sábado, 19 de noviembre de 2011

NEW WORK BY ÉDUARD LOCK. En Danza Batida y Agitada

Batida y Agitada, ciertamente, exagerando la recomendación clásica de Bond, James Bond para sus selectos combinados. La vemos representada dentro del XXVI Festival Internacional de Danza de Madrid, Teatros -bien por dentro oficinesco por fuera- del Canal de Y-II, por la compañía "La La La Human Steps", que viene a querer decir algo así como "Pasos Humanos interpretados por Massiel".
Según el programa del Festival, el señor Éduard Lock parece ser que "ha re-inventado y desarrollado un lenguaje único" que consiste en "una técnica de ballet, acelerada, precisa y al servicio de la narrartiva deconstruída a partir de dos óperas: Dido y Eneas, de Puercell, y Orfeo y Eurídice, de Gluck."
La primera se apoya en una música barroca inglesa de la segunda mitad del 1.600, melancólica y a veces bronca que aburre bastante. La segunda, escrita hacia finales del 1.700 por el músico director de la ópera vienesa, es más vibrante, sentimental y gracias a la orquesta organizada sobre una base instrumental que va del Jazz al Tango moderno, se acerca a un sonido que nos recordaba al minimalista inglés Michael Nynamm, cosa que consiguió entretenernos bastante más que la primera y sacarnos del sopor dejado por ella.
Pero lo cierto es que la interpretación, la danza en sí, encarnada en catorce agitados, batidos, esforzados y excelentes, mujeres y hombres, bailarines, siguió siendo la misma en ambas piezas o partituras, conducida por esa técnica acelerada y precisa, pero agotadora, no sólo para los intérpretes bien entrenados para estas lides, sino sobre todo para los agitados y batidos espectadores que esperaban, esperábamos, algo más romántico, sentimental, sensual y sensible ballet moderno, y no una re-construcción de las manipulaciones que habrá sufrido el pobre Pinocho mientras su Dios Gepeto lo iría modelando, articulando y contorsionando para enseñarle como sería eso de ir siendo humano.
Tal como el propio programa del Festival parece querer dar a entender en su portada al colocar, justamente, un moderno muñeco articulado, más avanzado que Pinocho, apuntando un paso de ballet.
Lo cierto es que el uso de tal técnica comentada nos ha dejado a nosotros, y a muchos de los otros espectadores según los comentarios escuchados a la salida, bastantes fríos a excepción de esa parte final donde ballet y música sí parecían llevarse bien. Es difícil mantener una hora y media de espectáculo danzante apoyándose practicamente en una misma coreografía repetida con algunas pocas innovaciones, y sobre todo que esa coreografía, esa expresividad de una música y una historia,
fuera tan mecanicista, fría, minimalista en el peor sentido, acelerada, agitada y batida al mismo tiempo, lo que habrá dejado a nuestro heroico agente secreto del M-16 absolutamente a-batido.
Repetida también la iluminación, la puesta en escena y los pocos toques de modificación del espacio, pensamos que a lo mejor para mantener una unidad descriptiva entre las dos bases operísticas.
Alguna vez llegamos a sentir, percibir e incluso desear, el olor de la segura pluritranspiración de los intérpretes, amén de gozarnos, aquí sí, de escuchar sus jadeantes respiraciones agitadas y batidas. Era, hubiera sido, el único disfrute sensual y sensible en ese desfile de autómatas exaltados.
¿Pinocho? Sí que se merecía la humanidad.
 

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