tocado compartir unos días de mi vida con uno de estos productos sanitarios puestos en el mercado con total libertad, y yo diría que sin pudor farmacológico (sin receta médica, y de confusa aplicación), que sin embargo gozan de unos efectos rebote completamente peligrosos e incontrolables, y lo que es peor, sin advertencias ni protocolo de tratamiento posterior.

En concreto, unos de esos medicamentos que pertenecen al grupo de “descongestivos nasales” para el caso de catarros, resfrios, sinusitis, rinitis alérgica y similares. Te los ofrecen en las farmacias alegremente porque su venta es libre, con una pequeña advertencia -si te lees el Prospecto detenidamente- de que sólo pueden usarse de tres dias a una semana, según el producto. Provocan acciones constrictoras sobre mucosas y vasos sanguíneos, de la nariz en principio, y así parecen despejarte, pero resulta que si acabas por leer un poco más detenidamente el prospecto, esa acción se extiende a otros sistemas vitales del organismo donde realmente no hacen falta, y encima te pueden generar otros problemas derivados. En tres días o una semana, cualquiera de las enfermedades principales descritas, o sus síntomas, no se solucionan, por lo que es fácil caer en el uso abusivo que, por otra parte, se ve alimentado porque el contenido envasado, o sea la “imagen útil”, da para mucho más que tres o siete días.

Una posible Sinusitis, bacteriana o vírica, o una Rinitis alérgica me atacó en plenas vacaciones paseanderas por la costa mediterránea, y me obligó a recurrir –equivocadamente- a uno de estos descongestivos nasales de infausto comportamiento hasta el momento de poder visitar al médico habitual para soluciones más profundas. Luego de una semana, visto el facultativo de cabecera, éste sentenció que era una sinusitis, pero sin especificar de que tipo y rango, o si había evolucionado de un catarro, una alergia, un proceso vírico u otro bacteriano, porque al parecer esto sólo se puede saber si después de encajarte un tratamiento de antibióticos genérico con acompañamiento de paliativos, las cosas no se solucionan y te deben enviar al especialista a que te investigue un poco más, pruebas posibles incluidas, para lo que tienen que pasar unas 4 semanas. El facultativo de cabecera, advertido por mí de la práctica impura del descongestivo, nada dijo ni advirtió, ni previno ni aconsejó, al respecto y sobre el futuro del bendito rebote, sólo sentenció que debía dejarlo y usar otros métodos, como inhalaciones puras y sencillas de eucaliptos o similares.

¿Y entonces, que hacen esos productos malévolos en el libre mercado de la farmacia? Sí, yo me había dejado seducir por las evidentes ventajas antibloqueantes/despejantes del cloruro de oximetazolina, y ahora debía pagar las consecuencias. ¿Sí, pero cuales y hasta cuando? Era lo que me preocupaba del inmediato futuro. Repasados todos los protocolos sobre la enfermedad y su tratamiento que aparecen en Internet, incluídos los subproductos coadyuvantes como los descongestivos, comprobé que nada más que la sola enunciación de su preocupante efecto rebote se mentaba. ¿Y una vez adquirido el tal efecto, qué. Como se salía de él. Después de cuánto tiempo? Pero ni mu.

Decidí irme a Urgencias Hospitalarias y plantear el asunto directamente. Por empezar, no te atiende un especialista a menos que estés por reventar, así que lo hace un profesional médico “polivalente”, que te vuelve a auscultar, relativa y superficialmente, porque el diagnóstico preciso y exacto de una sinusitis, que puede ser otra cosa, es etéreo y casi imposible, incluido el nivel de especialista. Y como ya estás tomando antibióticos de amplio espectro recetados por el médico de cabecera, pues ya está, aunque en los protocolos se hable de variables y distintas bacterias o virus actuantes. Entonces, el/la polivalente de urgencias, a pesar de que le argumento que lo que me interesa es saber que hago con el efecto rebote, me dice que cambie el tipo de solución para los lavados nasales, y me receta una que dice que es más fuerte y cumplidora que la vulgar agua de mar purificada que me han recetado en el Ambulatorio.

Pero me lo cuenta de una forma que creo ilusionado que con el nuevo lavado el efecto rebote va a desaparecer por arte de magia. Lo malo es que me receta una solución fisiológica cuya comercialización está limitada a los hospitales, y que no es posible encontrar en las farmacias cara al público. Eso me lo explica el farmacéutico al que se lo pido, y me agrega que todos las soluciones fisiológicas son similares, y que podía llevarme cualquier otra en lugar de esa tan específica con su nombre propio y todo (Giffer).

Pero decido volver a Urgencias a pedir explicaciones, y preguntar por esa solución milagrosa que me había recetado el/la polivalente. Me presento en Atención del Cliente y planteo la cuestión, y luego de esperas y revueltas me llevan a hablar –para salvar el expediente- con un autodeclarado “Internista con once años de antigüedad”, muy lanzado para delante y posiblemente cabreado, como el resto del personal actuante, por mi necesidad de respuestas, y me trata como lo que soy, un vulgar paciente desorientado por las prácticas sanitarias. Así que intenta castigarme por esas culpas mías, y me restriega el asunto de que todas las soluciones fisiológicas son iguales, y que si quiero él me regala la misma que lleva en su mano, una cualquiera, que para el efecto…

Pero le acoto que lo que quiero principalmente, como le dije a el/la polivalente en su momento, es saber que pasa con el maldito efecto rebote y sus consecuencias. Y es ahí cuando el Internista se crece y decide intimidarme, acojonarme por ser un paciente rebelde e hincha pelotas, y como si fuera el mismísimo Júpiter me advierte de los terribles padecimientos que me aguardan, el largo tiempo que sufriré, como en el mismísimo infierno del Dante, las torturas que me merezco por gilipollas descongestivo. Y encima debo agradecerle su atención, o sea que alguien me haga algo de caso, aunque sea de rebote.

Pero decido presentar una queja/reclamación por escrito acerca del absurdo tratamiento o protocolo del sistema de urgencias que resuelve un médico polivalente a la baja, y aclara, casi cabreado, un internista con once años de experiencia.

La cuestion es ¿Para cuando van a poner limitaciones y especificaciones más claras a esos productos milagro que se revuelven contra ti en cuanto te descuidas? Son productos que deberían tener mayores advertencias, o ser simplemente eliminados del mercado. Y además y de paso: ¿Para cuando van a ser más precisos los Protocolos de auscultación y tratamiento de estas dolencias aparentemente tan difusas o abiertas?



Norberto Spagnuolo di Nunzio

Septiembre de 2010